Читать книгу ¿Qué hace un psicoanalista en un hospital? - Lorena Aguirre - Страница 19
3. Intervenir
ОглавлениеUn psicoanalista interviene, es decir, da respuesta al problema que identificó desde su paradigma teórico-práctico, su formación, su ética, su creatividad y siempre desde su subjetividad. La intervención del analista puede ser más creativa que un cuadro artístico. Si bien Freud comparó la labor de un psicoanalista con la de un arqueólogo, en el ámbito público hospitalario bien podría equiparársela con el acto creativo de un artista. He observado cómo colegas psicoanalistas “sacan de la galera” intervenciones creativas tan audaces como eficaces. También cometemos errores que nos ayudan a crecer. Por eso, es vital reflexionar sobre las intervenciones, ya sean clínicas, institucionales o en un equipo de Salud. Para ello hay que zambullirse en el campo interdisciplinario e intersectorial y en los diferentes niveles de la red sanitaria. Si no se piensa en este entramado de saberes y discursos, no es posible trabajar en el ámbito público desde el psicoanálisis, porque se puede llegar a ser parte de lógicas o políticas implícitas que atenten contra el sujeto, que atenten contra nuestro mismo objeto de trabajo, especialmente en las problemáticas de maltrato y abuso infantil. Entonces, intervenir implica poder desarmar lo que trae el paciente, la institución, el consultante, para luego preguntarnos qué acciones clínicas son necesarias y posibles con el fin de favorecer el proceso de constitución psíquica en ese niño o niña, o qué requiere un adolescente para construir su subjetividad en esa situación específica y en su realidad social. Militar el paradigma de la singularidad es muy esclarecedor en las prácticas. Ninguna intervención puede ser protocolizada, ya que cada sujeto requiere cuidados particularizados, base de los procesos de humanización.
El hospital como institución aloja al niño, pero no produce inscripción simbólica por sí misma. Lo errático y caótico de las instituciones impide operar sobre lo intrapsíquico, que ya está desorganizado. Este es el laberinto que implica abrir este juego subjetivante: que las prácticas profesionales produzcan inscripción simbólica en estas infancias y adolescencias vulneradas. Estas prácticas profesionales son un pivote en torno del cual giran las políticas públicas; de allí su potencia, porque los modos de concebir la infancia se ponen en acto en cada gesto e intervención (Minnicelli y Zelmanovich, 2012).
De allí que nuestras intervenciones siempre sean de ligadura. Poder construir propuestas para ligar lo desarticulado y compulsivo de la pulsión sexual cuando no está ligada, que es pulsión de muerte (Bleichmar, 2011). Esto, como bien plantea esta autora, nos previene de nuestra responsabilidad en el trabajo, porque estamos tratando de evitar la destrucción de un sujeto y la destrucción del otro.
Intervenir, entonces, es la introducción de algo que es ajeno al conjunto, que modifica las relaciones entre los elementos, porque actúa desde afuera en las coordenadas más íntimas de la situación. Una intervención, un elemento que se agrega (o poder relacionar dos elementos distantes), lo que sirve de soporte para que algo se constituya. En este trayecto, lo que se constituye es la posibilidad de producir una pregunta que habilite una intervención, no por el mandato del Otro Social sino por una lectura del llamado de quien pide o demanda (Balbi, 2012, p. 12). Intervenir apela a la creatividad de cada actor institucional; este concepto será desarrollado en otros capítulos, pero es válido mencionarlo, ya que la intervención es una construcción creativa desde la escucha para ese sujeto singular.