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3. EL CONFLICTO DEL HOMO DUPLEX

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Franz Kafka sentía aversión por su trabajo en el Instituto de Seguros de Accidentes de Trabajo al que entregaba la mitad de su jornada y consumía parte de sus esfuerzos y energías. Como dice Reiner Stach, cuando a mediodía salía de la oficina, “se sentía como si hubiera vendido la mitad de su vida, como si empezara cada día de su vida a las dos de la tarde…”88.

Kafka no duda en llamar a su oficio de escribir “mi otro trabajo” o, simplemente, “mi trabajo”, porque sin duda así lo sentía, y sus tareas en el Instituto las vivía como inevitable carga difícil de soportar; el 19 de febrero de 1911 escribe en su diario: “para mí esto supone una terrible doble vida, la única salida de la cual es probablemente la locura”89.

El 21 de agosto de 1913 anota en su diario la carta que pensaba dirigir al padre de Felice, y en ella dice: “Mi empleo me resulta insoportable porque contradice mi único anhelo y mi única profesión, que es la literatura. Puesto que no soy otra cosa que literatura y no puedo ni quiero ser otra cosa, mi empleo no podrá nunca atraerme, pudiendo en cambio destrozarme totalmente”90. Pero sabe que no podría vivir solo de la literatura y que, por consiguiente, no puede prescindir de su trabajo en la compañía de seguros. El 28 de marzo de 1911, escribe en su diario: “Al margen de mis relaciones familiares, yo no podría vivir de la literatura a causa de larga gestación de mis trabajos y de su carácter insólito; además, mi salud y mi carácter me impiden asimismo entregarme a una vida que, en el mejor de los casos, sería incierta. Por ello soy funcionario de un organismo de seguros sociales”91. Descriptivo y elocuente es lo que escribe a Felice en carta de 26 de junio de 2013: “la literatura y la oficina se excluyen mutuamente, pues escribir es algo que gravita en las profundidades, mientras la oficina está allá arriba, en la vida”92.

Kafka veía, pues, su trabajo en la oficina como un enojoso estorbo para su vocación literaria; el 28 de marzo de 1911 decía en su diario: “estas dos profesiones nunca pueden tolerarse entre sí ni dar lugar a una feliz convivencia. La mejor suerte en una de ellas viene a convertirse en una gran desgracia en la otra. Si una noche he escrito algo bueno, lo quemo al día siguiente en la oficina y no puedo acabar nada. Este ir y venir es cada vez más desagradable. En la oficina cumplo con mis obligaciones externas, pero no con mis obligaciones internas, y toda obligación interna no cumplida se convierte en una desdicha que ya no se aparta de mí”93.

Estas lamentaciones y confesiones dolientes vertidas en su diario nos revelan que Kafka es uno de tantos ejemplos del homo duplex, encarnación de quienes viven esa lucha irreconciliable, ese conflicto de íntimo desgarro entre el oficio de funcionario y la pasión del escritor. No podía prescindir de lo primero, como tampoco podía sustraerse a la fuerza de lo segundo94. El primero usurpaba tiempo y fuerzas necesarias para el segundo.

Kafra y el derecho

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