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8. EL FENÓMENO KAFKA

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El fenómeno Kafka es en verdad singular, extraordinario. Estamos ante un caso notable de gloria universal póstuma. A la fecha de su muerte, en 1924, solo era conocido por un reducido número de escritores y de lectores de Praga y Viena. A este respecto, escribe Cermák: “Se movía tímidamente en la periferia (…) y en realidad nunca se abrió paso hasta el centro del acontecer artístico. Desde este punto de vista, llevó una vida de marginado literario, inflexiblemente vuelto hacia sí mismo. Sus relaciones con la vida literaria eran llevadas por sus amigos (…) Así, la obra de Kafka es ´solamente´ una condensación de alto valor artístico, del estrecho ámbito en que él mismo se movía. En realidad, es solo un minucioso relato íntimo. La muestra de su genialidad es que llegase a abarcar en él al mundo entero”119.

Pese a su embriagadora y radical vocación literaria, es lo cierto que en vida solo dio a conocer una parte mínima de su obra. Tal vez contribuyese a este resultado la proverbial resistencia de Kafka a publicar; nunca se encontraba satisfecho de sus escritos a los que él llamaba humildemente “garabatos”; era su amigo Max Brod quien tenía que animarle, casi obligarle a publicar. De esa renuencia da testimonio su editor, Kurt Wolff, cuando escribe: “El dilema de permitir o no la publicación de sus obras acompañó a Kafka toda su vida”, y para ilustrar esa afirmación transcribe estas palabras de Kafka: “La publicación de algunos de mis garabatos me inquieta siempre. (…) Max Brod, Félix Weltsch, todos mis amigos se adueñan siempre de alguna cosa que he escrito yo y luego me sorprenden con el contrato de la editorial ya listo. Yo no quiero causarles ninguna molestia y así sucede que, al final, acaban por publicarse cosas que, en el fondo, no son más que anotaciones muy personales o divertimentos. Las pruebas personales de mi debilidad humana se publican e incluso se venden porque mis amigos, con Max Brod a la cabeza, se han empeñado en convertirlas en literatura, y porque yo no tengo la fuerza de destruir esos testimonios de la soledad”120.

También cuenta Wolf que oyó de su boca lo que ningún escritor le había dicho nunca; en junio de 1912, cuando, tras una visita, ambos se despiden, Kafka le dice: “Siempre le quedaré más agradecido porque me devuelva mis manuscritos que por su publicación”121.

Según Max Brod, en este punto Kafka se mostraba vacilante, tenía sentimientos encontrados; quería y no quería; a veces primaba el rechazo122.

Cuando daba los últimos retoques a los manuscritos que consideraba ya maduros para ser publicados, la decisión de sacarlos al público llegaba después de “grandes reconsideraciones, consultas en el Grimm y desesperación por su inseguridad en materia de puntuación y otros detalles gramaticales”. Y cuando la editorial había aceptado la publicación y solo se esperaba ya el envío del manuscrito definitivo, Kafka “se mostraba lo bastante reacio para hallar que todo lo que había escrito era malo; según él, la reunión en libro de sus viejos escritos ´sin valor´ le impediría crear obras mejores. Pero yo me mantuve firme. El Diario de Kafka es testigo de sus protestas contra mí, protestas que no le sirvieron de nada. El libro debía ser y fue terminado”123.

En mi opinión, y tal como he escrito en otro lugar, es posible que “en esa renuencia de Kafka a dar a la luz su obra hubiese algo más que un mero afán perfeccionista o una permanente insatisfacción de su obra. Es posible que pesase sobre él un sentimiento de pudor, dado que en sus relatos bullía todo su complejo mundo interior; le contrariaba que se publicasen ‘las pruebas personales de mi debilidad humana’”124.

A la fecha de su desaparición, la obra de Kafka semejaba un iceberg; solo una porción mínima se dejaba ver al exterior y una parte muy importante de ella estaba inédita, sumergida bajo una deliberada ocultación del autor, tal vez por la escrupulosa insatisfacción de sus logros, tal vez por el deseo de preservar su atormentado mundo interior. Según Reiner Stach, los textos que Kafka daba por terminados y fueron publicados en vida del autor abarcan unas trescientas cincuenta páginas. Pero además, dejó escritas unas tres mil cuatrocientas páginas de anotaciones de diarios y fragmentos literarios, entre los que se encuentran tres novelas incompletas. Y a estos deben sumarse unas tres mil quinientas cartas suyas que se han conservado y a día de hoy han sido publicadas125.

