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Américo, de Eventos

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Sabe que tuvo mucha suerte. Tiene veintidós años, todavía estaba en entrenamiento y la ascendieron de Commis a Ayudante de cocina. No habían pasado seis meses desde que entró a trabajar a uno de los dos hoteles más importantes de Buenos Aires. Ahora está a cargo de la plaza de las ensaladas. El Sous, su jefe, es un chaqueño que cada vez que le enseña algo empieza la frase diciendo: Escuchá bien, una sola vez te lo voy a decir. Ella intenta aprender, pero cada día se da cuenta de que es un desastre. Sin embargo, sabe que en Recursos Humanos rechazaron el pedido del Chef para sumar un cocinero con experiencia que reemplazara al que renunció. Ahora sólo está ella, y subió de puesto. Lo que otros esperan por años.

A la noche sale con el cuerpo dolorido por tanto trabajo. Doce treinta ficha, camina una cuadra larga, cruza la plaza de los ingleses y toma el tren de las doce cincuenta. A veces, sólo a veces, se lo encuentra a Américo, y se van juntos en el mismo tren. Américo es el Chef de otro sector, Eventos. Ella lo cruza en la cocina general cuando va a buscar mercadería a las cámaras. Es un hombre grandote, moreno, buen mozo. Tiene el gorro alto de Chef y, en el cuello de la chaqueta, la cinta celeste y blanca de Chef.

En el tren se sientan uno adelante del otro hasta Colegiales, donde la chica se baja. Américo tiene unos cincuenta. Como ella sólo tiene veintidós, lo ve grande, casi viejo, pero no del todo viejo. Siempre el que habla es él. No porque sea de hablar mucho, más bien porque ella habla poco. A ella no le da miedo, como la mayoría de los que trabajan ahí.

Le contó sobre 1972, cuando inauguraron el hotel y entraron él, los mozos paraguayos como el tío Kein (es un sobrenombre) y Hugo, que son los que todavía quedan de aquella época. Toda esa camada no estudió en ninguna escuela de hotelería ni en ninguna escuela de cocineros. Se formaron en el hotel. Eran gente humilde que venían de la provincia. Otra vez le contó sobre los cocineros rebeldes. A todos los rebeldes se los mandan a él, a Eventos. Él los logra domar. Ahora ella se acuerda de los cocineros que vio trabajando junto a Américo y sabe que esos son o fueron rebeldes. Américo los sabe amansar. En ningún sector podían trabajar, no se adaptaban, pero con él sí. Américo conoce algo del humano, un secreto que a ella siempre se le escapa. Otra noche habló de un hijo que tiene. Cuando nació, se lo mostraron y con su señora vieron que era bizco. Al principio él no lo podía mirar, pobrecito. Pero después se fue acostumbrando, dice. Ahora lo mira y no piensa en que es bizco. Igual, por un gesto que hace Américo, tambaleándose en el asiento del tren, pareciera que del todo no se acostumbró.

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