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Los prejuicios

Maléfica no era mala

No sé si habéis visto la película Maléfica. Ya solo el título nos predispone a pensar que se trata de un personaje maligno. Así es como nos la han pintado en el cuento La bella durmiente y, años más tarde, en la película.

Pues bien, en la película, al conocer todo el personaje desarrollado, nuestra idea sobre ella cambia.

¿Os imagináis cuántas veces hemos juzgado a alguien por su aspecto o por lo que nos han dicho de esa persona, sin darle una oportunidad o dándosela con cierto recelo por lo que hemos oído previamente?

Quizá nuestra experiencia con ella no fuese mala, pero estábamos a la expectativa de que en algún momento apareciese «esa maldad» de la que nos habían advertido.

En muchas ocasiones, esa situación nunca llega a darse. Sin embargo, en otras ocasiones alguien no hace lo que esperábamos y nos defrauda, y entonces confirmamos esa maldad simplemente porque tenía «antecedentes». Nuestro juicio a ese acto lo medimos con mayor severidad que si nadie nos hubiese hablado anteriormente de esa persona. El error sería el mismo, pero nuestra valoración inicial sería «Si ya me habían dicho que esta persona en algún momento me la jugaría», «mucho ha tardado en clavármela», «va a resultar que es cierto lo que decían de ella»…

Así alimentamos la creencia de «cuidado con esta persona». Sin embargo, si no tuviésemos ningún dato previo, nuestros pensamientos podrían ser: «Ha tenido un mal día», «Quizá no esté pasando por un buen momento», «Voy a preguntarle si está bien o si puedo ayudarle en algo», «Quizá le ocurra algo a un familiar suyo», etcétera.

Existe una creencia que a mí no me gusta nada, que es «Piensa mal y acertarás». La mayoría de las veces fallamos cuando pensamos así de alguien, pero basta una sola vez que lo confirmemos para reforzar esta dañina y limitante creencia. Es mucho mejor y más saludable decir «Piensa bien y acertarás». ¿Por qué? Porque pones el foco en lo positivo, no vas buscando el error, no buscas el fallo, lo negativo. Aunque haga muchas cosas bien, con una que haga mal, es la que vas a reseñar. ¿Por qué? Porque estabas pendiente del fallo y todos los aciertos hasta ahora quedan ocultos por el fallo.

Igual hacemos con nuestras vidas: no seré feliz hasta que tenga tal trabajo, no seré feliz hasta que tenga tal novio, no seré feliz hasta que tenga tal casa, o tal coche, o tal vestido; sin poner el foco en todas las cosas que ya tenemos en nuestro día a día para ser felices, como por ejemplo comer cada día, que salga agua de un grifo, que además pueda salir a la temperatura que nos guste, que tengamos donde dormir, que tengamos amigos… Poner en foco en lo bueno es siempre mucho mejor que ir buscando el error, un motivo para criticar, para comparar… Ese es nuestro ego. Domémoslo para darnos la oportunidad de vivir con los ojos muy abiertos a todo lo bueno que tiene la vida a pesar de su dureza en ocasiones.

Maléfica creció en un idílico entorno, en un bosque acogedor y lleno de paz, hasta que alguien llegó e invadió su bonito entorno causando un gran desorden. Ella intentó por todos los medios, negociando y hablando, mantener un trato ganar-ganar (en un trato así, todas las partes obtienen un beneficio interesante); sin embargo, los invasores querían un trato ganar-perder, por lo que Maléfica sufrió una terrible traición, un horrible dolor en su amable corazón, y entonces su ego tomó el control endureciendo su corazón, poniéndose una coraza para que nadie la volviese a dañar. Para no quedarse desprotegida, no se permitió sentir amor, ni compasión, ni nada que la hiciese débil a los ojos de sus enemigos.

¿Era Maléfica tan mala como nos han hecho creer siempre? ¿Le dimos alguna oportunidad a Maléfica? No. Simplemente creímos que era mala porque así nos lo dijeron en el cuento.

¿Quién no se ha sentido Maléfica en alguna ocasión?

