Читать книгу Protección jurídica de menores víctimas de violencia de género a través de internet - Melania Palop Belloch - Страница 13

1. ESTUDIO CONDUCTUAL DE LAS RELACIONES DE PAREJA DE MENORES EN LA VIOLENCIA DE GÉNERO

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Diversos estudios, sobre todo del área de psicología, han analizado la conducta constitutiva de violencia de género de los menores y las menores en sus relaciones de pareja para conocer, entender y obtener unos resultados con el fin de afrontar esta lacra social, ya que el Ministerio de Justicia alerta sobre el incremento de la violencia de género en las relaciones de pareja de menores en los dos últimos años62).

Ante ello, la Fiscal de menores de Sevilla, Vázquez63), ha vinculado el incremento de la violencia en los menores con el comienzo de las relaciones de pareja a edades cada vez más tempranas. Vázquez añade: «reproducen los estereotipos y las desigualdades que se registran en el mundo de los adultos».

En la misma línea González y Santana advierten: «cuanto más tiempo pasa antes del primer episodio violento, más fácil es que se mantenga la relación de pareja a pesar de las agresiones64)». Lo mismo ocurre con la mujer maltratada en una relación de pareja de adultos, creyéndose culpable se queda enganchada a la relación de pareja.

Asimismo algunos estudios a nivel epidemiológico-descriptivo revelan la frecuencia de la violencia en el noviazgo de menores «se produce con una frecuencia considerable65)», aunque el mismo estudio dice: «son más frecuentes las agresiones leves a las graves66)».

Los menores de edad se caracterizan por estar en un período de cambio biológico y de autoafirmación en sí mismos. En definitiva: los menores están desarrollando su personalidad. La cultura patriarcal influye en ellos.

Lorente Acosta67) afirma en los resultados de su estudio: «los chicos maltratadores presentan los siguientes rasgos: están más de acuerdo con la justificación de la violencia de género y con la justificación del sexismo y de la violencia reactiva; han escuchado con más frecuencia a personas adultas consejos de dominio, sumisión y violencia; han escuchado con menos frecuencia a personas adultas consejos de igualdad y no violencia; reconocen en menor medida como maltrato las conductas de abuso emocional de un chico hacia la chica con la que sale (menor rechazo de la violencia de género cuando se expresa en forma de abuso emocional); tienen más rechazo a la expresión emocional; poseen más dureza emocional; tienen una menor puntuación en la escala de autoestima; pasan más tiempo navegando por internet (aunque no hay diferencias en el tiempo dedicado a comunicarse con otras personas a través de las nuevas tecnologías respecto a las chicas)».

García Rojas atribuye las siguientes características a las personas menores en las relaciones de pareja: «del menor: aparentar actividad sexual; ser quien tome las decisiones en las relaciones de pareja; dominar y controlar las actividades y comportamientos de ella, su forma de vestir, horario; poner a prueba delante de los amigos su identidad sexual y de género, incluso a través de actos agresivos para no ser tachado de homosexual o poco varón y esperará a que ella renuncie a sus intereses y que dé la prioridad máxima a la relación con él»; y «de la menor se espera: cree que pueda cambiar y educar a su chico; se siente responsable del funcionamiento y de los problemas de la relación; creerá que tiene suerte porque el chico se ha enamorado de ella; aceptará los comportamientos de celos (porque la quiere)68)».

En el estudio empírico realizado por Bascón Díaz69) mediante un muestreo del año 2004 a 2005 en alumnos de 3.º y 4.º de la Eso sobre la violencia de género en parejas de menores se llega a las siguientes conclusiones: «los chicos no reconocen su culpabilidad en el suceso violento ocurrido, destacando entre todas las justificaciones y argumentos que utilizan la culpabilización de la chica».

Estos autores, Echeburúa Odriozola, y Amor, dan un paso más respecto al resto de autores, ya que «mencionan la existencia de estrategias psicológicas que algunas personas violentas o maltratadores emplean para no sentirse responsables de lo ocurrido o evadir responsabilidades como: la negación u olvido del problema, la minimización o justificación, y la atribución del mismo a otra persona o a factores externos70)».

