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Reencontrar una “tierra adentro” de sensaciones, un ritmo
ОглавлениеUn deseo que pudo salir a la luz porque alguien supo tocar esta sensibilidad primera, suscitar, mediante la voz, vaivenes entre cuerpo y pensamiento y permitió recobrar, bajo el texto, una “tierra adentro” de sensaciones, un movimiento, un ritmo. Permitió entrar en la danza.
Porque los textos actúan en varios niveles, ya sea que se lean en voz alta o que se escuchen en el secreto de la soledad: por su contenido, por las asociaciones que ocasionan, las discusiones que provocan; pero también por su melodía, su ritmo y su tempo. Escuchemos, por ejemplo, a Joséphine:
Recuerdo un día en que me encontraba en un estado de nerviosismo completamente patológico. Corrí a la biblioteca para localizar El molino de Verhaeren. Inmediatamente me tranquilizó. Desde ese día he regresado a él a menudo, suprime toda mi locura, todo mi desequilibrio; sé que está allí como las pastillas que están en el cajón de la izquierda. Me hace mucho bien debido a su ritmo, quizá también a alguna imagen, pero es sobre todo el ritmo. Lo sorprendente es que ese día fui directo a buscar el libro, y dentro del libro, ese poema, de modo que en mí había algo que ya lo sabía y yo no tenía conciencia de ello.
A propósito de los poderes reparadores de una obra literaria, Nuala O’Faolain escribe: “La esperanza de reparar la pérdida está en el ritmo y el tono de la obra escrita, no en sus palabras. El ritmo está allí donde el lector presiente la veracidad del autor, de modo tan infaliblemente, creo, como un lactante adivina si la persona que lo está cargando lo quiere. El escritor y el lector bailan al ritmo, en conjunción con la melodía…”65
En ciertas obras parece haber un texto subyacente “que no es verbal, sino rítmico”, o un canto, y sobre él los lectores enraizarán sus emociones y sus experiencias. La asociación con el lactante sugiere una vez más que se está rozando algo tan antiguo como la canción de cuna, de la que Alberto Konicheckis escribe: “El ritmo supone un regreso, una repetición, una especie de circularidad, capaz de oponerse a las tendencias a la diseminación y la dispersión que acechan permanentemente al bebé”.66 A semejanza de las manos que cargan a un niño, el ritmo sostiene. Independientemente del riquísimo aspecto de simbolización del lenguaje, de formulación de la experiencia gracias a las metáforas que ofrece un texto –que analizaremos más adelante– la lectura, en particular de obras literarias, intervendría así a un nivel más próximo a lo sensorial y a las primeras interacciones que permitieron la construcción de los límites de uno mismo. Sobre todo cuando se trata de lectura en voz alta, y de poesía.
Beatriz Helena Robledo, quien ha desarrollado numerosas experiencias literarias en Colombia, especialmente con adolescentes desmovilizados del conflicto armado o personas desplazadas, y que ha observado con mucho cuidado lo que sucedía durante algunas sesiones, insiste también en la importancia de un ritmo: “…hay ritmo, hay cadencia, musicalidad, juegos de palabras, y un tempo que sostiene, que evita el vértigo y el sinsentido”:67 “La poesía en la infancia es mucho más que juego con el lenguaje. Es ante todo ritmo, ritmo que sostiene, que protege del vacío, que no permite la sensación de vértigo, porque cuando nos entregamos al ritmo, éste nos acoge: lentamente unas veces, de manera rápida o cadenciosa otras, devolviéndonos el ritmo original y binario del corazón: sístole, diástole”.68
“La voz viene del cuerpo, es decir de nuestra parte sensible. La voz viva es lo contrario de la letra muerta y de la lengua estereotipada”,69 escribe la psicoanalista Marie- France Castarède, quien ha estudiado mucho la voz, especialmente en la ópera. Ella afirma también:
…actualmente, algunos desgarradores cambios de enfoque deberían llevarnos a desarrollar más que nunca el espacio cultural, lugar privilegiado de la expresión de sí mismo y de la comunicación con el otro, decisivo contrapeso al mundo de la inteligibilidad y de la ciencia tecnológica, lo que vuelve tan contemporáneo a Winnicott. […] Lo sensible ha sido destronado en provecho del conocimiento. Ya es hora de que regrese a casa, el paraíso que hemos perdido.70
Es verdad que en Francia, quizá más que en otros países, hace ya largo tiempo que se consumó la ruptura entre el mundo de la inteligencia, de la razón, y el de la sensibilidad. En la escuela, durante mucho tiempo se estudió la literatura como algo externo a sí mismo, que no tiene que ver con las vivencias, las experiencias o las sensaciones. Algunos enfoques se han afanado en ahondar la distancia con el cuerpo, en repudiar cualquier emoción, la cual era vista como un alejamiento peligroso. Y durante mucho tiempo el cuerpo ha sido lo olvidado, lo impensado en las investigaciones sobre la lectura, reducida a una actividad mental pese a que se trata de una actividad psíquica que involucra de manera indisolublemente ligada tanto el cuerpo como la mente.
