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I Introducción

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Derecho, ley, poder. A modo de justificación.

Tal vez se pregunte el lector si hay razón para hablar –o escribir– sobre Kafka y el derecho. ¿Existe acaso algo que los relacione? Sin duda. Una parte nada desdeñable de la obra de Franz Kafka no es sino una incisiva reflexión acerca del hombre ante manifestaciones diversas del acontecer jurídico: la ley, el poder, la autoridad, la burocracia. Se ha dicho, y con sobrada razón, que el poder es uno de los grandes “temas que estremecen el corazón del hombre”1. Que la relación del hombre con el poder ha sido una preocupación constante del escritor checo es indudable, y así se ha puesto de relieve por no pocos estudiosos de su obra. Afirma Elías Canetti que “de todos los escritores, Kafka es el mayor experto en materia de poder; lo ha vivido y configurado en cada uno de sus aspectos”2. No en vano se ha destacado que la especial sensibilidad de Kafka para el conocimiento de lo oculto, y su singular capacidad para “captar complejos aspectos de la existencia y expresarlos, se fundamenta en un conocimiento profundo de las múltiples formas en que se manifiesta el poder, en un instinto sutil orientado hacia el discernimiento de lo justo y lo injusto y en un amor insobornable a la verdad”3.

Y siendo el poder tema al que Kafka prestó especial atención no ha de extrañar en modo alguno que se ocupara también del derecho, porque es evidente la estrecha relación que hay entre ambos. Quien dirija su mirada reflexiva hacia el poder, se topará, antes o después, con el derecho y la ley. Y no podía ser de otra forma; el derecho, entendido desde una perspectiva axiológica, es decir, como ordenamiento basado en un determinado mundo de valores, es anterior a la ley, a la norma, y solo cuando se incardina en un aparato de poder –por ejemplo, el Estado– se convierte en regla imperativa4. En este sentido, es harto elocuente la definición de Estado que Bobbio toma de Mortati: “El Estado es un ordenamiento jurídico para los fines generales que ejerce el poder soberano en un territorio determinado, al que están subordinados necesariamente los sujetos que pertenecen a él”5.

Para Duverger, derecho y poder son nociones inseparables6. El poder se expresa a través del derecho positivo, que es instrumento del que se vale aquel. “El contenido de las reglas de derecho expresa la voluntad de poder”. Para explicar gráficamente el estrecho vínculo entre ambos, dice Duverger que “el derecho positivo es al poder lo que la palabra es al hombre (…) Él es el mismo poder”7. Y es que, como dice Laporta, “entre poder y derecho se dan relaciones muy estrechas. Parece fuera de toda discusión que quien crea y pone en vigor las normas del derecho está ejerciendo un cierto poder. Pero también se tiene por cosa sabida que aquellos que tienen poder son los que determinan cuál ha de ser el contenido del derecho”8. Es claro que quien aspira a detentar el poder quiere, en última instancia, hacerse con el dominio de las fuentes del derecho. Decía el maestro Federico de Castro que “la lucha será siempre por la conquista de una situación en la organización jurídica que suponga la atribución o reconocimiento del poder normativo primario o decisivo”9.

Ley, poder, autoridad, son, en suma, parajes diversos del Derecho, modos o formas distintas de expresión de lo jurídico. Todos ellos tienen una presencia muy significativa en la obra del escritor checo. La ley constituye, sin duda, “uno de los conceptos esenciales en la obra de Franz Kafka dentro del ámbito del poder”10, de ahí que Walter Benjamín, con ilustrativo grafismo, dijera que Kafka “tropieza en todas partes con la ley; sí, se podría afirmar que tiene la frente ensangrentada de tropezarse contra ella”11. Ahora bien, importa sobremanera poner de relieve que lo que interesa a Kafka no es el poder visto desde la experiencia de quien lo detenta, sino desde la óptica y vivencias de quien lo padece, ese poder “que se hace cada vez más opaco”, al tiempo que “exige que la vida de los ciudadanos sea cada vez más trasparente”12, un poder, en suma, que tiende a cosificar al hombre, dominarlo y someterlo, borrando para ello los rasgos de cada individualidad a fin de que esta se diluya, anónima, en una masa uniforme, dócil, acrítica, sin capacidad de reacción frente a las deviaciones del poder13.