Y esa reserva se hubiera perpetuado de haberse cumplido su postrer deseo de que todos sus escritos fuesen quemados, como le pidió a Max Brod. Dora Diamant también recibió igual encargo de Kafka; esta, a diferencia de Brod, respetó su voluntad y mientras yacía enfermo quemó obras a su presencia. Ella lo cuenta así: “Kafka quería quemar todo cuanto había escrito para librarse así de esos ‘fantasmas’…Era como si estuviera poseído por esa idea, una especie de tétrica obstinación… Yo respeté su deseo, y cuando tuvo que guardar cama porque estaba enfermo, quemé cosas en su presencia”126.

Es posible que, con el encargo que hizo al amigo íntimo, pretendía que no quedasen al desnudo, a la vista de todos, sus demonios, su complejo mundo interior. Si Kafka llega a imaginar todo lo que después ocurrió, es decir, que sus escritos serían tan profusa y minuciosamente analizados, es probable que hubiese insistido con más ahínco en su petición. Kafka quiso cubrirse de silencio, diluirse en él, desaparecer; sin embargo, su amigo le hizo escritor universal127.

Debemos el conocimiento del resto de su obra inédita a la luminosa, y a la vez polémica, desobediencia del amigo y albacea que, además de otros escritos, decidió salvar del fuego obras claves como El proceso o El castillo.

No deja de ser paradójico el destino final de estos dos hombres de amistad larga y profunda. Kafka no fue escritor de relieve en su tiempo; fueron escasas las obras publicadas en vida y era solo conocido en el ámbito praguense. Brod, por el contrario, fue escritor prolífico y acreditado. Pero la posteridad les reservaba suertes muy distintas. Kafka adquirió fama y renombre universal, y hoy es considerado uno de los grandes autores del siglo XX. Max Brod, sin embargo, fue cayendo en el olvido como escritor; su fama posterior ha estado vinculada precisamente a Kafka; por una parte, como autor de su biografía que, por más que pueda tener tintes hagiográficos, es referencia obligada dada la cercanía que mantenía con el biografiado; y, por otra, por su generoso, denodado y apasionado esfuerzo volcado en la publicación de su obra inédita.

Pese a los trabajos de Max Brod, es lo cierto que hay manuscritos de Kafka perdidos y ya irrecuperables. En 1924, Dora Diamant se lleva consigo a Berlín veinte cuadernos y treinta y cinco cartas de Kafka. Todo este material fue confiscado por la Gestapo con ocasión de un registro realizado en su domicilio en agosto de 1933. Hoy por hoy, se da por definitiva y lamentablemente perdido aquel material128.

En los años siguientes a su muerte, la obra de Kafka empieza a ser difundida por los existencialistas en Francia e Inglaterra. En Argentina, la editorial Losada publica obras suyas en 1939, entre ellas La metamorfosis, con traducción de Jorge Luis Borges. En España, la recepción se remonta a la década de los años veinte, con algunas traducciones aparecidas en Cataluña y en la Revista de Occidente. Pero no es hasta los años sesenta y setenta cuando empieza una más intensa difusión de la obra de Kafka en la editorial Alianza129.

La celebridad de Kafka130 y la bibliografía en torno a su obra crecen de modo portentoso. Hoy se tiene a Kafka por uno de los mayores y más excelsos escritores del siglo XX131, reconocido por eximios autores, algunos de los cuales relacionaron su obra con el advenimiento de los totalitarismos (Hannah Arendt, Walter Benjamin, Theodor W. Adorno, entre otros).

Para Nabokov “es el escritor alemán más grande de nuestro tiempo. A su lado, poetas como Rilke o novelistas como Thomas Mann son enanos o santos de escayola”132. Pero Kafka trasciende ya lo puramente literario; como dicen Camargo y Kretschmar “el nombre Kafka no solo se refiere a un escritor praguense, sino que ha pasado a ser un concepto, una especie de emblema comparable al de Mozart, Einstein o Monroe. Kafka se ha convertido en un modelo de la literatura moderna”133.

