Читать книгу El hospital del alma - Lourdes Cacho Escudero - Страница 8
ОглавлениеCerezas
… a mi padre.
Mi padre tuvo otra infancia. Mis abuelos otro campo. El del sol a sol, el de la necesidad, el que daba de comer. Era un sacrificio ser padre y ser hijo. A veces había que salirse de la escuela para hundir los pies en la tierra y regar con el sudor demasiado joven la medida de un cantero. Un pañuelo de cuatro nudos les protegía del sol. Un bota de vino, del frío. Cuando yo nací, mi padre estaba en el campo; eran las cinco de la tarde de un día de verano de últimas cerezas. Mi madre dio a luz a la antigua usanza: rodeada de vecinas que inundaron la habitación con la descripción de sus partos y que observaban sin distracción alguna los pasos del practicante. La primera vecina que me cogió en brazos se llamaba Lorenza y ella fue quien me puso en los brazos de mi padre, que llegó con el corazón en la frente. Cada vez que abrazo a mi padre me sabe a cerezas porque me lleva suavemente a aquel espacio de luz donde el amor entre cuatro paredes era propiamente la vida y el único pecado en el “renque” de una calle era propiamente el amor. Porque yo, ya nací en otro tiempo y poder mirarlo a los ojos sé que es propiamente la vida…