Si la literatura está en parte distanciada de lo carnal, por el lado de la especulación, también está cercana a la vivacidad de los sentidos, y esto no tiene que ver con el tema tratado, sino con la escritura… o con la “lectura”, el ángulo de aproximación. El paraíso que evoca M.-F. Castarède es quizá el mismo que evocaba Ani Siro al iniciar el Centro de lectura para todos en Buenos Aires: el lugar en el que concuerdan emociones y pensamientos, en el que lo más singular, lo más irreductible de cada uno es lo que más se comparte, y el que se abre hacia horizontes hasta entonces insospechados.
33 Citado por Gustavo Martín Garzo, El pozo del alma, Madrid, Anaya, Sopa de libros, 2000, p. 46.
34 Véase el sitio www.expedicaovagalume.org.br
35 Citada por Claire Jobert en: “Médiations en faveur de la lecture auprès d’enfants travailleurs. Le cas d’une bibliothèque à Téhéran”, Tesis de Master 2 Literatura juvenil, Universidad de Maine, septiembre 2007, p. 21.
36 Programa Paraderos Paralibros Paraparques, iniciado por Fundalectura. Situados en jardines públicos, proponen una colección de 300 libros que pueden prestarse a domicilio. http://www.fundalectura.org
37 Véanse por ejemplo los que fueron nominados para el Asahi Reading Promotion Award, otorgado cada año por la International Board of Books for Young People (IBBY). http://www.ibby.org/index.php?id=505&L=2. Véase también My librarian is a camel. How Books Are Brought to Children Around the World, Margriet Ruurs, Boyds Mills Press.
38 Thomas Pavel, Comment écouter la littérature, París, Collège de France/Fayard, 2006, p. 38.
39 Patricia Pereira Leite, “Des chemins posibles” (Caminos posibles). Foro franco-brasileño Culturas y desigualdades culturales en Francia y en Brasil, Salón del libro y de la prensa para la juventud en Seine-Saint-Denis, UNESCO, 29/11/2005. Sobre esta experiencia con los adolescentes, véase también Marcia Miyoko Wada, Juventude e leitura, Annablume, São Paulo, 2004. El programa ha sido apoyado en particular por la fundación Abrinq para los Derechos de los Niños y Pananco do Brasil.
40 Lo que dice Val citando el coro de una canción en un correo electrónico: “O seu olhar, seu olhar melhora, melhora o meu”: tu mirada hace mejor la mía. También me viene a la mente, como un eco, esta frase de un joven de un barrio marginado francés, citado por Florence Schreiber durante una mesa redonda en el Salón del Libro de París de 2006: “Nos hablaron como a personas”.
41 Antonio Cândido, V. Dantas (org.), Bibliografia Antonio Cândido/Textos de intervençao, São Paulo, Editora 34, 2002, pp. 242-243.
42 Cf. Claude Avram, “René Diatkine et l’unité de soins intensifs du soir”, en: MadeleineVermorel et Elsa Schmid-Kitsikis, René Diatkine, psychanalyste de l’enfant, Lausanne, Delachaux et Niestlé, 2001.
43 ACCES fue fundada en 1982 por Marie Bonnafé, René Diatkine y Tony Lainé, quienes conocían el valor insustituible de la literatura en el desarrollo psíquico. Especialistas en los niños pequeños, estos psicoanalistas sabían que para que un niño o niña se interesara un día en lo escrito, debía previamente apropiarse de la lengua de un modo lúdico, poético. Señalaban que desde su llegada a la escuela, los niños ya estaban en desigualdad de competencias narrativas o literarias: los que en el seno familiar habían tenido acceso a la lengua del relato se sentían más a gusto cuando se veían confrontados al aprendizaje de lo escrito, que los que habían crecido en familias donde el uso de la lengua era limitado, utilitario. Al privilegiar la colaboración con los servicios públicos, ACCES pone los libros a disposición de los más pequeños y de su entorno en medios ecnómicamente desfavorecidos. La asociación privilegia las lecturas individuales dentro de un pequeño grupo. (Cf. Marie Bonnafé, Los libros, eso es bueno para los bebés, México, Océano travesía, Col.Ágora, 2008.)