En palabras de Rodolfo Modern, “es uno de los creadores más exclusivos de un mundo novelístico actual, un discípulo de Flaubert y Kleist, que se codea con Proust, Musil y Joyce, y precursor de los nuevos caminos, alguno de los cuales transitará la novela contemporánea”134.

Varias son las razones que explican el éxito y reconocimiento de Kafka, pero podemos, con Lechte, destacar dos fundamentales: la primera es que “ha puesto el dedo en la llaga de la vida tal como transcurre en la sociedad industrial moderna”. En efecto, en su obra “se encuentra la alegoría de una sociedad sin ningún fin determinado, pero que está claramente destinada a terminar en el sentido material”. Y la segunda razón radica en que “Kafka y su obra ofrecen una percepción del modo de ser un escritor en el siglo XX”135. En efecto, no es desacertado decir, y acaso sea ese uno de los rasgos de su genialidad, que el escritor checo acertó a expresar su inquietud desesperada en términos universales, de modo que, cada uno de nosotros, al leer sus historias, ve en ellas el reflejo de la incertidumbre y la fragilidad propias136.

60. Montesinos, T., Escribir. Leer. Vivir. Goethe, Tolstoy, Mann, Zweig y Kafka, Subsuelo, Barcelona, 2017, pág. 171, escribe: “Por sí sola, la frase de Hermann Hesse sobre Franz Kafka ‘Etéreo como un sueño y exacto como un logaritmo’ contiene el poder de la síntesis y la precisión que define a un escritor que sigue fascinando como muy pocos en nuestro mundo contemporáneo”.

61. Watson, P., Historia intelectual del siglo XX, trad. D. León Gómez, Crítica, Barcelona, 2014, pág. 261.

62. Max Brod, también escritor, y Kafka se conocieron muy jóvenes. No obstante sus caracteres harto diferentes, hermanaron profundamente y su relación se mantuvo hasta la muerte de Kafka. Fue Brod su albacea literario, y en el ejercicio de tal cometido desoyó el ruego de que destruyese todos los escritos de aquel. Gracias a su desobediencia, han llegado a nuestros días textos fundamentales del escritor checo. La relación entre ambos escritores es descrita por Benjamin Balint con estas palabras: “Esta, pues, no era una mera amistad, sino un enredo literario entre dos tipos muy diferentes: un escritor de genio y un escritor de buen gusto que reconocía el genio pero no podía tener parte en él”. Balint, B., El último proceso de Kafka. El juicio de un legado literario, trad. J. Andreano, Ariel, Barcelona, 2019, pág. 33.

63. Brod, M., Kafka, trad. Carlos F. Grieben, Emecé Editores, 3.ª ed. Buenos Aires, 2000, pág. 52.

64. Fuchs, R., Recuerdos de Franz Kafka, en Max Brod, Kafka, cit. págs. 267-268. Fuchs asistió a alguna de sus lecturas públicas, y de esa experiencia recuerda que leía con una magia “quedamente desesperada”

65. Wolf, K., Autores, libros, aventuras. Observaciones y recuerdos de un editor, seguidos de la correspondencia del autor con Franz Kafka”, trad. de I. García Adánez, Acantilado, Barcelona, 2010, pág. 85.

66. Runfola, P., Praga en tiempos de Kafka, trad. A. Becciu, Barcelona, 2006, págs. 24-25; recoge las opiniones de Paul Wiegler y Franz Werfel.

67. Milena Jesenská pertenecía a una antigua familia de Praga. Fue su primera traductora de obras de Kafka al checo. Mantuvo una relación amorosa con el escritor checo que se inició en 1920 en Merano. Sobre la figura de Milena Jesenská, y su relación con Kafka, puede verse Buber-Neumann, M., Milena, trad. M.N. Grau, Tusquets, Barcelona, junio 2017. La autora y Milena se hicieron amigas en el campo de concentración de Ravensbrück. En esta obra –pág. 81– Biber-Neuman recoge un retrato de Kafka que Milena hace en su libro El camino hacia la simplicidad, publicado en 1926: “…era el hombre más singular que me he encontrado y nada me ha impresionado más en la vida que el leve atisbo de su interior. Era increíblemente honesto, pero lo ocultaba como alguien, o al menos eso creo, que se avergüenza de tener ventajas sobre los demás. Era totalmente incapaz de hacer algo que pudiera revelar cómo era en realidad; hacía las cosas más hermosas en silencio, con timidez, ocultándolo, secretamente, pero con un secreto auténtico y no de forma que sólo pudiera parecerlo (…) era demasiado bueno para este mundo (y no me da miedo esta frase, está escrita aquí con plena justicia) …”.

