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EL ORIGEN DE LA IDEA

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La primera referencia clara a la creación de un jidaigeki ambientado en la era Muromachi (1338-1573) la encontramos en una larga entrevista entre Hayao Miyazaki y el cineasta Akira Kurosawa. Conocedor de la admiración que el primero profesaba por el segundo, la cadena japonesa Nippon TV propició un encuentro entre ambos que se emitió el 6 de mayo de 1993 con el nombre de Miyazaki Meets Kurosawa. En un momento dado de la conversación, Miyazaki confesó que llevaba mucho tiempo queriendo hacer un jidaigeki pero que le parecía extremadamente difícil. Kurosawa le propuso que centrara sus energías en una adaptación japonesa de William Shakespeare bajo la forma de un jidaigeki –método que el veterano director había usado en películas como Trono de sangre (Kumonosu-jō, 1957) o Ran (1985)–. Después de unos momentos de reflexión, el animador le preguntó a Kurosawa: «¿Qué le parece Muromachi?». En un artículo escrito por Sayuri Harada se afirma que el germen de la película surgió precisamente en esta conversación (Harada, 1999: 171). Si bien es cierto que la adscripción de La princesa Mononoke a este periodo medieval de la historia japonesa pudo tomar su último impulso gracias a este frente a frente televisivo entre los dos titanes del cine, la idea de situar un relato en este contexto histórico llevaba mucho tiempo gestándose en la mente de Hayao Miyazaki.

La historia de Mononoke hime se retrotrae al año 1980. En esta época, el dibujante estaba contratado por la compañía Telecom Animation; el estudio tenía pocos proyectos en ese momento, lo que dejó a Miyazaki con mucho tiempo libre para dejar volar su imaginación. Este periodo de tiempo, corto pero intenso, le permitiría dar forma a multitud de temas, diseños y motivos que iría retomando, moldeando o rediseñando para sus proyectos venideros (Miyazaki, 2014b: 98). Una de las ideas que le tuvo más embebido en aquel entonces fue precisamente la de Mononoke hime, una historia que intentó vender a una cadena de televisión, sin éxito, al ser considerada demasiado oscura, y que terminó apareciendo junto a otros bocetos e ideas en Hayao Miyazaki Image Board.

Cuando Miyazaki, con la ayuda de su productor Toshio Suzuki, decidió desempolvar el proyecto, Studio Ghibli lanzó una primera y tempranísima estrategia promocional, a finales de diciembre de 1993, para vender al público japonés la nueva película en desarrollo de la compañía: reeditar la historieta a todo color en una edición de lujo y gran tamaño. Con todo, a pesar de la cuidada planificación de Ghibli, el desarrollo de la idea original demostraría ser mucho más complejo de lo esperado, debido a un cúmulo de circunstancias internas y externas que pondría la adaptación del cuento ilustrado en punto muerto.

Mononoke hime era, como ya hemos dicho, una peculiar versión de La bella y la bestia adaptada al medievo japonés. Sin embargo, la premisa original del relato, según Miyazaki, no giraba tanto en torno a una historia de amor entre un ser monstruoso y una hermosa joven, sino como en torno a la idea del parricidio; un parricidio simbólico que en la obra del dibujante adquiría tintes nacionales al convertirse en una alegoría de lo que el cineasta consideraba que Japón debía hacer con su propio legado histórico –erradicarlo y construirlo de nuevo–. Esta parábola pasaba por un parricidio figurado en el que la expiatoria muerte del padre a manos de la pareja protagonista se leía como el único medio de erradicar los horrores de la guerra. Al reflexionar sobre este tema, Miyazaki confesaba: «Aún sigo creyendo que Japón no puede evolucionar sin un acto simbólico de parricidio» (La princesa Mononoke, 2003).


Portada de Mononoke Hime (1993).

Biblioteca Studio Ghibli: La princesa Mononoke

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