Читать книгу ¿Qué hace un psicoanalista en un hospital? - Lorena Aguirre - Страница 12
LO SUBJETIVO EN EL ÁMBITO DE SALUD
ОглавлениеDesde este marco de reflexiones, ¿qué se observa en un hospital? ¿Qué llega a la internación y a la consulta? En estas coordenadas históricas y sociales, trabajamos las llamadas “patologías o padecimientos actuales”. Desde la ventana de un hospital público se ven NNyA que se construyen con la presencia de pantallas, desplazando el lugar de la palabra y el vínculo, con efectos en la constitución psíquica. Llegan a consulta niñeces con dificultades tempranas, con problemas en la adquisición del lenguaje, en el aprendizaje, en el lazo social. Adolescentes con consumos problemáticos, cortes y actos contra su propia vida. Se ve la exposición e intromisión de la sexualidad adulta: los abusos, el narcotráfico, el maltrato infantil y la violencia. Esta realidad no tiene límites ante la falta de propuesta simbólica de los adultos y la intolerancia a lo diferente. El maltrato, los abusos, la discriminación, el desvalimiento, la falta de auxilio y el desamparo de estos pequeños sujetos se escucha por doquier.
Algunos autores argentinos del campo de la Salud Mental describen lo epocal, donde se evidencia que la tecnología ha ganado terreno, quitado el tiempo y el espacio para el encuentro con el otro y generado un declive del amor, del deseo y la sexualidad. Todo es considerado un bien de consumo desde el individualismo y el hedonismo; esto también afecta al adolescente en su búsqueda de proyectos vocacionales, ya que se satura el deseo y genera sensación de vacío (Cardozo, 2017).
Hay un contexto social en el que impera el modelo de la máquina, la pantalla y la urgencia y la idea de la eficiencia. La premura dificulta los tiempos, el armado de sueños y fantasías, en tanto los períodos de espera abren la imaginación. Esta urgencia no da lugar a las palabras. Todo es pantallas. Así, el espacio para la lectura se debilita y aparecen otros formatos que no la sustituyen. No es cuestión de demonizarlas, sino de entender que los niños necesitan actividades en las que su cuerpo y su subjetividad estén involucrados de otro modo (Petit, 2013).
Parte de lo epocal es lo poco que se les habla a los niños y adolescentes: no se les cuentan cuentos, relatos ni historias familiares. En esta sobredosis de imagen, no se produce la transmisión cultural oral, ya que los adultos no están pudiendo “presentar su mundo” a las nuevas generaciones; no logran transmitir su historia, sus recuerdos, qué es importante para ellos. En este escenario, podría hipotetizarse que lo que estos padres o adultos a cargo transmiten es esta misma dependencia de la imagen. La escena es clara: como la palabra requiere de un tiempo y ese tiempo no debe ser “apurado” –como asegura María Elena Walsh–8 estas escenas familiares quedan capturadas por la imagen y reinante la propuesta cultural del consumo. En términos generales, de esta manera, en las infancias y adolescencias actuales las compulsiones se manifiestan rápidamente, delatando un déficit en las ligaduras. Es necesario brindar marcos simbólicos a estas nuevas generaciones (Minnicelli, 2017).
Al bebé de seis meses se lo pone frente al celular para que se entretenga y no se le brinda disponibilidad9 ni tampoco palabras. Impera la imagen que, como afirma Janin (2017), no tiene en cuenta los tiempos ni las reacciones del niño y lo convierte en un espectador pasivo frente a estímulos rápidos. El pequeño no puede manejarlo y es fundamental poner en juego la pulsión de dominio, de usar su cuerpo y la mano, que es vital para aprender. Los que trabajamos con infancia sabemos que el primer pensamiento es cinético, es explorador. Junto a esta característica de época se suman otras más, como cierta idealización de la infancia donde parece que el niño puede solo; la intolerancia al sufrimiento; la desvalorización del juego; la velocidad de la información; la urgencia para resolver los problemas en el “ya y ahora” (Janin, 2011, pp. 59-73).