Otros autores como Prieto, Carrillo y Jiménez71) proporcionan otro dato más: «la violencia parece ser vista por los agresores como algo natural, sin que evidencien una conciencia clara de la repercusión de sus acciones», y «además buscan motivos para reducir la condena que debe sufrir un agresor, apelando a la minoría de edad y al papel del abogado como figura que debe procurar la defensa».

Esto debe hacernos pensar: los menores no se sienten culpables por la violencia ejercida sobre la menor sino todo lo contrario, se sienten totalmente legitimados.

Siguiendo con el estudio de Bascón Díaz72) en cuanto a la separación de lo privado y lo público de la relación sentimental de la pareja ambos concluyen: «todo lo que hace referencia a una relación sentimental debe ser algo íntimo, personal y privado, y por tanto, nadie debe inmiscuirse o entremeterse».

Además, otros resultados del mismo estudio producen alarma respecto a la opinión dada por los menores: «ciertos chicos reafirman la supremacía de los hombres sobre las mujeres, y manifiestan la continuidad del modelo patriarcal».

También se extrae de su estudio la creencia de las chicas: «si es celoso o me hace sufrir es porque me quiere». Esta afirmación «conlleva la dificultad de comunicación en la pareja por parte de las chicas ante el temor a perder a su pareja y el miedo a una agresión73)».

Otros estudios revelan una mayor violencia psicológica que física en las parejas de menores74) porque las situaciones de maltrato vividas suelen ser de control abusivo y aislamiento.

Otro estudio realizado por Díaz Aguado en centros docentes de todas las CCAA mediante la obtención de datos por cuestionarios a los alumnos a partir de 12 años se extraen los siguientes resultados: «un 3.43% de las menores reconoce que le han pegado y un 4,64% que se ha sentido obligada a realizar conductas de tipo sexual. En cuanto a los resultados obtenidos por los menores «el 2,51% reconoce que la ha pegado, frente al 3,47% de chicas que reconoce haber sufrido dicha situación»; «el 4,85% de los chicos reconoce que la ha presionado para tener conductas de tipo sexual en las que ella no quería participar frente al 4,63% de chicas que responde haberse sentido obligada a dichas situaciones75)».

También se refleja en el mismo estudio: «378 chicas reconocían estar sufriendo con su pareja actual alguna situación específica de maltrato, solo 30 de estas chicas se incluyen en la categoría genérica de maltrato; mientras que 684 chicos afirmaban haber ejercido alguna vez situaciones específicas de maltrato referidas a parejas anteriores, solo 56 de estos chicos se incluyen en la categoría genérica de maltrato76)».

Ante estos datos se puede observar una tendencia de los menores y las menores a ocultar y a negar la situación de violencia de género entre ellos.

En la violencia cibernética un 6,52% más de menores han recibido mensajes a través de internet o de teléfono móvil tipo: «insultos, amenazas, ofensas o bromas pesadas77)». Estos tipos de mensajes se pueden recibir de forma conjunta todos ellos llamado «abuso múltiple78)».

Ante todo esto se desvela un abrumador tipo conductual en las relaciones de pareja de menores con situaciones cada vez más intensas y más difíciles de controlar por parte de la menor, ya que la propia menor no sabe diferenciar el verdadero amor de una relación basada en estereotipos de género propio del falso mito del «amor romántico».

Muchas menores creen en esta utopía del «amor romántico», dejando sus metas a un lado y centrándose exclusivamente en seguir las metas de su futuro marido. Están idealizando el amor y no se dan cuenta de otra realidad.

Todo lo referente a la idea del «amor romántico» de las menores queda constatado en el libro de Graciella Ferreira «Hombres violentos, mujeres maltratadas». Esta autora dice. «ellas son las condicionadas a adquirir este modelo de amor desde los inicios del proceso de socialización diferencial estereotipado al que están sometidas:

• Perdonar y justificar todo en nombre del amor. Consagrarse al bienestar del otro.

• Estar todo el tiempo con él.

• Pensar que es imposible volver a amar con esa intensidad.

• Desesperar ante la sola idea de que el amante se vaya.

• Sentir que nada vale tanto como esa relación.

• Pensar todo el tiempo en el otro: no poder trabajar, estudiar, comer, dormir o prestar atención a otras personas «no tan importantes».

