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5. EL LENGUAJE JURÍDICO TIENDE A SER UN LENGUAJE SOBRECARGADO Y APELMAZADO

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Las categorías, conceptos, elementos que le otorgan el carácter de especial, las consecuencias de ser especializado, todo ello contribuye de manera decisiva a que el lenguaje jurídico tienda a ser sobrecargado y apelmazado por su conceptualismo, tendencia al exceso de argumentación y aislacionismo o complejo de isla30), además de por las tendencias demiúrgicas y arcanas que le acompañan en ocasiones31).

Pero, junto a los factores esenciales que abonan la sobrecarga del lenguaje jurídico, concurren otros de naturaleza menor o secundarios que acentúan tal característica.

La letra y la palabra jurídicas están repletas de «tics» o vicios de redacción escrita o de expresión verbal. Estamos ante empobrecimientos del lenguaje como fruto de «palabras recurrentes aquí y allá, frases calcadas, párrafos con el mismo patrón de fondo, etc., cuando estas ocurrencias adquieren relevancia suficiente para llegar a empobrecer la prosa, hablamos de tics o vicios de redacción»32). CASSANY menciona como ejemplos de estos vicios de la expresión, cuya presencia, por otro lado, se multiplica en la esfera jurídica, los siguientes: repetir una palabra o expresión (¡el tremendo abuso de la adverbialización!), abusar de ciertas estructuras sintácticas (¡la horrible proliferación de gerundios en lo jurídico!), utilizar estructuras repetidas en párrafos y textos (algo que es plaga cada vez más extendida en lo jurídico) y usos poco corrientes o personales de puntuación (basta echar una mirada a textos jurídicos de distintos cuño para advertir con qué excesiva frecuencia impera la selva de la puntación irregular en la expresión jurídica)33), a todo lo cual me referiré más adelante dentro de un marco más amplio.

El lenguaje jurídico actual

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