Blanchot, M., De Kafka a Kafka, Fondo de Cultura Económica, trad. J. Ferreiro, Méjico, 2018, pág. 202, escribe sobre la relación de Milena con Kafka: “El escritor entabló con ella una amistad que pronto fue un gran sentimiento apasionado, sentimiento este que, feliz en un principio, se agotó en tormentos y en desesperación. Al parecer este episodio fue único en su vida. Fue la única ocasión en que halló la pasión en su aspecto perturbador y con sus tempestades, su fuerza de tormenta”.

68. Kafka, F., Cartas a Milena, trad. C. Gauger, Alianza, Madrid, 2015, págs. 369-371.

69. Kafka cit., págs. 193-194

70. Praga en tiempos… cit., pág. 27.

71. Janouch, G., Conversaciones con Kafka, trad. R. Sala, Barcelona, Destino, 1999, pág. 21.

72. Conversaciones…, cit., pág. 112.

73. Conversaciones…, cit., pág. 185.

74. Fögen, M. T. refiere una serie de afinidades entre Kelsen y Kafka: “Lugar de nacimiento, medio social, origen judío, nombre de nacimiento de la madre, estudios, años de la tesis, creatividad incansable, enorme éxito, iconos del siglo XX: afinidades evidentes de los señores K. y K. y sin embargo meras coincidencias. Coincidencias curiosas pero de poca importancia frente a sus diferencias de carácter, profesiones, talentos, carrera, formas de vida y de pensar. Mas ciertamente algo los une a lo largo de sus vidas paralelas y esto quizá no sea puramente casual. El jurista estricto, rectilíneo, consecuente e inflexible y el literato hipersensible, nervioso y víctima de las pesadillas se dejan cautivar por el mismo tema en la primera década del siglo XX: la ley”. La canción de la ley, trad. F. Fernández-Crehuet López. Revisión Lisa Nottmeyer, M. Pons. Madrid, 2013, pág. 67.

75. Silva, L., El Derecho en la obra de Kafka. Una aproximación fragmentaria, Rey Lear, 2008, págs. 24-25.

76. Kafka, F., Carta al padre, trad. de J. Parra, Pról. y notas de J. Llovet, Galaxia Gutenberg, 2003, pág. 87.

77. Kafka, F. Cartas a Milena, pág. 220. Se trata de carta escrita el 9 de agosto de 1920.

78. Carta al padre, cit. pág. 87.

79. Kafka, F., Diarios (1910–1923), edición a cargo de M. Brod, trad. F. Formosa. Tusquets, Barcelona, 2010 pág. 348.

80. Brod, Kafka, cit. pág. 53.

81. Brod, Kafka, cit. pág. 54.

82. Brod, Kafka, cit. pág. 77.

83. Kafka, F., Cartas. 1900-1914, O.C. IV, dir. J. Llovet, trad. A. Kovacsics, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2018, pág. 70.

84. Brod, Kafka, cit., pág. 101.

85. Brod, Kafka, cit., pág. 101.

86. Brod, Kafka, cit., pág. 99.

87. Carrouges, Kafka contra Kafka cit. pág. 79. En el mismo lugar, escribe el autor: “Encargado del servicio de la previsión de accidentes, vuelve a hallar en él una dura realidad social que prolonga la que ya había descubierto en las relaciones entre el padre y el personal del almacén”.

88. Stach, R., Kafka, I, trad. C. Fortea, Acantilado, Barcelona, 2016, pág. 710.

89. Diarios, cit., pág. 28.

90. Diarios cit. pág. 199.

91. Diarios cit. pág. 38.

92. Kafka, F., Cartas a Felice, trad. P. Sorozábal, Nórdica, 2013, pág. 46.

93. Diarios cit., pág. 38.

94. Escribe Carlos Eymar: “Desdoblarse siempre ha sido una forma de sortear la realidad amenazadora en la que, por otra parte, se quiere participar. (…) El funcionario y el tecnócrata no han absorbido ni superado en sí mismo al poeta, como tampoco éste ha podido invalidar la fuerza utilitaria y pragmática de aquel. (…) Reencontrar el alma sin abandonar la fidelidad al mundo organizado obliga a desarrollar una doble faz. Legitimar la existencia simultánea de lo burocrático y de lo numinoso, es propio de un nuevo espécimen histórico de homo dúplex”. El funcionario poeta, Tecnos, Madrid, 1995, págs. 11 a 13.

