Читать книгу Residuos del insomnio - Juanjo Fernández - Страница 18

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martes 31 de marzo

casos confirmados: 115

muertes: 6

De los errores no solo se aprende, también se come. Y se disfruta. De aquellos pepinos que compré pensando que eran calabacines hizo Rosa una crema fría con papa, manzana, yogur y unas hojas de menta. Le salió riquísima, y déjame dos rodajitas de pepino que vamos a hacernos un gintonic. Y ya se nos han acabado las tónicas, ¿será posible? El fin de semana no sé ni cómo ha pasado. Hablé con mi hermana y con mi suegra, ya le he dicho que ni se suba ni se agache para limpiar, que se aburre en casa y no se le ocurre otra cosa, con lo gran lectora que era, pero un problema en la vista la tiene limitada, y la tele le aburre todo ya, normal. En cualquier caso que limpie la zona media de lo que sea, que no están los tiempos para tener que ir a un hospital por una caída tonta. La conversación con mi hermana es más seria, ya se nos ha ido un familiar, un primo de mi madre, Gonzalo, un hombre joven y enérgico, que estuvo de misionero en África y Colombia, y ahora estaba en la casa de Arturo Soria. Desde la ventana de mi hermana se ven pasar casi solo coches fúnebres y le ponen la carne de gallina. De los temas laborales y demás ni hablamos. Leo los comentarios en feis de españoles que se quejan con vehemencia de los precios de los vuelos o las condiciones de viaje para salir de donde están varados y no puedo más que pensar que algunos aún no han entendido que hay tres mil millones de personas confinadas en el planeta, que el mundo enloquece y en las zonas rurales, con la única información de una televisión paranoica, la vida de los turistas corre literalmente peligro. La guinda es un artículo de abc, que narra cómo una joven pareja de Alicante, que estaba en un pueblo cerca de Cuzco, fue sorprendida −la noche del domingo 15 de marzo− por el anuncio del estado de emergencia y orden de aislamiento y cierre de fronteras. Y «Decidieron que a la mañana siguiente, a primera hora irían a visitar a toda prisa el Machu Pichu y salir de allí», Corto y pego que me da flojera contar esto. Más que flojera me pone de una mala leche monumental. La pareja pasa después a contar los abusos a los que fue sometida: les cobraron 108 dólares por un autobús (que sacó de la capital andina a ciento sesenta compatriotas y algunos más, portugueses estos, todo coordinado por el consulado o la embajada española, no sé), un servicio que no cuesta más de 25 soles; y, además, 360 euros por el vuelo a Madrid. Tres mil millones de personas confinadas, no sé cuántos miles de muertos −ni lo sabe nadie−, y ellos de vacaciones, en un país a nueve mil kilómetros del suyo, donde nada es fácil, y se amargan por una cantidad de tres cifras. Y leo, además, que ha habido gente que se ha quedado en Cuzco, porque pensaban que les tenían que haber puesto avión, que cómo iban a ir en autobús tantas horas, junto a otros, para contagiarse.

Ese es el mundo que se ha creado durante años, no sé si décadas, en el que algunos viven a un metro del suelo, volando sobre sus derechos y sus banalidades, mientras otros muchos no tienen ni para pagar completo un abono mensual de transporte. Un mundo con una prensa instrumentalizada e interesada, que usa y tira los testimonios a su conveniencia, o simplemente por titular de forma espectacular: No dejes que la verdad te estropee una buena noticia, se dice en el oficio. Y no mienten, no, se ajustan a la verdad del testimonio y contrastan fuentes. Y se habrán quedado tan anchos, y así un día tras otro.

Y con esta tropa tenemos que entrar en el nuevo mundo, porque de esta que nadie sueñe con salir igual. Estos sí que dan miedo, ojalá solo sean una excepción, ojalá.

Mira que no me quería encender, mira que empecé con el pepino, y al final se me ha ido la cosa por donde los amargan. Me acuerdo de Ramón, que lo decía mucho: «que se vaya por donde amargan los pepinos», y nunca le pregunté por donde era eso.

Y yo que quería hablar de mis encuentros con Cuco, con François, con Inma. Nada de encuentros sociales, conste. A ver cuándo encuentro ocasión de hacerlo.

Y decidme que tenemos tropa de sobra para enfrentar lo que venga, que lo que he contado hoy no son más que unas pocas anécdotas con unos medios que, por mezquinos intereses políticos o del tipo que sea, amplifican esas voces que no son nada. Dadme ánimos por favor que los necesito yo y buena gente que se parte el cobre por ellos, con sus defectos, con sus fallos, pero con todo su corazón (y salud), aunque ni se la quiera ver ni mucho menos reconocer.

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