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Confrontar investigaciones en acción

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En la presente obra me basaré en gran medida en el análisis de experiencias latinoamericanas para aportar elementos de respuesta a las preguntas que se plantean. A lo largo de los últimos años he dado seguimiento a algunos intercambios con personas que animan unos quince programas de este tipo y que son considerados por sus pares como particularmente creativos: son casos de “buenas prácticas”, como se diría hoy en día. De manera más puntual, he recabado datos sobre muchas más experiencias.

Dos países, en particular, son los que han nutrido mis reflexiones:Argentina y Colombia. El primero ha atravesado en los últimos años por una crisis económica sumamente grave, que ha desembocado en un desastre social sin precedente y una multiplicación de las patologías ligadas al estrés, la depresión, al pánico. En cierta medida, el desarrollo de nuevas formas de solidaridad ha permitido limitar los estragos de dichas patologías, igual que lo hicieron el dinamismo artístico y la multiplicación de las iniciativas culturales. Como decía la psicoanalista Silvia Bleichmar, en esta resistencia, “la cultura en general ocupa un lugar central: cultura del trabajo en primer lugar, de la valoración del conocimiento, de la educación… Pero lo fundamental, la resistencia a la reducción de los argentinos a puros seres biológicos sobrevivientes […] La resistencia de la cultura es el derecho al pensamiento…”27

En un país que pasó recientemente por una dictadura que obstaculizó el acceso a los libros, éstos todavía son deseables, incluso a la hora de la telenovela y de los reality shows. Tal vez la calidad y vitalidad de la producción literaria en ese país también tiene su importancia en eso. Si bien las prácticas de lectura, muy correlacionadas con el nivel de estudios, siguen siendo menos importantes que en Francia, las manifestaciones alrededor del libro acogen a un número muy elevado de visitantes.28 Más allá de las categorías sociales “letradas”, mucha gente tiene conocimiento de la importancia vital de la literatura, oral o escrita. Hay un viejo chiste que dice que los mexicanos descienden de los aztecas, los peruanos de los incas y los argentinos del barco. Más que del barco, los argentinos descienden tal vez del cuento, y no es una casualidad que entre ellos nacieran Borges, Cortázar o Bioy Casares.

De Colombia, los medios de comunicación franceses sólo muestran la guerra, los secuestros, los narcotraficantes, la delincuencia. Sin embargo, los profesionales del libro que han viajado a ese país saben que en él se hallan algunas de las bibliotecas más bellas del mundo, y también de las más visitadas. En ellas se encuentran, por ejemplo, unas salas de música como nunca las he visto en Europa, con pianos disponibles a todo aquel que quiera practicar.29 En la capital, los usuarios de las bibliotecas pueden pedir por teléfono libros que les serán entregados hasta su domicilio por un mensajero: en las calles más que asesinos con visera como en la película La virgen de los sicarios, de Schroeter, los motociclistas a veces transportan bellas historias, relatos sabios o historietas.

Tal vez estos contextos tan expuestos permitirán hacer explícito lo que permanece invisible o tácito en otros lugares. Y además ofrecen la oportunidad de tener una perspectiva alejada sobre nuestra realidad inmediata, de encontrar diferencias para interrogarnos, o bien proximidades, ecos de nuestras propias experiencias.

Desde luego, todo cambia a uno y otro lado del Atlántico: la historia de los pueblos, la magnitud de la pobreza, los niveles de escolarización, las representaciones de lo escrito, el libro, el involucramiento de los servicios públicos, la intensidad de las crisis actuales, etc. No obstante, en ambas orillas del océano, de vez en cuando vuelven a surgir observaciones parecidas. Y como contrapunto a estas experiencias latinoamericanas, a veces se mencionarán algunas iniciativas llevadas a cabo en otras regiones del mundo, como Francia o España, Camboya, Irán o Canadá.

Como en mis investigaciones anteriores, a donde yo quería llegar era a la experiencia de los lectores. Algunos me permitieron compartir con ellos sus vivencias durante alguna entrevista o conversación, o por medio de algún testimonio escrito. Las más de las veces tuve que captarlas a través de las observaciones de quienes impulsan o animan esos programas. Desde luego que es difícil ser juez y parte. Pero muchos de estos profesionales llevan a cabo investigaciones y se dotan de herramientas para conservar un poco de distancia y consignar, ya sea mediante registros o bitácoras, el desarrollo de las sesiones o esas pequeñas frases por medio de las cuales algunos participantes empiezan a mostrar que la experiencia no les deja indiferentes. A menudo, mediadores que no tienen ninguna relación entre sí, con distintas ocupaciones y que no siguen las mismas corrientes teóricas, hacen observaciones parecidas en Buenos Aires, Teherán o México: en consecuencia, no tengo motivos para dudar del rigor de sus observaciones…

El presente texto pretende ser también un homenaje a los mediadores culturales de los países del Sur que no escatiman esfuerzos porque están convencidos de que los recursos culturales, del lenguaje, narrativos y poéticos son tan vitales como el agua. Son ellos los que hicieron posible este libro. Se ha nutrido también de algunas entrevistas realizadas en Francia y España, y de la lectura de algunos escritores y psicoanalistas que estudian la formación del pensamiento y el lenguaje en los primeros años de vida.