La vida moderna mantiene vivos los rasgos que identifican la visión que del poder y del hombre tuvo Kafka, aquellos que, según Kundera, son propios de los Estados totalitarios: “la concentración progresiva del poder, que tiende a divinizarse; la burocratización de la actividad social, que transforma todas las instituciones en laberintos sin fin; la consiguiente despersonalización del individuo”. Las novelas de Kafka, sigue diciendo Kundera, “son la hipérbole onírica e imaginaria y el Estado totalitario es la hipérbole prosaica y material de ello”. Pero debemos estar alerta porque en los regímenes democráticos alumbra ya la misma patología de una creciente burocratización y despersonalización del individuo; “todo el planeta se ha convertido en el escenario de este proceso”14.

El hombre de Kafka es el hombre nuevo que se perfila en los albores del siglo XX. Si la Ilustración había hecho de la racionalidad y la voluntad libre la esencia del ser humano, “en el siglo XIX la industrialización, las aglomeraciones humanas, las tensiones nacionalistas, el auge capitalista y la burocratización cambiaron enormemente el panorama y pusieron en tela de juicio la equivalencia de hombre y ser libre. El hombre, que se pretendía libre, se topa una y otra vez con la experiencia de la alienación”15.

Como escriben Obarrio y de las Heras, la tarea que Kafka nos propone es que la vida de los hombres “no se sienta continuamente amenazada por un inaccesible Poder que le observa, le juzga y le sentencia inmisericordemente, o para que el reo llegue a tener defensa y conocimiento de la causa, es preciso que los andamios de la vieja sociedad den paso a unas nuevas vías en la que las libertad de las conciencias y los derechos puedan circular sin más cortapisas que las que impongan la Ley y la Justicia”16.

Con razón la obra de Kafka ha sido definida como “una sátira social de un género sin precedentes, como primera revelación de la fantasmagoría social”17. Está en lo cierto Ernest Fischer cuando afirma que sus novelas “no son pesadillas sin fundamento; son una realidad vivida por millones, presentada en una caricaturización satírica y fantástica, un mundo de una concentración sin precedentes de todos los poderes, y de individuos desvalidos, un mundo en que las masas están dominadas por la sensación de que el individuo no puede influir lo más mínimo en las grandes decisiones”18.

Como colofón, y a modo de corolario de las razones diversas que justifican la elección del tema, recordaré al poeta W. H. Auden: “Si me preguntaran qué poeta representa mejor nuestro tiempo, del mismo modo en que Dante, Shakespeare o Goethe representaron el suyo, tengo que nombrar en primera instancia a Kafka… Es tan importante para nosotros porque sus problemas son los problemas del hombre de hoy”19.

1. García de Enterría, E., La lucha contra las inmunidades del Poder en el derecho administrativo (Poderes discrecionales, poderes de gobierno, poderes normativos), Thomson Civitas, Madrid, 3.ª ed., reimpresión de 2004, pág. 13.

2. Canetti, E., El otro proceso de Kafka, trad. M.Faber-Kaiser y M.Muchnik, Madrid, Alianza, 1983, pág. 136.

3. Hernández Arias, J. R., Prólogo a “Cuentos Completos” de Franz Kafka, Valdemar, Madrid, 2015 (7.ª impresión), pág. 16.

4. Grossi, P., La primera lección de Derecho, trad. C. Álvarez Alonso, Marcial Pons, Madrid, 2006, pág. 32.

5. Bobbio, N., Estado, gobierno y sociedad. Por una teoría general de la política, trad. José F. Fernández Santillán, Fondo de Cultura Económica, Méjico, 2006, pág. 128. La cita de C. Mortati está tomada de Instituzione di diritto público, Cedam, Padova, 1969, pág. 23.

6. Duverger, M., Instituciones políticas y Derecho constitucional, pról. de P. Lucas Verdú, Ariel, Barcelona, 1962, pág. 40.

7. Duverger, ob. cit., pág. 48. Claro exponente de la existencia de un íntimo vínculo entre derecho y poder, lo es el hecho de que muchos autores que han escrito sobre las leyes lo hicieran también sobre la actividad política, conscientes de que aquella y esta caminan de la mano a lo largo de la historia. Véase, por ejemplo, a Platón con sus dos obras: Las Leyes y La República; de estas, nos dice Bobbio que “cabe considerar ejemplarmente como una obra de derecho la una y como una obra de política la segunda, y que se completan entre sí aunque en planos distintos”. Y sigue el maestro italiano recordándonos a Cicerón con De legibus y De república, a Pufendorf y su De iure naturae et gentium, o a Hegel, cuyas Líneas fundamentales de la filosofía del derecho llevan como subtítulo Derecho natural y ciencia del Estado o, en fin, a Kelsen con su Teoría del derecho y del Estado. Se trata, pues, de autores que simultanean o alternativamente estudian la filosofía del derecho y la ciencia política. El mismo Bobbio nos dice que en sus escritos sobre la democracia, su historia, sus límites y sus posibles desarrollos ha “tratado de tener en cuenta los resultados alcanzados tanto por los juristas como por los estudiosos de la política en torno a los principales temas y problemas que el gobierno de los regímenes democráticos plantea”. Bobbio, N., Derecho y poder, en “De senectute”, trad. E. Benítez, Taurus, Madrid, 1997, págs. 193-194.

