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2. LA RELACIÓN DE KAFKA CON EL DERECHO74

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La relación del escritor checo con el derecho es, antes que literaria, profesional. No fue el derecho ajeno a la vida de Franz Kafka. Estudió la carrera de Leyes y ejerció profesión vinculada al mundo jurídico. El derecho, por tanto, formaba parte de su vida cotidiana y esta vivencia tiene reflejo en su obra literaria. Mas no era la suya una preocupación de jurista. Kafka mira al hombre y a la forma en que la existencia humana se encuentra condicionada por el poder, la autoridad o un sistema de leyes que, al cabo, el hombre desconoce o le resulta extraño e inaccesible. Entre sus preocupaciones, en el complejo universo kafkiano, lo jurídico, o más exactamente, lo normativo, tiene especial presencia. Como dice Lorenzo Silva, “los mundos que Kafka retrata, más allá de la escenografía de tribunales y negociados, se nos aparecen como manifestaciones de prolijos órdenes normativos, que sus protagonistas se afanan (normalmente en vano) por desentrañar y comprender”. Al margen de pasajes de su obra en los que lo jurídico tiene una presencia clara, hay un “omnipresente influjo de lo normativo en su obra”75.

Es cierto, sin embargo, que, desde una perspectiva profesional, y fuera de las incursiones literarias a que luego me referiré, no fue el derecho la pasión de su vida ni mostró especial atracción por él, y su trabajo en el Instituto de Seguros de Accidentes de Trabajo, aunque desempeñado con reconocida eficacia y pulcritud, fue siempre motivo de disgusto porque el tiempo a él dedicado lo vivía como robado a su intensa, arrebatadora y radical vocación de escritor.

Llegado el momento de acceder a la universidad, abrigó la idea de estudiar filosofía; así consta al menos en su certificado de bachillerato como elección profesional. Curiosamente, sin embargo, empezó a estudiar Química, estudios que muy pronto abandona para iniciar la carrera de Derecho, elección que obedece, fundamentalmente, a la idea de complacer el deseo paterno.

No es, por tanto, una vocación definida lo que le determina a estudiar la carrera de Leyes; en principio la elección le era tan indiferente como lo fueron las disciplinas estudiadas en el Liceo. Él mismo escribe en la Carta al padre: “Lo más práctico era buscarme una profesión que, sin herir en exceso mi vanidad, me permitiera ejercer más cómodamente esa indiferencia. ¿Y qué podía haber más adecuado que la carrera de derecho? (…) Así que estudié derecho”76. Pero afronta esta tarea con resignación y abulia. Recordaba sus días de estudiante cuando preparaba el Examen de Estado “masticando aquella horrible Historia del Derecho Romano”77, y se “alimentaba intelectualmente de auténtico serrín que, además, miles de mandíbulas habían masticado previamente”78. En octubre de 1921 escribe en su diario: “Sólo a lo insensato tuvo acceso en mí, los estudios de Derecho, la oficina, otras actividades posteriores, no menos insensatas…”79.

Max Brod recuerda la “aversión jamás disimulada de Kafka contra los estudios jurídicos”80. Ambos amigos sentían que la creación artística era la única atracción genuina81. Por ello, anhelaban un empleo con “horario simple”, o sea, sin servicio vespertino82.

Ya doctorado, el 8 de junio de 1906, entra a trabajar en un despacho de Praga, y se somete, durante un año a un período de prácticas; primero en un tribunal civil y después en un tribunal correccional, prácticas que eran obligadas para quienes tuvieran intención de trabajar al servicio del Estado. Terminado este período, en 1907 entra como auxiliar en Assicurazioni Generali. De este trabajo le disgusta su horario de mañana y tarde que le impide dedicarse a escribir. De hecho, durante los nueve meses que allí se mantiene, no escribe nada. Tiene veinticuatro años y sueña con lugares lejanos, alejados de aquella realidad chata; por aquellos días –octubre de 1907– escribe a Hedwig Weiler en una carta: “…concibo (…) la esperanza de sentarme algún día en sillones de países remotos, de contemplar plantaciones de caña de azúcar o cementerios musulmanes desde las ventanas de mi despacho; el sistema de seguros también me interesa mucho, pero lo cierto es que mi trabajo actual es triste”83.

Menos de un año permanecerá Kafka en Assicurazioni Generali. En agosto de 1908, empieza a trabajar en el Instituto de Seguros de Accidentes de Trabajo del Reino de Bohemia, y allí proseguirá hasta que la enfermedad le obliga a dejarlo en 1922. De este trabajo le atrae el horario de oficina que termina para él a las dos de la tarde, lo que le permite compatibilizarlo con sus aspiraciones literarias. Consistía su cometido en la elaboración de informes técnicos y jurídicos. En el Instituto era respetado y apreciado por todos, muy estimado como persona cumplidora, inteligente y de gran celo en el desempeño de sus funciones. Su trayectoria como funcionario lo evidencia; ingresa como auxiliar e irá ascendiendo; en 1910 pasa a ser “consultor”, en 1913 es nombrado “vicesecretario”, “secretario” en 1920, y en 1922 es ya “secretario general”. En julio de ese mismo año, obligado por su enfermedad, se jubila anticipadamente.

Sin duda, su paso por el Instituto le permite conocer de cerca el mundo de la burocracia, la forma en que la ley es percibida por los ciudadanos –especialmente los trabajadores–, la dureza de sus condiciones laborales. El propio Brod nos dice que “capítulos enteros de las novelas El proceso y El castillo deben su atmósfera realista al medio ambiente del Instituto de Seguros”84. El conocimiento directo de los sufrimientos de muchos trabajadores hacía mella en su conciencia social. “Es evidente –escribe Brod– que Kafka adquirió gran parte de su conocimiento del mundo y de la vida y, además, su escepticismo por experiencias profesionales, en su contacto con los obreros que sufrían injustamente y por el engranaje avasallador de su empleo, esto es, por la vida estacionaria de las actas”85.

“Su sentido social” –dice Brod– “se rebelaba cuando veía algún obrero mutilado a causa de las deficientes seguridades que le ofrecía su trabajo. ‘Qué modestos son estos hombres’, me dijo cierta vez con los ojos muy abiertos, ‘vienen a pedirnos algo. En lugar de destruir el Instituto y aniquilarlo todo, vienen a pedirnos algo’”86.

A pesar de que Kafka decía trabajar en un organismo que era un nido de burócratas, él no responde al estereotipo del funcionario de espíritu magro y mirada corta, todo lo contrario. Son ya ilustrativas las palabras que Brod pone en su boca y que acabamos de citar. El burócrata, dice Michel Carrouges, no piensa, no se imagina que detrás de cada papel hay “un ser vivo, un accidentado o una viuda; (…) solo ve el papeleo, incluso cuando la víctima está allí, delante de la ventanilla”. Kafka no responde a esta caracterización. Al contrario; Kafka siente “el drama humano de los trabajadores destrozados por las máquinas y torturados por los jeroglíficos de la ley”87.

Pese a su confesada animosidad hacia el mundo del Derecho, hay en su obra literaria una presencia no poco significativa de lo jurídico; algunos títulos hablan por sí solos: la parábola Ante la ley, El proceso, En la colonia penitenciaria, Sobre la cuestión de las leyes. Son temas recurrentes en la producción literaria de Kafka la ley, su carácter inaccesible, la relación del hombre con un poder sin rostro, lejano y difuso, que persigue fines propios al margen del ciudadano o la despersonalización del individuo ante esa secreción laberíntica del Estado moderno que es la burocracia.

Kafra y el derecho

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