Читать книгу Lagunas y gitanos - Luciana Pallero - Страница 9

No sé cómo nunca me lo contaste

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Úrsula fue mi mejor amiga desde los siete años. Fuimos compañeras de escuela desde primer grado. Ahora tenemos diecisiete. Ella es rubia y de ojos celestes. Tiene una mirada rara, por los ojos demasiado saltones. Siempre se sintió fea, pero no lo admite, tiene el orgullo de las rubias.

Estamos merendando. Estamos en el living de la casa de mis padres. Tal como cuando éramos chicas. Nos sentimos cómodas y a Úrsula se le soltó la lengua. Habla de Marcelo Vieytes, un chico que le gusta. De repente cambia el hilo de la conversación y hace un gesto con los labios que me sugiere que está de verdad triste. Menciona la historia de cuando conoció a su padre.

—Vos ya sabés cómo fue —afirma.

Somos mejores amigas desde hace diez años, pero nunca me habló de cuando conoció a su padre, como ella cree. Le digo que no me acuerdo de que me lo haya contado, y se dispone a hacerlo. Su mamá tenía dieciséis años y su papá dieciocho cuando Úrsula nació. Eso no hubiera sido nada si fueran de una villa, pero nosotras éramos de Capital, de clase media, y siempre se había hablado de eso entre las otras madres de la escuela. Por ejemplo, se hablaba de que la madre de Úrsula nunca iba a las reuniones de padres. Que siempre iban los abuelos.

—Nada. Cuando yo nací, mi papá se fue a Europa con su hermano. Se separaron enseguida mis viejos. Con mi tío, recorrieron Europa en una camioneta por cinco años. Después, cuando yo tenía cinco, me dijeron que mi papá iba a volver. Mi abuela me puso un vestido nuevo, no me puedo olvidar, tenía las mangas de tul, abuchonadas, y me llevaron al aeropuerto para recibirlo. Esperamos atrás de una baranda. Los pasajeros aparecían por unas puertas de vidrio llevando las valijas en un carro. A veces aparecía un pasajero y otros chicos, que también esperaban ahí, iban a recibirlo corriendo con gritos y abrazos. Cuando apareció mi papá, mi abuelo me dijo: Es ese, Úrsula, tu papá; para que yo vaya corriendo como los otros chicos. Yo corrí, con mis mangas de tul extendidas, pero abracé a mi tío.

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