• Vivir sólo para el momento del encuentro.

• Prestar atención y vigilar cualquier señal o signo de altibajos en el amor o el interés del otro.

• Idealizar a la otra persona, no aceptando la existencia de ningún defecto.

• Sentir que cualquier sacrificio es poco, si se hace por amor al otro.

• Tener anhelos de ayudar, y apoyar al otro sin esperar reciprocidad ni gratitud.

• Lograr la unión más íntima y definitiva.

• Hacer todo juntos, pensar y gustar de las mismas cosas, compartir todo79)».

Esta autora prosigue en su explicación: «el amor, el enamoramiento y el noviazgo desde los mitos del amor romántico y la concepción del mismo», acaban «asumiendo y actuando como personas: dependientes, desvalidas (necesitadas de protección), pasivas, sumisas, necesitadas de agradar a la otra persona, entregadas incondicionalmente al otro, sufridoras, tu pareja te puede poseer, dominar, controlar, se legitiman los celos como prueba irrefutable de que te ama..., llegando a sufrir la pérdida/renuncia de la propia identidad/personalidad80)».

Por otro lado «la falta de experiencia en las víctimas menores de violencia de género propicia «inseguridad y confusión acerca de lo que realmente está ocurriendo en la relación81)».

Hoff y Mitchell82) en sus estudios consideran las siguientes situaciones como causa de la existencia de violencia de género: «las rupturas de relaciones de pareja, la envidia y los celos como medio de venganza para afrontar la frustración».

Este tipo de comportamientos nos delatan tal y como establece Bosch Fiol83): «ambos sexos se han educado en una idea del amor distorsionado o perjudicial ligada a la dominación y al sufrimiento. A su vez, se aprecia cómo los chicos presentan mayores dificultades para desvincular los celos del ideario romántico del amor, concibiéndolos como parte del mismo».

Sin embargo, Samaniego García dice: «realmente los celos muestran inseguridad, miedo y dependencia del menor a la menor84)», sirven de excusa al agresor y de justificación a la víctima para mantenerse en esa situación de control. Todo esto se simplifica en la expresión comúnmente conocida «si tiene celos es que te quiere85)».

Esto es verificado por el estudio realizado por Díaz Aguado: «los menores se identifican más con el modelo dominio-sumisión en el que se basa el acoso, incluso el de tipo indirecto-relacional86). Esto es una consecuencia de la socialización sexista tradicional y la cultura del estado patriarcal». Por tanto «es necesario adoptar una perspectiva de género que tenga en cuenta estas diferencias en los intentos de erradicar el acoso87)».

Un ejemplo de ello ha sido la reciente emisión en la cadena «Mediaset» del programa llamado: «Amores que matan88)». El contenido del programa era la recreación de las historias de mujeres adultas víctimas de violencia por parte de sus parejas. A continuación se realizaba una explicación de cada uno de los acontecimientos violentos ocurridos en la relación de pareja mediante una psicóloga experta en violencia de género.

Así, pues, con la emisión de estos programas en la televisión se pretende crear conciencia social, sensibilización y conocimiento de la violencia de género. En cambio, los menores no se sienten identificados con este tipo de violencia porque es muy agresiva y producida dentro de la vivienda y de la familia.

Esta idea es compartida por Povedano Díaz en su estudio y se llega al siguiente resultado: «que la mayoría de los chicos y el 50% de las chicas de 14 a 16 años piensan que la violencia de pareja es un problema que no se da entre los jóvenes y que se da en parejas casadas y mayores89)».

Además, estos roles de género son percibidos por ambos menores en el entorno familiar, en los medios de comunicación y en la sociedad en general. De este modo, el menor se sentirá reconfortado en su comportamiento.

Este tipo de pensamientos y creencias provocan violencia de género en las relaciones de pareja de menores. Por eso, hace falta realizar campañas de sensibilización, detección y prevención de la violencia de género dirigida a los menores de edad como los protocolos de actuación en los centros docentes, incluso la inclusión de alguna asignatura de género y gabinete de asesoramiento con una persona especialista en violencia de género para asesorar a los profesores y educar a los menores en otra cultura distinta a los estereotipos y roles de género adquiridos por el Estado patriarcal90).

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