95. Brod, Kafka, cit., pág. 98.

96. Murray, N., Kafka, trad. S. Kot, El Ateneo, Buenos Aires, 2006, pág. 83. Véase también, Marthe Robert, en Franz Kafka o la soledad, trad. J. Ferreiro Santana, Fondo de Cultura Económica, Méjico, 1993, pág. 195, nota 9.

97. Cartas a Felice, cit., págs. 276-278 y 365-366.

98. Diarios…, cit. págs. 37-38.

99. Diarios…, cit., pág. 262.

100. Diarios…, cit., pág. 142.

101. Diarios…, cit., pág. 200.

102. Kafka, F., Cartas. 1900-1914…, ob. cit., pág. 11; carta a su amigo Oskar Pollak, 20 de diciembre de 1902: “Praga no suelta. A ninguno de los dos. Esta madrecita tiene garras”.

103. La anécdota que narra Friedrich Thierberger, en Erinnerungen an Franz Kafka, Eckart 23, núm. 10-12 (octubre-diciembre, 1953), págs. 49-57, la tomo de Juan Insua, La ciutat de K. Franz Kafka i Praga. Institus d’Edicions. Diputació de Barcelona. Centre de Cultura Contemporánia de Barcelona, 1999, pág. 37; en castellano en pág. 190.

104. Marchamalo, J., Kafka con sombrero, con ilustraciones de A. Santos, Nórdica, Madrid, 2015, pág. 8.

105. Maria Ripellino, A., Praga Mágica, trad. M. Rodríguez, Seix Barral, Barcelona, 2003, págs. 69.

Por su parte, Marthe Robert, en Franz Kafka o la soledad, cit. pág. 63, nota 31, escribe: “La topografía de la ciudad anónima de El proceso es descrita con tanta exactitud que no se puede dudar de que sea Praga. Por lo demás, muchos lectores fervientes se han complacido en repetir el itinerario seguido por Joseph K. en sus peregrinaciones. Todavía en la actualidad, basta con salir de la ciudad para encontrar el populoso cuartel en que el héroe, por iniciativa propia, va a buscar su tribunal; incluso se puede reconstruir el camino de su ‘calvario’ y situar aproximadamente el terreno baldío en que es apuñalado ‘como un perro’”.

106. Vid. Insua, J., La ciutat de K. Franz Kafka…cit. págs. 9 y 190, y Ripellino, ob. cit. págs. 69-70.

107. Steiner, G., Lenguaje y silencio, trad., M. Ultorio, Gedisa, Barcelona, 2013, pág. 151.

108. Según Wagenbach, Franz Kafka: Una biografía, trad. J. Parra, en “Obras Completas de Franz Kafka”, Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, t. I, 1999, ob. cit., O.C. I., pág. 90, ambos, estilo y temática, “son impensables sin Praga”.

109. Ob. cit., pág. 68.

110. Sabato, E., El escritor y sus fantasmas, Austral, Barcelona, 2011, pág. 102.

111. Salmerón, M. en Introducción … cit., pág. 24. Para Cermáck, ob. cit., pág. 171, el lenguaje “frío y cristalino” utilizado por Kafka, presenta “de modo aparentemente realista, exacto y minucioso, hechos de la vida real, hechos que a pesar de su sencillez nos parecen extraños e incomprensibles, pero que no son más que símbolos de seculares enigmas universales de la condenación eterna del hombre”. Transcribe también palabras de Vojtech Jirát, el cual añade: “La helada objetividad que se mantiene consecuentemente y la presentación serena y desapasionada diferencian llamativamente a Kafka de otros novelistas expresionistas”.

112. Franz Kafka, revalorado…cit., pág. 174. También en Kafka, en “La tradición oculta”… cit., págs. 89-90.

113. Gauger, C., Introducción a Cuadernos en octavo, Alianza, Madrid, 2.ª edición, 2018, pág. 15: “Queda el lenguaje. Lo más bello, lo más asombroso de Kafka. Su lenguaje preciso y burocrático, austero y riguroso, y al mismo tiempo milagrosamente claro, transparente y misterioso. De una musicalidad inalcanzable”.

