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¿Qué es el ego?

El ego es la idea (o conocimiento) que cada persona tiene de sí misma.

Tener ego no es un problema, el problema es tener un ego que nos limite, que nos diga cómo tenemos que ser, que nos examine en cada actuación, para saber si el grupo la acepta o no, si estamos a la altura de lo que se espera de nosotros.

¿Quién lo espera? ¿Por qué se espera?

¿En qué momento asumimos que siempre debemos actuar según las normas que alguien ha elegido sin consultarnos?

¿Por qué no podemos crear otras normas nuevas y ser igualmente buenas?

¿Por qué es todo tan encorsetado en las distintas sociedades?

Por lo tanto, lo que tenemos que hacer es «abrir» nuestro ego (nuestra mente rumiante, rayada, repetitiva) para que nos sintamos bien en cualquier escenario (en el trabajo, en la familia, entre amigos, en un evento social).

Si nuestro ego no es tolerante, amplio de miras, respetuoso, humilde, honesto, sereno, lo pasaremos mal en muchas situaciones que vivimos cada día, porque puede que ocurran cosas distintas a lo que nosotros esperamos y veremos actuar a personas de forma diferente a como nosotros lo haríamos… Pero es que cada persona tiene su historia, su educación, sus ideas y sus gustos, por lo que esperar que todos hagan las cosas como nosotros queremos indica un ego excesivamente limitante, controlador y rígido.

¿En qué momento en nuestro planeta mental hemos aprendido lo que está bien y lo que está mal, lo que es bueno o malo?

Lo aprendemos por lo que nos dicen en casa, en el colegio, en los dibujos animados, las personas con las que nos relacionamos, en nuestro pueblo, ciudad, país… Y lo peor es que la mayoría de los niños no cuestiona nada de lo que los adultos les dicen, porque no se enseña a cuestionar, sino a obedecer.

Ser bueno o malo, estar bien o estar mal lo que haces, son conceptos subjetivos de la persona que usa ese lenguaje. Por lo tanto, de niños aprendemos e interiorizamos si somos listos o tontos, guapos o feos, ordenados o no, etcétera, en función de los valores y criterios de nuestros adultos. Esos criterios, en otros adultos, tendrán una valoración distinta, y en otras culturas también. Y así nos van moldeando, por lo que, dependiendo del ambiente en el que te desarrolles, tendrás un ego de amplias miras o un ego muy rígido, de los que piensan que solo hay una forma de hacer las cosas bien y, lo que es peor, solo hay una forma correcta de ser: la de quien nos educa

A medida que vas creciendo, te relacionas con más personas, empiezas a preguntarte cosas y las respuestas que encuentras son distintas a lo que te han dicho que debías pensar. Comienza la lucha de tu ego (tu piloto automático, inconsciente) con el «control manual de los mandos» (cuando estás en forma consciente, eres tú quien dirige tu vida con tus normas, que pueden chocar con las que te han grabado en la infancia esas personas a las que admirabas y de las que te fiabas por encima de todo, en quienes habías depositado toda tu confianza).

Ahora resulta que no lo saben todo y, es más, ni siquiera saben todo lo que tu creías que sabían, por lo que empiezas a cuestionar tus creencias, comienzas a despertar, y entiendes que prefieres vivir como Heidi, libre y saltando por el monte descalza, que encorsetada en un traje incómodo que no está hecho a tu medida, sino a la medida de la señorita Rottenmeier.

¿Alguna vez has sentido que tenías que cambiar algo en tu interior, que no sabías porqué, pero no te sentías bien?

¿Tú has oído eso de «Tiene muy mal genio, pero es un buen tío», o «Es un trozo de pan, pero a veces pierde los papeles», o «Aunque tengas razón, tus formas te pierden»?

Al oír eso, te dices: «Tengo que cambiar, no puedo seguir así, porque me hace sufrir». Esto nos dice que cuando lo que hacemos no está en sintonía con nuestra esencia, esas acciones nos harán sufrir.

Cuando alguien te molesta, pregúntate por qué te molesta. No busques la explicación en su comportamiento, busca la explicación en tu reacción. Si te duele es porque tienes una herida no resuelta, no porque él o ella te ha hecho daño. «Lo que se resiste, persiste». No intentes cambiar a alguien porque tenga una forma de ser que no te gusta; no conseguirás lo que esperas.

Nuestro ego es nuestro juez interior, nuestro examinador continuo, nuestro peor enemigo disfrazado de amigo íntimo, porque nos obliga a ser como se espera que seamos en cada situación, como otros han decidido que debemos ser; el ego necesita dar buena imagen en todo momento, no es humilde ni honesto; es más, va de sobrado, de soberbio, de vanidoso, de sabelotodo; nos obliga a hacer caso a nuestros pensamientos y a las necesidades heredadas de nuestras familias, amigos, sociedad; nuestro interior necesita reafirmarse continuamente para situarnos por encima de los demás, pero en realidad lo que hace es disimular nuestro verdadero sentimiento de inferioridad que nos impide ver la realidad manteniéndonos a la defensiva y saltando como un resorte ante cualquier frase que nos remueva. Si nos remueve es porque hay algo no resuelto en nuestro interior.

Vivir en el ego es vivir con una máscara. Es vivir actuando en todo momento, lo cual es agotador psicológicamente.

Sonrevivir

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