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1. Escuchar

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La primera y fundamental (la que, de hecho, nos define como psicoanalistas o practicantes del psicoanálisis) es instalar un lugar de escucha, ofrecer una escucha. De ese modo, se hace un lugar al sujeto donde tal vez no lo haya. Se genera un espacio donde este –ya sea infantil o un adulto que trabaje en una institución– pueda decir, pueda poner en palabras. Digo “institución”, porque muchas veces en el sector Salud Mental (SSM) del Hospital de Niños abrimos el espacio de escucha a los equipos de profesionales de los Hogares o de instituciones que se manifiestan “colapsadas”. Ofrecer una escucha a las infancias y adolescencias es un trabajo que implica siempre a otros: adultos a cargo, la escuela, juzgados, Hogares, entre otros. Fundamentalmente, la escuela es un ámbito importante –patologizador o no– y tiene un significativo poder subjetivante. Cabe aclarar que existen condiciones para la escucha que muchas veces no están y es necesario construir ya que, si no están, no es posible escuchar.

Escuchar a un niño, niña o adolescente o a su adulto a cargo es un acto tan complejo como humanizante. Complejo, porque la escucha en niños se verifica a través de sus dibujos, juegos, comportamientos, actos y decires; y, en adolescentes, por medio de sus canciones, modos, semblantes, fotos, redes, looks de cabello y tatuajes, etcétera. La complejidad de la acción de escuchar merece ser enfatizada. La escucha implica una técnica y una ética. Es un acto humanizante, porque el psicoanálisis tiene la escucha del sufrimiento del otro. Escuchar es alojar en ese mismo acto el padecimiento psíquico.

A su vez, es un concepto metodológico que aplicamos los psicoanalistas. Este dispositivo analítico propuesto por Freud (2004, [1903]) es el eje de un trabajo que se recrea constantemente en lo cotidiano y en diferentes escenarios. Esa recreación apunta a instalar la escucha en lugares en los que antes no estaba: en la internación, donde el único discurso autorizado es el médico; en instituciones de alojamiento de niños, en mecanismos del Poder Judicial, en modos de trabajo de la Secretaria de la Niñez, en las formas del sistema educativo en las escuelas. La escucha es plantear la pregunta. Esa acerca de la que, luego, el paciente o los equipos técnicos de los Hogares dicen “me quedé pensando en lo que preguntaste”. Esa escucha que luego tendrá efectos.

Entonces, como plantea Stolkiner (2019), escuchar es un acto de hospitalidad y un componente necesario del acto en salud, como un núcleo irreductible a cualquier posibilidad de mercantilización que pueda acontecer.

¿Que implica la hospitalidad en la clínica? Como señalan algunos colegas, el psicoanálisis viene a alertar acerca de lo único de un sujeto, ya que entiende el síntoma desde la singularidad de quien lo padece. Es un dispositivo que ubica el detalle y piensa en el caso por caso, rompiendo con la lógica del “para todos”. Y, por eso, el psicoanálisis en un hospital es hospitalario en un ambiente donde es complejo alojar a los pacientes de Salud Mental, y aporta de esta manera una visión más hospitalaria de la Salud (Kiss Rojan, 2017), porque muchas veces un hospital no es hospitalario, no porta su propio nombre. Parece un trabalenguas, pero de lo que se trata es de destrabar las lenguas para que circule la palabra y la escucha de esas palabras en los hospitales.

Escuchar también es humanizar las prácticas sanitarias interdisciplinarias que se dan en el hospital. De allí la importancia de que el psicoanálisis siga presente en los ámbitos hospitalarios y genere conversación e intercambio entre los profesionales. En el sistema de Salud o en el campo de la Salud, los psicoanalistas somos los más idóneos para dar lugar a la escucha, a que aparezca el sujeto.

¿Qué hace un psicoanalista en un hospital?

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