Muchas veces he pensado que aplicamos conceptos y etiquetas a las personas sin tener todos los datos, o al menos suficientes. Aun así, solo uno mismo sabe los caminos que ha transitado para ser de una u otra forma; de ahí la frase «Si crees que mi camino es fácil, ponte mis zapatos»; y aun con los mismos zapatos, el camino recorrido siempre será diferente porque cada persona pondrá el foco el distintos aspectos del camino y las experiencias que grabará en su cerebro serán distintas (y serán las que eduquen a su ego).

Habrá personas que se fijarán en que no les salgan serpientes. por lo que mirarán continuamente al suelo. Otras, estarán pendientes del tipo de pájaros que pían porque les encantan; otras, de los árboles; otras de las piedras para no tropezar porque les roza un zapato… Según donde pongan el foco, tendrán un concepto u otro del «mismo camino con los mismos zapatos», porque las circunstancias influyen en la opinión del camino, y los ojos con los que miremos el camino, también.

¿Entendéis ahora la importancia de no juzgar, de no criticar, de respetar?

Hay otra frase por ahí que dice «Ni los malos son tan malos, ni los buenos son tan buenos».

No es que me guste mucho, porque otra vez nos ponen en la situación de estar expectantes, de estar un poco a la defensiva, pero la utilizo en el sentido de que la mayoría de las veces nos faltan datos sobre las personas con las que nos cruzamos en nuestro camino y, además, el concepto bueno o malo también variará en función del criterio que cada persona tenga de esos aspectos.

Otras frases a tener en cuenta y que se inculcan como creencia son «El hábito no hace al monje» y «No es oro todo lo que reluce». Significan que no debemos juzgar por las apariencias, que el exterior no siempre se corresponde con el interior, y, por último, como habréis comprobado al inicio de este libro, en la respuesta «yo soy» no he escrito «yo soy», sino «yo tengo un comportamiento… tengo una ciudad donde habito, tengo actitudes…».

Al ego le encanta sentir que es, pero mi esencia prefiere decir tener, porque puedo tener diferentes comportamientos cada día sin necesidad de que me definan, sin necesidad de sentirme definida por ellos, por un «soy», porque cada día varío e incluso hay días en los que cada rato paso de la somnolencia a una máxima energía, o de las risas al llanto si la conversación, la película o el ambiente me hace sentir esas emociones. Toda esa variedad de estados tengo; je, je.

La mayoría juzgamos, a veces con muy pocos datos, a alguien, aunque lo cierto es que en mi caso siempre he dado segundas y hasta terceras oportunidades, porque siempre tuve muy en cuenta que todos podemos tener un mal día e incluso unos malos meses, o años, por procesos dolorosos internos sin resolver, cuando nuestro ego toma el control y nos pone en contra del mundo y, en mi caso, no me ha costado mantener conversaciones a veces incómodas y dolorosas, pero muy necesarias para resetear y empezar de nuevo, encontrándome a personas maravillosas que me hubiese perdido si no hubiese comprendido que todos pasamos por malos momentos.

Juzgar: todos juzgamos a diario. ¿Por qué lo hacemos?

Juzgamos por falta de conocimiento, porque nos da miedo o porque algo va en contra de nuestra estructura mental de lo que es la realidad. Todo lo que no cuadra con nuestras ideas lo juzgamos de forma negativa.

Por lo tanto, vive y haz lo que te parezca bien a ti porque siempre habrá alguien que te juzgue por no entenderte, por no hacer lo que ella o él haría o por miedo a descubrir que existen otras realidades y otras formas de hacer las cosas, además de las que tenemos en nuestro «mapa mental».

No podemos escapar del juicio de los demás, así que vive y deja vivir. Esta frase es tan sencilla como difícil de cumplir, porque el juicio se ha convertido en una costumbre, en un ejercicio diario.

El orgullo (ego), la ignorancia, la envidia, la necesidad de sobresalir envuelta en complejo de inferioridad, hace que juzguemos y critiquemos a otros por el simple hecho de criticarles, como hábito.

Nunca hables ni juzgues lo que no sabes
Sonrevivir

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