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miércoles 18 de marzo

casos confirmados: 28

Escribo mientras tomo mi segunda cerveza. Es un tema serio. En Palacio pude escuchar al presidente justificar la necesidad de aplicar una drástica medida de inmovilización social obligatoria. Él mismo dijo, a la pregunta de un periodista: «no es toque de queda, porque el término nos lleva a tiempos que no queremos recordar, pero pueden emplear los sinónimos que gusten». Eso o algo así, que como digo, transcribo de memoria mientras tomo mi segunda cerveza. Y esto es lo grave: que mientras el presidente se retiraba y miraba con complicidad a la ministra del dinero, y luego a mí, supe que pensaba, «y de la ley seca no he hablado... jajajajajaja». Y en efecto no habló, pero se aplicó. Pobre bodeguera, que ante mis ruegos me decía «no señor, no puedo, que acabaré en la cana, que ya me lo han venido a decir unos señores, que ni se me ocurra vender cerveza ni otras cosas, que acabaré presa». ¡Ay! Ya entiendo yo de que se reía mientras me miraba.

El resto del día tranquilo. Da mucha tranquilidad no mirar las noticias. En el supermercado todo bien. Abren una media hora más tarde para compensar a los trabajadores que tardan mucho más en llegar. Dejan entrar solo al cincuenta por ciento del aforo, que aun así son trescientas personas, y luego van dando paso de veinte en veinte o de diez en diez, conforme sale la gente.

El metropolitano parece sueco. No sé cómo es el metropolitano en Suecia, igual parece más danés, pero qué rápido llega. Las calles vacías, los mismos indigentes a los que nadie les ha hablado de cómo lavarse las manos durante veinte segundos. Mañana os presento a Isabel.

Centros comerciales y de culto compiten en responsabilidad mientras la estatua de Ramón Castilla, en la plaza Unión, demuestra que se las sabe todas y se cubre nariz, boca, coronilla, rodillas, caderas y lo que sea, que a su edad está muy sensible.

Llegué temprano a Palacio, así que crucé el río Rímac para alcanzar el barrio que lleva su nombre. Qué coraje me da ver tal maravilla tan abandonada. Entré en una quinta a preguntar a los vecinos, pero solo había ruina, olvido y un viejo mural de motivos históricos. La Alameda de los Descalzos, cerrada, y los vehículos que describen el carácter del viejo barrio, unos circulando y otros no.

Entrada a Palacio, amabilidad, orden, explicaciones, justificaciones, palabras de esperanza y de dineros. Salida de Palacio y vuelta a Suecia, ¿o era Noruega?

Ya en casa labores conocidas: edición de fotos, envío a ver si se publican y, ¿qué vamos a cenar? Luego, enviar los datos del salvoconducto para salir a la calle mañana a seguir contando. ¿Y en la bicicleta, dónde pegamos el distintivo del medio? Qué suerte tenemos de contrar con Blanca, el alma de APEP (Asociación de Prensa Extranjera en el Perú). Ningún agradecimiento será suficientemente para reconocer su entrega. Y, ¿qué vamos a cenar?

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