114. Izquierdo, L., El proceso de Franz Kafka en “La literatura admirable. Del Génesis a Lolita”, dir. Jordi Llovet, Pasado y Presente, Barcelona, 2018, pág. 241.

115. Ob. cit. págs. 182-183.

116. Es curiosa, por su valor premonitorio, la anotación hecha por Kafka en su diario el 9 de octubre de 1911: “Si llego a los cuarenta años, probablemente me casaré con una chica ya mayor, de dientes superiores salidos, algo descubiertos por el labio de arriba. (…) Pero difícilmente llegaré a los cuarenta…”.

117. Así lo cuenta Rudolf Fuchs en su Recuerdos de Franz Kafka, publicado como apéndice III en la biografía de Kafka escrita por Max Brod, ya citada.

118. Diamant, K., Dora Diamant, El último amor de Kafka, trad. B. López-Buisán, Circe, Barcelona, 2005, pág. 153.

119. Cermák, J., Franz Kafka (La acogida de Kafka en Bohemia entre 1920 y 1948), Revista de Occidente. Febrero, 1969, Núm. 71, pág. 161.

120. Wolff, K., Autores, libros, … cit., págs. 86-87.

121. Ob. cit., pág. 85.

122. Kafka, cit., pág. 146.

123. Kafka… cit., pág. 146. En el postfacio a la primera edición de El proceso, dice Brod que “casi todo lo que Kafka publicó, se lo arranqué yo con astucia y con mi capacidad de persuasión”. Y más adelante añade: “Había que superar muchas resistencias antes de que llegara a publicarse un libro suyo”. Vid. Postfacios de Max Brod, a la edición de El proceso de Alianza Editorial, Biblioteca Kafka, trad. F. Formosa,, 2000, págs. 269-270.

124. Picatoste, J., Más Kafka, Faro de Vigo, 9 de junio de 2019.

125. Ob. cit., págs. 18-19. Dice Torrents –Sobre la carta al padre, en la edición de Carta al padre, de F. Kafka, Lumen, Barcelona, 1974, pág. 101– que este ingente material constituye “una literatura, casi siempre exenta de futilidades, que debemos considerar formando un todo homogéneo con su autor, escritor por encima de todo, y con el resto de su obra”.

126. Diamant, K., ob. cit. pág. 301. Vid. también Balint., ob. cit. pág. 259, que refiere como fuente a J. P. Hodin, Memories of Franz Kafka, Horizon, enero 1948, nota 1 del capítulo 8, pág. 259.

127. Escribe M. Blanchot, De Kafka…, ob. cit., pág. 79: “Kafka tal vez quiso destruir su obra porque le parecía condenada a profundizar el malentendido universal. Cuando se observa el desorden en que se nos entrega esa obra, lo que se nos da a conocer de ella, lo que se esconde, la luz parcial que se proyecta sobre tal o cual fragmento, la dispersión de textos de suyo inconclusos y que cada vez se dividen más, que se reducen a polvo, como si se tratara de reliquias cuya virtud fuera lo indivisible, cuando vemos esa obra más bien silenciosa invadida por la charlatanería de los comentarios, esos libros impublicables constituidos en materia de publicaciones al infinito, esa creación intemporal trocada en una glosa de la historia, llegamos a preguntarnos si el propio Kafka había previsto tal desastre en un triunfo. Su deseo tal vez haya sido desaparecer discretamente como un enigma que quiere hurtarse a las miradas”.

128. Dora vivió en Alemania hasta 1936 y luego tres años en la Unión Soviética. Emigró a Inglaterra poco después de empezar la guerra mundial y allí muere en 1952, a los 54 años de edad. Según Balint, ob.cit., pág. 259, nota 1 del capítulo 8, Brod hizo gestiones a través del poeta judío checo Camill Hoffman para la búsqueda y recuperación de esos papeles. Lamentablemente, sin éxito alguno. Veinte cuadernos escritos por Kafka, suponen la pérdida de un material sin duda valiosísimo. Por cierto, Balint sitúa la fecha del saqueo en el domicilio de Dora Diamant en marzo de 1933, y no en agosto de ese año como figura en la obra antes citada de Kumpfmülle.

