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LA VIGILANCIA POLICIAL EN EL CAMPO

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¿Cómo se suponía que haría cumplir la ley en una población de sesenta mil personas diseminadas en cuarenta y ocho asentamientos con solo cuatro sargentos y ocho guardias?

Jefe de policía rural (1908)36

Obviamente, nada de esto podía ser considerado «crimen organizado» en el sentido estricto de la palabra. Aunque actos como el asesinato samosud en serie eran crímenes que sin duda se cometían de manera organizada, no se realizaban en beneficio propio. Ni siquiera la caza furtiva organizada y de larga duración se acerca marginalmente a ese criterio, sobre todo porque solía gestionarse en el contexto de las estructuras de autoridad tradicional del pueblo. Aunque las reformas de Nicolás I fueron un comienzo significativo, no supusieron más que eso. Ciertamente, no llevaron la ley y el orden a la profundidad de los bosques, a los oscuros campos ni a las fronteras sin delimitar de Rusia. Se esperaba que un cuerpo que a finales del siglo XIX había crecido hasta los 47.866 agentes de diferente rango y variedad vigilara un país de 127 millones de individuos.37 Es posible que en las ciudades existiera cierto control policial (aunque incluso esto está sometido a debate, como veremos después), pero el problema estaba en el campo, donde 1.582 stanovíe prístavi (jefes de la policía rural) y 6.874 uriádniki tenían que patrullar los inmensos terrenos rurales del interior y mantener a raya a 90 millones de personas.38 ¡Cada stanovói prístav era así responsable de una media de 55.000 campesinos!

Como resultado de ello, el campo era terreno abonado para las bandas establecidas o errantes, que a veces arraigaban en una comunidad y se valían de foráneos dispuestos a robar a quien fuera. Esto no era nada nuevo, pues hacía tiempo que el bandolerismo era una característica distintiva de la vida rusa. Raras veces podía considerarse como crimen organizado a ese bandolerismo de los primeros tiempos. Aunque existen relativamente pocos datos fidedignos, no parece haber constancia de grupos criminales autónomos importantes que operasen durante un período prolongado, como los identificados por Anton Blok en los Países Bajos del siglo XVIII,39 por ejemplo, o como el que representaba en el siglo XVI el líder de los bandidos italianos Francesco Bertazuolo, que dirigía a varios cientos de hombres divididos en «compañías» separadas, así como toda una red de espías.40 Ni siquiera el famoso Vasili Churkin, un asaltador de caminos que aterrorizó la región de Moscú durante la década de 1870, era tan influyente como el folclore popular daba a entender.41 En lugar de ser el temido amo de una banda de malhechores a gran escala, no era más que un asesino que apenas tuvo un puñado de secuaces. Esa era la norma, y la mayoría de bandas eran pequeñas agrupaciones de forajidos e inadaptados, a menudo efímeras, que no suponían una gran amenaza para el orden rural. En cambio, lo que sí suponía un reto era el sinnúmero de estos pequeños grupos.

Una excepción particular a esta exclusión del bandolerismo rural de la definición de crimen organizado eran las pandillas de cuatreros, que representaban tal preocupación para el campesinado ruso que reservaban para ellos los asesinatos samosud más salvajes.42 Los cuerpos sin vida de estas víctimas de la ley del linchamiento solían dejarse en el cruce de caminos más cercano (a veces, decorados simbólicamente con bridas o sogas de crin de caballo) como advertencia para otros posibles ladrones de caballos que quisieran seguir sus pasos. Sin embargo, la amenaza de la samosud también obligó a los criminales a organizarse.

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