Читать книгу El árbol de la nuez moscada - Margery Sharp - Страница 13

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El fallecimiento del señor Macdermot, unos tres años después, dejó por tanto a Julia en una situación muy precaria. Tenía treinta y un años, demasiado mayor (y también demasiado rolliza) para volver a los coros, había adquirido gustos acomodados, si no lujosos, y no estaba en absoluto capacitada para ningún empleo remunerado respetable. Pero se las arreglaba. Era una persona muy versátil. Seguía haciendo de figurante y en una ocasión (en un espectáculo de un club nocturno) fue «la dama que se cae en la fuente». De vez en cuando, en algún desfile, presentaba los modelos de talla grande. Su alegre sonrisa publicitó una nueva levadura y un tónico para mujeres mayores de cuarenta años. Además, por supuesto, tomaba dinero prestado de algunos caballeros amigos suyos, de los cuales tenía muchos, y esporádicamente aceptaba su hospitalidad. Lo único que Julia jamás se planteó fue volver a Barton con los Packett.

Se había distanciado de ellos para siempre. Con auténtica humildad, se examinó a sí misma y reconoció que no era lo bastante buena. Y desde luego no era lo bastante buena para una hija que (como le informó en su día la señora Packett) iba al colegio en Wycombe Abbey y daba clases de equitación y tenía como mejor amiga a la hija de un lord…

De modo que Julia dio por concluido el asunto y, durante meses y meses (y al estar tan ocupada y siempre sin blanca), casi olvidó su existencia.

Solo entonces, cuando Susan tenía problemas, el instinto maternal de Julia revivió de pronto, pero no sin un propósito. El efecto inmediato, como se ha visto, fue el desconcierto de dos cobradores y la estafa al señor Lewis.

El árbol de la nuez moscada

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