Читать книгу El árbol de la nuez moscada - Margery Sharp - Страница 12

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Durante el año siguiente, fue cinco veces. Al otro, volvió para el cumpleaños de su hija, pero no se quedó a dormir. En los siguientes cumpleaños, solo le escribió. Sin embargo, cuando Susan cumplió los nueve, Julia sufrió un repentino arrebato maternal e invitó a la niña a pasar una semana con ella para que conociese la ciudad. La ocasión era propicia, pues el señor Macdermot, cuyo piso ya compartía entonces, había tenido que ir a Menton requerido por su esposa inválida, pero Susan no fue y, en respuesta a su invitación, Julia recibió una contraoferta de suma trascendencia. Los Packett estaban dispuestos, le escribieron, a asumir por completo la tutela de la niña en el presente, y a hacerla su heredera en el futuro, si Julia por su parte renunciaba a cualquier reclamación legal. Si lo hacía, podría ver a Susan cuando quisiera, por supuesto, bien en Barton o allí donde sus abuelos decidiesen, pero no podría llevársela a ningún sitio sin su permiso. Esa última píldora iba dorada por una cordial invitación de la señora Packett para visitarlos y quedarse con ellos durante un mes.

Julia consideró con calma las dos propuestas, aceptó la primera y rechazó la segunda. Se alegraba de que el futuro de su hija estuviera tan bien asegurado, pero no quería ninguna escena de renuncia. Además, estaba muy ocupada, pues se había involucrado, con cierta nobleza de mecenas, en una nueva compañía itinerante que estaba montando por entonces uno de sus amigos del teatro. Iría pronto, les dijo a los Packett, pero no en ese momento.

Dos meses después, volvió a tener noticias suyas. Tras ese decoroso intervalo, la obsequiaron con una única suma de siete mil libras en bonos del Estado para sustituir su asignación. Aquella sorprendente generosidad, Julia la interpretó sin resentimiento como el deseo de deshacerse de ella de una vez por todas, pero solo tenía razón a medias. También era un bálsamo para la conciencia de la señora Packett.

—Con algo de dinero propio —decía esta (que tenía un punto de vista llano y anticuado)—, podrá conseguir marido.

Julia no consiguió marido, pero se embarcó en la gestión teatral. Puso en escena dos obras en seis meses y, cuando la segunda desapareció de la cartelera, de las siete mil libras le quedaban exactamente diecinueve y seis chelines.

El árbol de la nuez moscada

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