8. Laporta, F. J., Poder y Derecho, en “El derecho y la Justicia”, ed. E. Garzón Valdés y F.J. Laporta, Trotta, Madrid, 1996, pág. 441. Y más adelante (pág. 446), añade: “…el poder, al menos en sus formas más importantes de expresión, no es un fenómeno individual que pueda ser descrito en términos de puros hechos, sino que es un fenómeno colectivo del que solo podemos dar cumplida cuenta si tenemos en cuenta la presencia de normas en la vida social. El poder es algo inserto en la estructura misma de las sociedades y creado y producido por prácticas sociales complejas de naturaleza normativa”. Las cursivas corresponden al autor.

9. De Castro y Bravo, F., Derecho civil de España, T. I, Madrid, 2.ª edición, 1949, pág. 340.

10. La Rubia de Prado, L., Kafka: el maestro absoluto, Universidad de Granada, Granada, 2002, pág. 65; más adelante dice: “El poder –así como la ley– es uno de los temas recurrentes, una constante en la narrativa kafkiana y alcanza todas las dimensiones en las cuales el ser humano despliega su actividad: la familia, el amor, el trabajo, su relación con lo divino” (pág.145).

11. Citado por Theres Förgen, M., La canción de la ley, M. Pons, Madrid, 2013, pág. 67.

12. Kundera, M., En alguna parte ahí detrás, en “El arte de la novela”, trad. F. Valenzuela y M.ª Villaverde Tusquets, 4.ª ed., 2012, pág. 133.

13. Una sociedad embotada, sin capacidad de contestación a las vulneraciones de derechos constitucionales, acrítica y no exigente con el poder es un riesgo para la democracia. Escribe Ferrajoli: “Una democracia puede quebrar aún sin golpes de estado en sentido propio, si sus principios son de hecho violados o contestados sin que sus violaciones susciten rebelión o, al menos, disenso”. Ferrajoli, L., Poderes salvajes. La crisis de la democracia constitucional, Pról. y Trad. P. Andrés Ibáñez. Trotta, Madrid, 2011, pág. 22.

14. Kundera, M., En alguna parte…, págs. 129-130. La cursiva es del autor. Para Sánchez Meca, D., Conceptos en imágenes. La expresión literaria de las ideas, Avarigani, 201¸ pág. 204. La obra del escritor checo refleja “la realidad de una época en la que los individuos se sienten desamparados y solos frente a un poder inmenso y misterioso que exige el sacrificio de sus vidas”.

15. Salmerón, M., Introducción a La metamorfosis y otros relatos de animales, F. Kafka, Austral, Madrid, 2010, pág. 26.

16. Obarrio Moreno, J. A. y de las Heras Vives, L., El mundo jurídico en Franz Kafka. El proceso, Dykinson, Madrid, 2019, pág. 53.

17. Carrouges, M., Kafka contra Kafka, trad. M. T. Vernet, ed. Eler, Barcelona, 1965, pág. 95.

18. Fischer, E., Literatura y crisis de la civilización europea, Barcelona, 1984. Citado por La Rubia, L., en Kafka y el cine. La estética de lo kafkiano en el séptimo arte, Biblioteca Nueva, Madrid, 2011, pág. 72. Dice Hannah Arendt: “El tema principal de las novelas de Kafka es el conflicto entre un mundo que adopta la forma de esa maquinaria de funcionamiento impecable y un protagonista que intenta destruirla”. Arendt, H., Franz Kafka, revalorado, trad. J. Parra, en Obras Completas, Franz Kafka, t. I, 1999, pág. 186. Vid. también, de la misma autora, Kafka, en “La tradición oculta”, trad. V. Gómez Ibáñez, Paidós, Barcelona, 2004, pág. 100.

19. Tomo la cita de Wolf, K., Autores, libros, aventuras. Observaciones y recuerdos de un editor, seguidos de la correspondencia del autor con Franz Kafka”, Trad. I. García Adánez, Acantilado, Barcelona, 2010, pág. 93.

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