Читать книгу Residuos del insomnio - Juanjo Fernández - Страница 24

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jueves 9 de abril

casos confirmados: 914

muertes: 17

Lo bueno es que quedaba Aperol, y pude comprar prosecco; lo malo, que se acabó. Si ya era difícil seguir el orden de los días con el confinamiento y distinguir entre feriados y laborales, hacerlo con feriados extra ya es como hacer la declaración de la renta con ábaco. Recuerdo cuando era autónomo en España como me enfadaba con los puentes y festivos. Una semana con puentes eran dos semanas de retraso en cualquier trámite administrativo, pero podía pasar que mientras los demás lo disfrutaban, a mí justo me tocara trabajar y normalmente me comía un marrón, uno de esos trabajos que nadie quiere hacer. Leo ahora en los muros de los amigos autónomos españoles lo mal que lo están pasando sin poder trabajar, y teniendo que pagar la cuota que viene a ser de casi mil soles mensuales. Igual, más, no me pidáis exactitud. En España la Seguridad Social es como aquí, una superintendencia que se ocupa tanto de la atención médica, como de la gestión de las pensiones. Por eso la medicina es universal y gratuita y de bastante calidad. O eso creíamos. Que tenemos un ejército de profesionales de la salud ante los que quitarse el sombrero a diario por su abnegación, profesionalidad y sacrificio no es más que repetir lo que están demostrando a diario. Que tenemos una nómina de políticos que desde hace años y desde trincheras del PP o del PSOE vienen legislando para que sabe dios quiénes ganen su dinerito limpiamente, lo digo yo y lo sabe cualquiera que no se beneficie del sistema. Un sistema que permite casos como el que hoy leía, de una enfermera, dos años trabajando en el mismo centro y 137 contratos. ¿Por qué? ¿Para qué? Para que esos que tienen amiguitos en los despachos o pueden subir a la cafetería del Congreso a tomarse un gintonic por cuatro euros se ahorren tener que pagar a sus curritos vacaciones, festivos, horas extras... Esos a los que se les presenta como los pilares de la sociedad y que se reúnen en torno a siglas como CEOE, CEPYME o acá, en Perú, CONFIEP, cuya presidenta ha alzado la voz para reclamar al gobierno que se pueda despedir en lote y de inmediato.

Para qué seguir, si todos sabéis de qué hablo.

Prometí hablar de algunos amigos. De Cuco, de François, de Inma. A ver si soy capaz de acabar esto con una sonrisa.

Fui a ver a Cuco y llevarle yogur, polen y propóleo. Qué cosas me pides, cuando se te acabe la cerveza a ver dónde la busco, y encima me detendrán y a ver cómo lo explico. Que está mayor y con achaques, que no sale, pero tengo mi jardín, pero ya sabes que la casa no es mía, y aquí estoy pintando, mira, he empezado este, sigo con aquel. Nos sentamos en el jardín. Me habla de la confianza que tiene en la resiliencia del pueblo peruano, de todo lo que tuvo que pasar cuando el terrorismo, cuando Alan García, que nada de esto es nuevo. Él es artista, y bueno, se fue a Brasil con edad de delito y estudió allí arte, volvió y vivió los años de los que nadie habla, o al menos yo no encuentro novelas que se desarrollen en ese ambiente, por eso me siento y escucho. Leo quejas y reivindicaciones de artistas que reclaman apoyo a los políticos. Lo entiendo, pero creo que si hay un colectivo acostumbrado a los altibajos, más bien a los bajibajos, es el de los artistas, con ingresos irregulares, con necesidad de invertir continuamente en recursos para generar nueva obra, teniendo que decir sí cuando quería decir no y con dudas cuando quería decir sí. Cuco desde luego no se queja.


Cuco Morales con algunas de sus obras, en su estudio de Barranco.


François Canard antes de regresar a Francia.

Tampoco se queja François, solo que le falta fijador. Hace fotografía con la luz, usa papeles caducados, técnicas que nos cambian de siglo, cámaras que ha creado con cajas que antes tuvieron zapatos. También se le ha acabado la cerveza. Eso es más grave; oigo que Backus no está produciendo. Pero él no se queja de eso, su obra sí grita las injusticias del continente, la desigualdad, la pobreza, la enfermedad. También sus grandezas, su historia, su belleza, la belleza de los cuerpos que trenza con maestría. Ahora está haciendo el diario de su encierro, las largas exposiciones le desdibujan el rostro como se difumina el paso de los días en este impase prorrogable de confinamiento. Un reflejo del desorden mental que ojalá no pase de eso, desorden.

De eso sabe Inma. Nos hemos conocido a raíz de esta locura. Es psicoterapeuta y desde hace doce años estudia la medicina de la selva. Hace varios que viene a Perú y pasa diferentes períodos en comunidades shipibas, donde aprende y da apoyo en algunos centros en los que se toma ayahuasca. Le muestro mi recelo hacia todo lo que tiene que ver con el ayahuasca y los gringos. Me da la razón.

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