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viernes 27 de marzo

casos confirmados: 55

muertes: 2

Pasan dos días desde que salí primero a San Isidro y luego a Gamarra. El gobierno ha ampliado la cuarentena hasta abril. Normal. No hacemos todos todo esto para que llegue luego la Semana Santa, y a la procesión, y al botellón. Aunque veo a la gente asustada, como si tuviéramos miedo unos de otros, de lo que va a quedar. Lo que me llega de España más. Este año no va a haber imágenes de cofrades llorando porque llueva ni felices porque se despejó de nubes el cielo. Igual, aprendemos a dar a las lágrimas su auténtico valor. Acá veo los noticieros y me pregunto si los reporteros estudian pedagogía o periodismo. Qué manía de decirle a la gente lo que tiene que hacer, como si fueran los guardianes de lo correcto. Recuerdo hace algún tiempo una de esas conexiones vergonzantes. El reportero preguntaba, micrófono en mano, a un niño qué se decía tras haberle entregado una chompa y una frazada producto de una campaña de donaciones organizada por su canal, durante el friaje. ¿Que qué se dice? Que me cago en los muertos de todos vosotros, que veis como año tras año morimos de frío y no sabéis más que pedir chompas y frazadas para sentiros tan bien con vosotros mismos y el año que viene volverás a traer chompas y frazadas y los que morimos somos nosotros mientras tú vienes aquí con tu sonrisa de autosatisfacción ¿que qué se dice? quédate tú aquí y volvemos nosotros a Lima y siente tú día tras día el frío que se cuela en nuestras casas, nuestras mismas casas de siempre. Otros mimbres.

Perdonad, no era mi intención, pero ver el otro día una conexión en directo me lo ha recordado. Era desde el malecón de Miraflores, justo encima de Larcomar. Una chica canadiense, que parecía vivir en la calle, tenía fiebre. Como si fuera un artefacto explosivo establecieron una distancia de seguridad en torno a ella. Y los policías se visten como si fueran a trabajar de figurantes en 2001: Una odisea del espacio, pues van a llevársela. La imagen es pura inocencia comparada con las palabras de la reportera, juicio tras juicio y consigna tras consigna. Me queda recordar a magníficos profesionales, que sí los hay, como Stefanie Medina o Gunter Rave, que llenan sus conexiones de humanidad, valor y rigor. También hay mimbres buenos en esta cesta.

Me quedaba hablar de Gabriel. Lo encuentro en Aviación, postrado en el suelo y hablando con el cielo. Me acerco hasta los dos metros prudenciales y le pregunto si no le han dicho nada por estar en la calle durante el toque de queda. Yo soy amigo de todos los policías, me conocen como el Patriota, responde, y señala el semáforo, donde hay un policía. Yo he inventado los dardos que te duermen, los disparas con una escopeta al cuello y así no tienen que matar a nadie. También las balas de no sé qué, que tampoco matan... Me cuesta entenderle, en su discurso se van deslizando nombres y situaciones de la historia peruana: también me conocen como el Príncipe Yhawel, me habla ahora de la Tora, del nombre de dios, quisiera acercarme y ponerle un micrófono, otra vez será, no son tiempos de proximidad.


Gabriel, el Príncipe Yhawel, también llamado el Patriota, en su casa de La Victoria.

Detrás de Gabriel las columnas del tren muestran el trabajo de muralistas que en 2017 enriquecieron el hormigón de las columnas con su genio. Entes organizó el encuentro. Frente a la presencia habitual de artistas europeos y norteamericanos en los festivales de grafiti o muralismo, quiso que Lima reuniera a los mejores artistas del continente sudamericano, y así lo hizo. Con el único apoyo de la Línea 1 del Metro congregó, con sus sprays, a colegas de Paraguay, Colombia, Chile, República Dominicana, Ecuador, Bolivia, Puerto Rico y Perú. Hay columnas de sobra y el Ministerio de Cultura convocó a las artistas shipibos de Cantagallo: Olinda Silvano, Wilma Maynas y Silvia Ricopa, para compartir sus diseños kené, un arte femenino que sale del interior, acompañado de los ícaros −cánticos sanadores−, porque todo en los saberes amazónicos está relacionado, pero dejo eso para otra crónica que esta ya se me ha ido de extensión.

Perdonadme si no os he contado nada de mis inhabilidades culinarias ni de mis desventuras ciclísticas. Esto me pasa por ver la televisión, prometo moderarme en esta costumbre tan peligrosa, y también lo haré en la visita a los grupos de Facebook, uno de los focos más peligrosos de desarrollo de la misantropía.

Residuos del insomnio

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