Resulta curioso advertir cómo las reservas respecto de Kafka y su obra en los países del bloque comunista se prolongaron en el tiempo. Con relación a principios de los años 70, cuenta Jordi LLovet su visita a Praga donde llevó a cabo gestiones para conseguir una entrevista con una sobrina de Kafka, Vera Saudekova, hija de Ottla que era la hermana preferida del escritor checo. Escribe LLovet: “En aquel tiempo dedicarse y querer escarbar, en Praga, en todas las circunstancias de su persona y de su obra era una tarea peligrosa, además de casi imposible, porque Praga era, entonces, una ciudad ocupada por las tropas y por la ideología soviéticas, que habían prohibido la difusión de la obra del autor. Vera Saudekova lo tenía muy en cuenta y solo recibía a aquellas personas que la visitaban, por así decirlo, con un salvoconducto. Por ello, tuve que visitar, para empezar, a uno de los kafkólogos más eminentes de la ciudad, Josef Cermák…” Este le puso en contacto con un profesor de la Universidad Carolina, “y fue este profesor quien, desde una cabina telefónica, y con enorme precaución, realizó una llamada a la sobrina de Kafka para decirle que un joven investigador español tenía mucho interés en visitarla”. Llovet, J., Adios a la universidad. El eclipse de las Humanidades., trad. A. Fuentes, Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, Barcelona, 2011, pág. 67. Vid. También la “Nota final” de La grandeza de la vida, de Michael Kumpfmüller, trad. B. Santana, Tusquets, Barcelona, 2015, pág. 265, obra que recrea la relación entre Kafka y Dora Diamant.

129. Sobre la recepción de la obra de Kafka en España puede verse con detalle en Acosta, L, en la Introducción a El castillo de F. Kafka, en la 5.ª edición de Cátedra, Madrid, 2010, págs. 102 a 108.

130. Curiosamente, como dice Unseld, J., Franz Kafka. Una vida de escritor¸ trad. J. M. Mínguez, Anagrama, Barcelona, 1983, pág. 9, “el impacto mundial de la obra de Franz Kafka se basa fundamentalmente en aquellas publicaciones que no adquirieron, en vida del autor, una forma definitiva y cuyo destino, en su testamento, era ser destruidas…”.

131. “Un escritor, en verdad, de lo más singular en la modernidad, quizá el más oscuro y el más influyente, y ello aun cuando el propio Kafka se tuvo a sí mismo por el más insignificante y humilde”. Moreno Claros, L. F., Epílogo. Kafka y su relato más infernal, en “La colonia penitenciaria”, Acantilado, Barcelona, 2019, pág. 142.

132. Nabokov, V., Franz Kafka (1883–1924)¸prólogo a La metamorfosis, trad. J. J. del Solar, Gredos, Madrid, 2011, pág. 14. Lógicamente, con el vocablo “alemán” no se refiere a la nacionalidad, sino a la condición de escritor en lengua alemana. También en Curso de literatura europea, del mismo autor, Ediciones B, Barcelona, 1996, pág. 367.

133. Camargo, A. y Kretzschmar, B. En la Introducción a la edición de “La transformación y otros relatos” de Cátedra, Madrid, 2013, pág. 10.

134. Modern, R., Franz Kafka y Georg Trakl: Una comparación, Revista de Occidente, año 1983, núm. 26, págs. 89-90. Para Julio Cortázar – Clases de Literatura. Berkeley, 1980, Ed. A. Bernárdez y C. Álvarez Garriga, Debolsillo Barcelona, 2016 (2.ª reimp. 2017), pág. 123, Franz Kafka “es el maestro indiscutible en este siglo de eso que se me ocurre llamar realismo simbólico”.

135. Lechte, J., 50 pensadores contemporáneos esenciales, Cátedra, Madrid, 1996, págs. 305.

136. Cassese, A., Kafka é stato con me tutta la vita, Il Mulino, Bolonia, 2014, pág. 25. En esta misma línea, Manuel Penella habla de una “penetración de lo kafkiano en el ánimo colectivo” en la medida en que son muchos los hombres que, como Kafka, “se sienten extranjeros en un mundo extraño y sin la menor esperanza de redención”. Radica aquí una de las razones de la universalidad del escritor checo: en su obra “los hombres del siglo siglo XX pueden reconocerse como en un espejo”. Penella, M., Franz Kafka, Ediciones Urbión, Madrid, 1984, pág. 198.

Kafra y el derecho

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