Читать книгу Sonrevivir - María Jesús de Marcos - Страница 13

Оглавление

El cambio

Cuando falleció mi madre a sus sesenta y ocho años (yo tenía cuarenta y tres), decidí, por fin, cuidarme en el más amplio sentido de la palabra, física y sobre todo emocionalmente, aunque es algo que a día de hoy tengo que recordarme porque tenemos tendencia a funcionar en piloto automático la mayoría de las veces por las creencias inculcadas, o, mejor dicho, grabadas en nuestro cerebro a fuego desde la más tierna infancia (¡qué horror!).

Una de las primeras cosas que he visto que funciona para autocuidarnos es sacar la basura, los trastos viejos de nuestra cabeza, limpiarla para que nos sintamos cómodos, para que quien habita ahí, nuestra mente, esté confortable y tenga un ambiente sereno y amplio; de esta forma nos hablará con educación y con mucho amor, porque somos lo mejor que tenemos y debemos hablarnos como hablaríamos a alguien a quien queremos mucho y no queremos dañar con nuestras palabras. Una cosa es el cerebro (órgano físico, palpable, medible) y otra muy distinta es la mente (pensamientos, sentimientos, creencias…).

Durante la enfermedad de mi madre (cáncer de pulmón con metástasis cerebrales con un pronóstico de un año de vida) y después, me di cuenta de que yo estuve y estaba para todos o para mucha gente, pero que no encontré a esas personas cuando yo lo necesitaba, por lo que decidí… «¡Hasta aquí he llegado!».

Al principio esto lo hice desde el dolor y el resentimiento, pero después entendí que cada cual vive su propia vida, su propio camino; que quienes más pendientes estamos de nosotros mismos somos nosotros. El error está en esperar que el resto esté en nuestro mismo camino al mismo tiempo que nosotros. Así que, desde la serenidad, entendí que no siempre conectamos con quienes nos rodean en nuestros procesos. Ese trabajo corresponde hacerlo a cada uno: se trata de aceptar lo que la vida nos depara en cada momento y aprender de cada situación.

¿Qué debemos hacer? No esperar. Así de tajante y simple.

No es fácil si no estás entrenado, pero es alcanzable, créeme.

Debemos centrarnos en lo que nosotros hacemos. No podemos ir por el mundo cambiando a las personas. Es más fácil cambiarnos a nosotros, cambiar nuestro pensamiento automático y tomar el mando para conducirlo por el camino que nos ayudará. Eso implica responsabilizarte de tus pensamientos, de tus actos y de tus decisiones; dejar, y sobre todo aceptar, que cada cual piense, haga y decida lo que quiera (como tú haces).

¿En qué momento de nuestra vida integramos y escribimos en nuestra mente un cartel grande que dice «TODOS DEBEN ESTAR PENDIENTES DE NOSOTROS», y sacamos otro que pone «NO PUEDO SENTIRME BIEN» cuando no nos hacen caso, cuando los demás no están CUANDO NOSOTROS QUEREMOS?

Esta es una creencia muy dañina y no solo no nos ayuda sino que nos complica y condiciona nuestra forma de pensar y actuar. Eliminemos esa forma de pensar, limpiemos ese rincón y añadamos esto: hagamos aquello que nos hace sentir bien y respetemos que los demás hagan lo que quieran hacer con su vida; respetemos sus decisiones y sobre todo no los juzguemos. Esto es aceptar que todos somos distintos, que no tenemos derecho a juzgar a nadie porque realmente no sabemos las circunstancias por las que está pasando. Incluso sabiéndolo, no es nuestro objetivo estar pendiente de sus actos y esperar que nos ayuden; realmente la gente hace cosas y nosotros decidimos cómo nos sentimos al respecto.

Con la muerte de mi madre, murió la María Jesús de hasta entonces y nació la nueva María Jesús: con más decisión, con las cosas más claras, dedicando mi tiempo a quien yo quería, diciendo «no» sin sentirme culpable, haciendo lo que siempre quise hacer, como irme a pasar las Navidades a la nieve con mi marido y mis hijos como desde hace años quería y no me atrevía.

Decidí gobernar mi vida, ser mi faro y mi timón; decidí perdonarme si cometía errores y no martirizarme rumiando el error una y otra vez por exceso de responsabilidad y perfeccionismo (sigo trabajándome esto) y decidí hacer las cosas a mi manera, por lo que entendí que cada cual hiciese las cosas a la suya. Al final, el truco está en respetar a todo el mundo y sus decisiones.

Algunos dicen: «Si no te gustan las circunstancias, cámbialas».

Yo he aprendido: «Si no te gustan tus circunstancias, cámbiate».

Al cambiarte tú, las estarás cambiando a ellas.

Si quieres cambiar tu entorno, cambia tú.

Si quieres cambiar el mundo, cambia tú.

Si tu entorno no te da lo que buscas, cambia tú para provocarlo.

Sé tú el cambio que buscas
Sonrevivir

Подняться наверх