¿Qué sucedía antes? La historiografía de la infancia brindada por Ariès (1987) muestra que, a lo largo de la historia, el sujeto infantil siempre ocupó un lugar de objeto y, de acuerdo a las características de la época, este adoptó matices feroces (objeto-desecho, objeto de investigación, objeto de fascinación, objeto de consumo, objeto de maltrato). A su vez, la historia de la infancia está relacionada íntimamente con la de las formas familiares, ya que la familia, como sujeto histórico, era y es un hecho no solo demográfico, sino también económico, jurídico, cultural y de organización social que contiene de manera intrínseca cambio y tradición, novedad y hábito (Cicerchia, 2006). De este modo, históricamente, “la historia de la infancia es una pesadilla de la que solo hemos despertado hace muy poco” (DeMause, 1974), ya que la infancia aún porta las resonancias de una historia donde los niños eran expuestos a la muerte violenta, el abandono, los golpes, el terror y los abusos sexuales. La infancia debe tener exilios obligatorios, sostiene Minnicelli (2021): exilio del sexo, del trabajo y la violencia que, lamentablemente, todavía son realidades presentes.
El concepto de salud también se fue complejizando a lo largo de la historia y, si bien existe aún el discurso hegemónico médico descripto por Menéndez (1988), el que menciona el Artículo tres de la Ley Nacional de Salud Mental y Adicciones Nº 26657 marca un tiempo distinto en el conocimiento de los procesos de atención en salud que colaboran significativamente en el abordaje de la complejidad que llega a un hospital. El artículo mencionado, junto al Artículo cuatro, son transformadores no solo porque quiebran el paradigma positivista sino también porque proponen el pensamiento complejo junto a la perspectiva de derecho, donde la presunción de capacidad de todo sujeto y el foco en lo subjetivo plantean un viraje radical de las prácticas.
En nuestros tiempos del siglo XXI, diferentes matices describen las coordenadas de trabajo. Siguen existiendo niños soldados, niños víctimas de trata, niños maltratados y abusados, medicados y drogados, abandonados y arrasados, discriminados. Niños, niñas y adolescentes institucionalizados, desvalidos, sobrevivientes de las lógicas institucionales de cosificación, hasta la minoría significativa de niñeces que tienen resguardados y respetados sus derechos. Esta inmensa heterogeneidad y complejidad en el campo de la infancia exige análisis, revisión y ética constante.
Entre la constitución psíquica y la producción de subjetividades de la época también aparecen en la escena las infancias trans, hoy visibilizadas en los ámbitos hospitalarios. El psicoanálisis allí tiene un rol muy importante a desempeñar, que implicará ubicarlas lejos de la patologización, al entenderlas como procesos metapsicológicos y no psicopatológicos (Blestcher, 2018). Aquí se jugará lo ético en la práctica clínica, para priorizar la escucha del sufrimiento psíquico. De esta manera, el psicoanalista introduce una pregunta sobre lo instituido en el sistema de salud y lo normativizante, ya que, como afirma Blestcher, no hay nada más lejano a lo normativo que el concepto de pulsión.
Estas características de la época junto a lo singular y particular de la historia individual y del centro de vida de cada sujeto son elementos fundamentales para considerar cuando hablamos de tiempos constitutivos del psiquismo en la infancia y en la metamorfosis que implica la pubertad. Adolescencia e infancia son etapas de alta fragilidad, que demandan posiciones adultas que cuiden, brinden marcos de sostén y acompañen. Estas son esenciales, más aún en tiempos de pandemia, en la que el aislamiento y el distanciamiento social muestran sus efectos. Desde marzo de 2020, se sumó el hecho histórico de la pandemia COVID-19, que mostró el límite al gran y soberbio progreso humano, y exigió comenzar otros procesos. La pandemia hizo visible el sujeto de la época que venimos reflexionando desde lo social, lo subjetivo y lo sanitario en un clima de globalización e incertidumbre. Generó un impacto enorme en las prácticas de Salud; algunas consideraciones sobre este tema son motivo de reflexión en uno de los últimos capítulos de este libro.