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VISLUMBRANDO NUEVOS PROYECTOS

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La gestación de este proyecto, como la de casi toda la obra del autor, ha sido la de un desarrollo de largo recorrido que se puede rastrear hasta el año 1980, pero que empezó a tomar una forma más concreta a principios de los años noventa. En una entrevista publicada en la revista Animage, en octubre de 1993, Miyazaki explicaba al director Mamoru Oshii que quería hacer una historia de amor sin dobleces, franca, pero que, dirigirla o no, dependería de las circunstancias. El punto de partida, así, sería un amor que permanecería contra viento y marea, a pesar de que el mundo perdiera su dogma. La idea empezó a tomar cuerpo en la mente de Hayao Miyazaki mientras trabajaba en otros proyectos para Studio Ghibli.

Fue en plena producción de Susurros del corazón –ópera prima de Yoshifumi Kondō en la que Miyazaki colaboró como guionista y director de la secuencia fantástica–, cuando su productor y amigo Toshio Suzuki le interrogó sobre cuál podría ser su siguiente largometraje. En ese momento, el animador barajaba dos ideas muy distintas: Boro, la oruga y Mononoke hime2. La primera giraba en torno a un insecto que descubre el mundo por primera vez, mientras que la segunda era una adaptación cinematográfica de un relato corto ilustrado que el cineasta había creado en 1980 y que se publicó por primera vez en el libro recopilatorio Hayao Miyazaki Image Board (1983). Mononoke hime tenía la doble cualidad de ser una adaptación a la japonesa del famoso cuento de La bella y la bestia de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont y de estar enmarcado dentro del jidaigeki, un género en el que Ghibli no se había adentrado nunca.


Portada de Hayao Miyazaki Image Board (1983).

Tras escuchar ambas propuestas, Suzuki le ofreció tres razonamientos para ayudarle a decidirse. En primer lugar, Miyazaki empezaba a hacerse mayor; ya estaba en la cincuentena y si quería hacer una película de acción tenía que ser en ese momento o nunca sería capaz de volver a asumir un proyecto de esas características. En segundo, los empleados de Studio Ghibli, que ellos mismos se habían encargado de formar, ya habían pulido su técnica y esto permitiría que el largometraje contara con una gran calidad. Y en último término, las finanzas de la compañía se encontraban en su mejor momento. Si querían hacer un filme de gran presupuesto, era el momento adecuado para buscar una inversión económica fuerte en la nueva aventura cinematográfica de Ghibli.

A todas estas argumentaciones Toshio Suzuki añadió que: «Si pones todo tu empeño en realizar la película, me dejaré la piel para venderla» (Miyazaki, 2014a: 44). Ante lo que Miyazaki consideró como una genuina amenaza, el animador confesó entre risas que no tuvo más remedio que ponerse manos a la obra y hacer La princesa Mononoke.

Biblioteca Studio Ghibli: La princesa Mononoke

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