44 Cf. René Diatkine, “Lectures et développement psychique”, Hommage à René Diatkine, Les Cahiers d’ ACCES, 4, 1999.
45 Este centro fue iniciado por Ana María Kaufman y Ani Siro, junto con la Universidad de San Andrés. Se ubica en el Instituto Parroquial San Pedro Claver y es sostenido por la Fundación Bunge y Born.
46 Voces, Centro de lectura para todos, 2004, p. 4.
47 En Francia también hay algunos adolescentes que son mediadores. Por ejemplo Patrick Borione, librero en Montreuil, mencionó un experimento de cabaret literario realizado en Nanterre con preparatorianos del barrio de las Pâquerettes: “Les regalamos una decena de libros de colecciones para adolescentes y adultos. De un golpe, estos estudiantes ya no estaban en el terreno de la lectura obligada. Ésta ya no era una obligación académica, sino un sinónimo de libertad. Pensábamos que encontraríamos a una o dos personas que hubieran leído todos los títulos. Lo más interesante fue que hubo tres o cuatro alumnos que fueron los facilitadores de los otros, que les pasaron los libros. Al final, todos los estudiantes presentes habían leído al menos tres novelas” (Coloquio Lecturas y adolescentes, INJEP, 17/11/2005, Marly-leRoy).
48 C. Jobert, op. cit., p. 100.
49 R. Kaës et al., op. cit., p. 25.
50 François Flahault y Nathalie Heinich, “La fiction, dehors, dedans”, L’Homme, 175-176, julio-diciembre 2005, p. 8.
51 D. W. Winnicott, Jeu et réalité, París, Gallimard, 1975, p. 154. (Realidad y juego, Barcelona, Gedisa, 1994).
52 Véanse en particular los trabajos de Daniel Stern.
53 F. Flahault y N. Heinich, art. cit., p. 28.
54 Bernard Golse, L’Être-bébé, París, PUF, 2006, p. 224.
55 Alberto Konicheckis, “El relato como canción de cuna”, en: Bernard Golse y Sylvain Missonnier (dirs.), Récit, attachement et psychanalyse, París, Érès, 2005. Véase también Marina Altmann de Litvan, La Berceuse, 1001 bébés, Érès, 2004 ; Marie-Claire Bruley y Marie-France Painset, Au bonheur des comptines, París, Didier-Jeunesse, 2007.
56 B. Golse, L’Être bébé, op. cit., p. 259.
57 Id, p. 242.
58 Evelio Cabrejo Parra, “Langue, littérature et construction de soi”, en: Henriette Zoughebi (coord.), La Littérature dès l’alphabet, París, Gallimard, p. 73 y siguientes.
59 F. Flahault y N. Heinich, art. cit., p. 12.
60 Id, p. 10.
61 Hommage à René Diatkine, op. cit., p. 8.
62 Laurent Danon-Boileau, “Naissance du langage, naissance de la symbolisation chez l’enfant”, Conferencias de la Sociedad Psicoanalítica de París, 21 de mayo de 2002.
63 F. de Singly, op. cit., p. 102.
64 Silvia Seoane, “Narración oral y cultural escrita. Acerca de lectoras del ‘Club de Abuelas y Madres del Barrio Gral Belgrano’ de Entre Ríos” Conferencia pronunciada en el marco del Postítulo de Literatura Infantil y Juvenil, CePA, Buenos Aires, 12 de julio 2003.
Estos talleres fueron desarrollados en el marco del Plan Nacional de Lectura dirigido de 2003 a principios de 2008 por Gustavo Bombini e implementado por el Ministerio de Educación Nacional.
65 Nuala O’Faolain, J’y suis presque, París, Sabine Wespieser, 2005, p. 155.
66 A. Konicheckis art. cit., p. 127.
67 Beatriz Helena Robledo, “El lugar de la literatura en tiempos difíciles”, Lectura viva http://www.lecturaviva.cl/articulos/lugar_de_la_lectura.html
68 B. H. Robledo, Antología de poesía colombiana para niños, Bogotá, Alfaguara infantil, 2007, p. 7.
69 Marie-France Castarède, La Voix et ses sortilèges, París, Les Belles lettres, 2000, p. 202.
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