Relacionando estos materiales se propondrán pistas, las cuales están lejos de agotar el tema, para tratar de explicitar la contribución de la lectura en algunos contextos críticos. Todo comienza, como veremos, con algunas situaciones de intersubjetividad gratificantes, con encuentros personalizados, un recibimiento, una hospitalidad. A partir de allí, algunas lecturas abren la puerta hacia lugares distintos y hacia momentos de ensoñación que permiten construir un país interior, un espacio psíquico, y apuntalar el proceso de autonomización, la construcción de una posición de sujeto. Pero también la lectura hace posible un relato: leer permite que se desencadene una actividad narrativa y se creen enlaces entre los eslabones de una historia, entre quienes participan en un grupo y a veces entre universos culturales. Sobre todo cuando esta lectura ofrece no un calco de la experiencia de cada persona, sino una metáfora.

Para efectos del análisis distinguiré todos estos elementos y muchos otros que en realidad están entremezclados, para formar una sola y misma experiencia de la que dan testimonio tanto muchachas como muchachos,30 provenientes de distintos medios sociales y culturales, que han practicado la lectura de manera individual o que hacen referencia a lecturas compartidas. Se trata de una misma experiencia que, no obstante, supone dispositivos particulares para hacer que los textos se conviertan en una verdadera apropiación y no sean percibidos como algo que se quiere imponer y de lo que habrá que rendir cuentas.

Más allá de los “espacios en crisis”, en las páginas que siguen se hablará de todos nosotros. Si me interesé en estas temáticas fue probablemente porque yo he tomado mucho de los libros para enfrentar las aflicciones que me ha tocado vivir.31 Pero en ciertos momentos de la vida, cada uno de nosotros es un “espacio en crisis”. Los seres humanos tienen además una predisposición originaria, antropológica, a las crisis: al nacer prematuros, estamos marcados por una fragilidad cuyas huellas persisten durante toda la vida. Pese a ello se nos ofrecen salidas para no quedar atrapados en los componentes destructivos de aquello que nos toca enfrentar.

Proust decía que las ideas eran “sucedáneos de las penas”: “en el momento en que éstas se transforman en ideas, pierden una parte de su efecto nocivo sobre nuestro corazón, incluso, en el primer instante, la transformación misma súbitamente libera alegría”.32 Los libros leídos ayudan a veces a soportar el dolor o el miedo a distancia, a transformar las penas en ideas y a recuperar la alegría: en estos contextos difíciles, he conocido a lectores felices. Vivían en un marco que no predisponía mucho a la felicidad. Su mirada a veces estaba muy marchita. Sin embargo, habían podido asirse de textos o de fragmentos de textos, o de imágenes a veces, para modificar el curso de su vida y pensar su relación con el mundo. Lejos de ser un catálogo de la desgracia humana, este libro pretende identificar algunos de los sesgos que permiten un nuevo despliegue de las posibilidades, una posibilidad de salida de los caminos ya trazados, una respiración.

1 Discurso del 10/12/1957. Disponible en el sitio de la Fundación Nobel.

2 Primo Levi, Si c’est un homme, París, Julliard, 1987 (Si esto es un hombre, Barcelona, Quinteto, 2006); Robert Antelme, L’Espèce humaine, París, Tel- Gallimard, 1978, pp. 202-203. (La especie humana, Ed. Era, 2001.)

3 Joseph Brodsky, “To please a shadow”, Less than one, Nueva York, Farrar Straus Giroux, 1986. (“Complacer a una sombra”, en Menos que uno, Barcelona, Versal, 1987).

4 Varlam Chalamov, Mes bibliothèques, París, Interférences, 1993, pp. 49-50.

5 Jean-Paul Kauffmann, La Maison du retour, París, Nil Editions, 2007, pp. 115-116.

6 Rencontre avec Sergio Pitol, Le Monde, 2/11/2007.

7 Citado por Rémy Puyuelo en: Héros de l’enfance, figures de la survie, París, ESF, 1998, p. 66.

8 Entrevista publicada en Elle, 3/9/2001.“La lectura de esa novela suspendió el tiempo, me llevó a otro lugar. Ese personaje que logra transformar su soledad en libertad, me permitió entrever el mañana”.

9 Laure Adler, Marguerite Duras, París, Folio-Gallimard, 1998, p. 11.

10 “Les sociologies de la lecture”, Le Grand Atlas Universalis des littératures, París, 1990, p. 276.

11 Martine Poulain, “Les publics des bibliothèques” en: Lire en France aujourd’hui, París, Éditions du Cercle de la Librairie, 1993, p. 235.

