Читать книгу Lagunas y gitanos - Luciana Pallero - Страница 14

Lo morboso

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Cuando no daba más, cuando de verdad le dolía la espalda de pasar bolsas de cuatro o cinco kilos por la registradora, Mili llamaba a Jonathan. Jonathan era el dueño del autoservicio. Su compañera, una cincuentona, ponía cara de culo pero no decía nada.

Vino Jonathan y se llevó a Mili a la otra punta del negocio. Mili se quejó:

—No aguanto una vieja más. Pero mirá la fila que se está armando —los dos miraron la fila atrás de la única registradora que quedaba.

—Así la gente ve que el negocio está lleno —dijo Jonathan despreocupado—. ¡Vamos a comprar una Coca!

Se sentaron con la gaseosa sobre cajones jaula. Mili era gorda, joven y se sentía linda, sobre todo cuando se pintaba; se pintaba bien y mucho. Además usaba remeras ajustadas con escote y sus tetas rollizas recibían todo tipo de atención.

—Hagamos esto —dijo Jonathan—, yo te cuento una historia con morbo, de sexo, y después me contás una vos. Una historia real.

—¡Qué pajero! —dijo Mili sonriendo y mordiéndose el labio de abajo—. No sé qué te puedo contar —pasó un segundo y dijo—: Bueno, dale. Yo primero. Hace unos años tuve un novio. Nos fuimos a vivir juntos. A los seis meses yo lo iba a dejar, pero cuando él se daba cuenta de que se venía el final, me decía: saquemos un electrodoméstico. El padre trabajaba en Garbarino y por eso le daban beneficios, veinte por ciento de descuento y cuotas. Me terminé comprando un lavarropas, TV, parlantes. Ganaba bien yo con las propinas. Después tenía que esperar a pagar la última cuota para dejarlo, pero entonces él me volvía a ofrecer el beneficio del padre para comprar algo que sabía que yo quería. Me lo terminé comiendo al pibe ese como un año más, todo por un veinte por ciento.

Mili se calló y miró a Jonathan esperando un comentario.

—¿Eso nomás?

—Terminó. Es morboso porque los dos comprendíamos lo que pasaba ¿Entendés? Ahora tu historia.

—¿Te acordás de la malabarista que paraba en el semáforo de Carabobo? Un día se le dio por depilarse toda, pero con una Prestobarba. Hasta ahí, bien. Pero a la semana tenía unos canutos que me clavaban como si la estuviera metiendo en un rayador. Me daba como un… —Jonathan hizo un gesto arrugando la cara.

—¿Esa es tu historia?

Después, cada uno volvió a su trabajo. Mili se preguntaba qué conclusión podía sacar de todo eso mientras arrastraba las bolsas de cinco kilos por el mostrador. ¿Qué era morboso para ella? ¿Qué para él? ¿Jonathan no usaba forro? ¿Qué sería de la vida de aquel novio? ¿Es mejor no depilarse y andar toda peluda? ¿Cuándo es negocio seguir con un tipo? ¿Por un treinta por ciento? ¿Cuarenta? ¿Cincuenta? ¿O se puede conseguir uno que pague el cien por ciento de todo? ¿Y si es un viejo? ¿Podría transarse a un viejo? Hay muchas que lo hacen. Miró a un viejo que estaba eligiendo mercadería y se imaginó besándolo.

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