Читать книгу Sonrevivir - María Jesús de Marcos - Страница 20

Оглавление

¿Cómo dominar el ego?

¿Cómo podemos hacer que no nos afecten estas cosas? ¿Se puede aprender? ¿Hay que controlar, dominar o eliminar el ego? ¿Nos convertiremos en pusilánimes o resignados si hacemos eso? ¿Cómo puedes aceptar lo que digan o hagan y no te afecte si te lo dicen o hacen a ti?

Todas estas preguntas nos las hemos hecho todos alguna vez. ¿Es posible conseguirlo? La respuesta es sí. ¿Es fácil? La respuesta es no.

Además, requiere esfuerzo si se quiere lograr el control de verdad, y nosotros mismos nos boicotearemos diciendo… «¡Venga ya!, hasta el infinito y más allá estoy de tener controlar cada cosa que hago o digo, o respirar, cada vez que dicen o hacen algo que no me gusta».

Ahí está nuestro ego intentando sobrevivir y que no le aplasten, ahí está intentando tomar otra vez el control, sacando su «carácter», no dejando que lo reduzcan a nada porque… ¿qué va a ser de nosotros si el ego no nos defiende?, ¿si no salta?, ¿si no responde y pone en su lugar a la otra persona? Nos comen. Cuanto más tiempo permanezcamos en el papel de víctimas, más dominio tiene nuestro ego sobre nosotros.

Por ello digo que hay que estar muy concienciado de querer hacer el cambio. ¿Por qué? Porque todo son ganancias, no hay pérdida; tu vida pasará a ser más tranquila, no te afectará el cómo la gente piense o actúe porque entenderás que están en otro nivel de evolución, y con esto no quiero decir que tú estés en un nivel superior y las otras personas en uno inferior (esto sería otra vez ego, estarías compitiendo). No se trata de eso, sino de aceptar que, igual que en África la prioridad es encontrar agua y comida, y si un animal defeca en la calle no importa lo más mínimo, en Europa nos podemos sentir muy ofendidos si al caminar por una acera nos encontramos heces de animales domésticos. ¿Entendéis el cambio de prioridades?

Pues es así con todas las personas con las que nos relacionamos. Cada cual tiene su foco, sus vivencias. Y si las supiésemos, seguramente entenderíamos por qué actúan de esa manera o dicen esas cosas.

Y ahora viene el siguiente pensamiento: «¡Ah!, claro, y por eso yo tengo que aguantar su mala suerte, su mal humor, su historia, y aceptar su comportamiento», etcétera. Pero no se trata de aguantar, se trata de aceptar y no hacer o decir nada para cambiarla. Si la otra persona no reconoce que tiene algo que cambiar, no lo hará nunca. Lo mejor que podemos hacer es alejarnos y no entrar al trapo de su provocación, que es lo que quiere para que su ego se relaje, para que su ego compita con el nuestro, para medirse, para sentir que gana… Sin embargo, no entrar al trapo no es una derrota, es no necesitar competir ni necesitar expresar nuestra opinión cuando el otro solo quiere dejar de manifiesto la suya.

Observa: a quien toca el claxon mucho en un atasco, o acude a una consulta exigiendo atención, o habla en un tono excesivamente alto dándote o pidiéndote explicaciones, o quien responde de forma antipática ante una pregunta sencilla, etcétera, quizá no le guste su trabajo; quizá su hijo esté enfermo y no pueda estar con él, quizá le estén haciendo pruebas médicas porque sospechan que sufre una enfermedad grave… Hay muchos motivos que pueden alterar a las personas porque no acepten esas situaciones, porque tengan miedo. Todo eso es dominio del ego («piloto automático»). En cambio, hay otras tantas personas que están pasando por esas situaciones y no responden igual. Esto es porque no culpan a nadie de su situación, la aceptan; estas personas tienen su ego controlado, es su «mente consciente» la que domina, entienden que el estar con mal carácter no va a cambiar la situación.

Recuerdo alterarme en los atascos hasta que entendí que enfadarme no iba a hacer que desapareciesen los coches o que se apartasen abriendo un carril central para que yo pasara y llegara a tiempo a mi destino. ¿Os imagináis la escena? Me encantaría… je, je, pero nunca ocurrió.

Cuando entendí eso, cambié de estrategia. Ahora, cuando me encuentro en un atasco, respiro profundo, miro por la ventana, veo el cielo, los árboles si los hay, los pájaros volar, bajo la ventanilla, siento el aire frío o el calor, me digo lo afortunada que soy de tener un coche, de tener un sitio donde ir, de que haya gente que me quiera ver o escuchar; me siento afortunada de tener salud y no estar en un hospital o en casa en reposo, pienso en todo lo bueno que hay en mi vida. Sonrío y respiro, escucho la música o un podcast o un audiolibro, o busco un audio en inglés. Es decir, optimizo ese tiempo y lo vivo tranquila en vez de alterada, aprendo que otra opción es salir antes la próxima vez o acepto que siempre pueden ocurrir accidentes o incidentes que alteren nuestros planes. No pasa nada. Se acepta, se respira y se disfruta del camino, que va a ser el mismo, y yo «decido» vivirlo y disfrutarlo, lo veo como una oportunidad para hacer otras cosas porque el atasco, quiera o no quiera, va a seguir ahí; no está en mi mano cambiar eso, sin embargo sí está en mi mano decidir cómo quiero vivir esa situación.

Cuando llego a mi destino cuento lo ocurrido con una gran sonrisa y explico cómo lo he vivido, en todas las ocasiones se ha creado un clima maravilloso, todo el mundo lo ha entendido y siempre ha habido alguien que se ha acercado después y me ha dicho: «Me parece una actitud fantástica. Ahora, cada vez que me vea en un atasco, me acordaré de ti y me lo tomaré como tú», y me lo dice con una mirada tan brillante, con una sonrisa tan contagiosa, que en muchas ocasiones hasta nos hemos abrazado. Esta es la magia de la vida y yo he tenido la fortuna de generar tantas veces esta magia… no por llegar tarde, sino por contar como, con una actitud positiva, se puede dar la vuelta a un momento muy negativo, a una temporada muy desfavorable o a un terrible accidente, y no es otra que elegir cómo queremos vivir esa situación: elegir vivirla de forma consciente y no dejarnos arrastrar por lo que la mayoría haga o por cómo nos han enseñado que debe hacerse. Toma el mando y el control de tu vida y de lo que metes en tu mente; sembrar actitudes bonitas te será más útil que sembrar soberbia, enfado, rencor. Nada de eso te ayuda, ni ayuda.

Mejora tu micromundo, compártelo, y, si cada uno de nosotros ayudamos a que una persona se cuestione el cómo tomarse la vida en el siguiente contratiempo, entre todos conseguiremos un mundo mejor.

Sonrevivir

Подняться наверх