12 Citada por Svetlana Alexievitch en: Derniers témoins, París, Presses de la Renaissance, 2005, p. 28.

13 Entrevista publicada en Télérama, 13/12/2000, p. 66.

14 Marina Colasanti, Fragatas para tierras lejanas, Bogotá, Grupo editorial Norma, 2006, p. 30.

15 Libération, 27/9/2001.

16 Télérama, 10/10/2001.

17 René Kaës et al., Crise, rupture et dépassement, París, Dunod, 2004, p. 22.

18 Le Monde, 26 de agosto de 2007, p. 14.

19 Véase en particular Hélène Michaudon, “La lecture, une affaire de familles”, INSEE, 777, mayo de 2001; François de Singly, Les Jeunes et la lecture, Ministère de l’Éducation nationale et de la Culture, Dossiers Éducations et formations, 24, enero de 1993; Erich Schön, “La fabrication du lecteur”, en: Martine Chaudron y François de Singly, Identité, lecture, écriture, París, BPI/Centre Georges Pompidou, 1993.

20 Cf. Michèle Petit, Nuevos acercamientos a los jóvenes y la lectura, México, Fondo de Cultura Económica, Col. Espacios para la lectura, 1999 (traducido del francés por Rafael Segovia y Diana Luz Sánchez).

21 Michel de Certeau, “Lire: un braconnage”, en: L’Invention du quotidien, I/ Arts de faire, París, 10/18, 1980. (“Leer: Una cacería furtiva” en La invención de lo cotidiano, I. Artes de hacer, México, Universidad Iberoamericana, 1996.)

22 Hace unos veinte años, Yves Bonnefoy, en “Lever les yeux de son livre” (“Levantar la vista del libro”) introducía la idea de que “la interrupción en la lectura de un texto puede tener un valor esencial y casi fundador en la relación del lector con la obra”. Cf. Nouvelle revue de psychanalyse, 37, 1988, p. 13.

23 Me encontré con la sorpresa de constatar que muy rápidamente se habían apropiado de mis trabajos mientras yo me preguntaba si podrían atravesar el Atlántico. Decían que en ellos encontraban plasmado lo que ellos mismos observaban en contextos totalmente diferentes, y que veían legitimadas sus iniciativas.

24 En el caso de los cuentos, Stefano Monzani ha hecho un balance reciente de la cuestión: “Pratiques du conte: revue de la littérature”, La Psychiatrie de l’enfant, 2005/2, 482, p. 593-634 (distribución electrónica, Cairn).

25 Me refiero en particular al libro: Using bibliotherapy: a guide to theory and practice, Londres, Mansell, 1978, y a la obra colectiva que coordina: Bibliotherapy sourcebook, Londres, Mansell y Phoenix, Oryx Presse, 1978. En una acepción diferente de la biblioterapia tal como se practica en los países anglosajones, véase Marc-Alain Ouaknin, Bibliothérapie: lire, c’est guérir, París, Le Seuil, 1994.

26 Lo que dice, por ejemplo, Claudie Guérin, coordinadora de Bibliotecas de Asistencia Pública-Hospitales de París: “Es importante señalar que todo lo que hacemos en materia de actividades culturales en torno al libro y la escritura no es biblioterapia. El personal de salud y las bibliotecas están de acuerdo […] no es una herramienta terapéutica más…” (COBB, Actes de la journée Santé mentale et bibliothèques, Plérin, 16 de noviembre de 2006. En línea en http://www.britalis.org/ABV/Integration/Pages/framesetPortail.asp).

27 Entrevista realizada por Elisa Boland, La Mancha, Buenos Aires, 17 nov. de 2003. Juan Carlos Stagnaro, psiquiatra, declara por su parte: “La cultura cumple una función de protección, que toma la estafeta de las figuras parentales. La situación se vuelve dramática si la cultura fracasa en su papel protector”. Sufrimiento y salud mental a prueba en la política: Argentina 2001- 2002. Jornada organizada por l’AFAPSAM y el Centro Henri Ey, París, 15/5/2003.

28 En Buenos Aires, la Feria del Libro atrae a más de un millón de visitantes, de los cuales un buen número son habitantes de los medios populares (el Salón del Libro de París acoge a unas 160 000).

29 Pienso en la biblioteca Ángel Arango de Bogotá. http://www.lablaa.org. En la capital, recientemente se han sumado tres bellas bibliotecas a la red existente. www.biblored.org.co/. Acerca de las bibliotecas de ese país, cf. Émotion, rire, conviction. Quatre ans de coopération franco-colombienne en bibliothèques (Edición bilingüe del Ministerio Colombiano de Cultura y la Embajada de Francia en Colombia, 2006).

30 Hablo aquí en sentido general pese a que en muchos países las diferencias entre muchachas y muchachos se han vuelto las más importantes en el campo de la lectura

31 Cf. Michèle Petit, Una infancia en el país de los libros, México, Océano travesía, Col.Ágora, 2008 (traducido del francés por Diana Luz Sánchez). Un trabajo “científico” es en gran parte una autobiografía disfrazada.

32 Eso es lo que Ouaknin dice sobre la catarsis (que la escena literaria hace posible, tal como la escena teatral): es “esa alquimia subjetiva que consiste en transformar en placer la pena inherente a esas emociones: la piedad o el espanto” (op. cit., p. 20).

El arte de la lectura en tiempos de crisis

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