Читать книгу El arte de la lectura en tiempos de crisis - Michèle Petit - Страница 13
Un dispositivo aparentemente muy simple
ОглавлениеEn el centro de lo que ellos emprenden, regresa siempre, con variantes, una forma de trabajo aparentemente muy simple: el intercesor propone soportes escritos a los que habitualmente están alejados, luego lee en voz alta; después entre los participantes empiezan a surgir relatos, o a veces una discusión; o también el silencio. ¿Qué es lo que sucede en esos encuentros? Dos grupos que tienen una larga experiencia con estas mediaciones, cada uno a su manera, nos permitirán acercarnos a ellos.
A Cor da Letra (“El color de la letra”, que suena también como “Afina la letra”) desarrolla desde 1998 proyectos centrados en la lectura y la literatura en varias regiones del Brasil. Este centro de estudios trabaja con instituciones que se ocupan de niños y jóvenes en situación de riesgo, ONG, escuelas públicas y privadas, hospitales, bibliotecas, centros sociales y culturales, particularmente en barrios urbanos pobres y en el campo. Forma a personas muy diversas en este arte de las relaciones que mencionaba anteriormente, con el fin de que “la lectura de historias se incorpore a la rutina de las instituciones o a diversos espacios de la comunidad”,39 en la esperanza de que estas “islas de expresión, de transmisión y de creación de cultura” se multipliquen. Y es que, de acuerdo con este grupo, cualquier persona puede convertirse en mediador de lectura si está decidida a ello, dispone de un poco de tiempo y tiene algún vínculo con alguna institución o comunidad local, para así garantizar que el trabajo tenga una continuidad.
Cuando es posible algún tipo de cooperación institucional, por ejemplo con hospitales pediátricos, A Cor da Letra le enseña al personal (en este caso al personal de salud, desde el jefe de médicos hasta los asistentes y el personal de limpieza) a entrar en el universo de los relatos, a conocer y respetar la diversidad de las culturas, de los tiempos, de las opciones, a leer un texto en voz alta, exactamente como está escrito, y a dar cabida a las palabras o a respetar los silencios de los niños. Cuando no existen servicios públicos, la asociación forma a jóvenes o a habitantes del lugar, para que garanticen la continuidad de la mediación y a su vez puedan ser iniciadores de otras.
Sin embargo, en Brasil como en cualquier otro lugar, no es fácil transmitir a los adolescentes el gusto por la lectura, particularmente cuando han crecido en ambientes populares. Cuando las animadoras del A Cor da Letra llegaron a las favelas y empezaron a sacar libros de sus bolsas, muchos jóvenes se mostraron desilusionados o a la defensiva. Esos objetos estaban desprovistos de sentido; ellos sólo habían conocido la lectura en la escuela y no les traía buenos recuerdos: “La escuela fue una experiencia carente de significado” relata Val: “La lectura se nos presentaba allí como una obligación, una imposición, lo único que aprendí fue a memorizar textos, el acto de leer no tenía ningún sentido, yo no hacía más que descifrar signos. Y al hacer esto, pronto mi creatividad, la posibilidad y la capacidad de descubrir quedaron anestesiadas. Durante muchísimos años, viví como la Bella Durmiente, no distinguía nada, no entendía y no decía nada”.
Y donde normalmente nadie cree en las capacidades de los adolescentes, donde la actitud más común hacia ellos es la desconfianza, las mujeres que impulsan A Cor da Letra tuvieron confianza en la creatividad, la audacia y la energía de éstos. Al cambiar la perspectiva que se tiene sobre ellos, “también los cambiamos de lugar”, dice Patricia Pereira Leite.40 Como no había examen final y se sintieron conmovidos por las palabras, o la voz, o la energía de esos adultos que fueron a leerles historias y luego a proponerles que se les unieran, buen número de ellos se mostraron abiertos a recibir una formación.
Durante las sesiones, se les sugería hablar de su infancia, por ejemplo pensar en un objeto que les gustara mucho y en una historia asociada a él.“Se reflexiona junto con ellos, a partir de los temas que introducen”, aclara Patricia: “todo el mundo tiene historias que contar”. Se ve así que el repertorio cultural a partir del cual trabaja la asociación no sólo está constituido por lo que aportan los formadores, sino también por lo que cada uno propone. Desde su más tierna edad, todo niño o niña es considerado como un sujeto activo en la construcción de sus conocimientos y de su cultura.
Los adolescentes se preguntaron por qué era importante tener acceso a los libros y debatieron sobre ello. También fueron proyectados, analizados y comentados, algunos videos en los que aparecían niños con libros ilustrados; se les proporcionaron elementos teóricos sobre el desarrollo del lenguaje en el niño, la diferencia entre contar y leer (el libro garantiza la repetición de la historia, la estabilidad). Se cuestionaron sobre el lugar en que se situaban, que se distinguía del de algún maestro o amigo; muchos de ellos están en una posición de dar algo que ellos no tuvieron. Las sesiones de formación también recurrieron al mecanismo y a los soportes que se les invitaría a utilizar: se les propuso empezar a leer un libro ilustrado en voz alta, y luego comentar esa experiencia. Al principio, la mayoría no se atrevía a hacerlo, por miedo a tartamudear o a pronunciar mal las palabras, a ser objeto de burla. Les sorprendió que alguien los escuchara con atención, comprobar que su voz, su palabra, tenían un valor, la posibilidad de ser escuchados. Poco a poco se sintieron reconocidos y disminuyó la inhibición que sentían.
Así pues, leyeron para otros, generalmente para niños más jóvenes, frente a las puertas de su casa. Se les sensibilizó a la necesidad de observar y luego anotar lo que ocurría durante esas sesiones: ¿los niños se expresan más que antes o no?, ¿se sienten más cómodos cuando hablan de sí mismos?, ¿su relación con los otros se modifica?, ¿cómo les va en la escuela?, etc. Todas estas observaciones fueron comentadas y analizadas en las supervisiones que se realizaron durante las reuniones mensuales.
Parece que después de unos meses, sus propias posibilidades de expresión lingüística, oral y a veces escrita se desarrollaron mucho, lo que se vio confirmado por algunas evaluaciones realizadas por lingüistas. Algunos reanudaron sus estudios. Otros participaron en eventos en contextos que excedían con mucho su medio social y su marco de vida habitual, como algunos Encuentros Nacionales de Adolescentes o la inauguración de una biblioteca ligada al Movimiento de los Sin Tierra. También visitaron museos situados en otros barrios.
El psicolingüista Evelio Cabrejo Parra y yo conocimos a algunos de ellos. Son mediadores en favelas, hogares para niños en peligro, hospitales o en el campo. Nos impresionó su gran capacidad para decir y hablar de su experiencia de manera directa, implicada, y no a partir de un discurso de otros sobre los supuestos beneficios de la lectura. También la agudeza de sus observaciones, su atención y su respeto por los destinatarios de esta labor de mediación. Igualmente nos sorprendió la calidad de la atención por parte de los responsables de la asociación, que en ningún momento intervenían en su discurso o sustituían las palabras de ellos por las propias.
Es cierto que dos de ellas son psicólogas profesionales: Patricia Pereira Leite es psicoanalista y Marcia Wada, psicoclínica, mientras que Cintia Carvalho tiene formación literaria. Por su oficio, ellas saben que las líneas de un destino pueden moverse debido a una intersubjetividad, una disponibilidad psíquica, una escucha, y que éstas, al igual que la simbolización, están en el centro de la construcción o la reconstrucción de sí mismo. Pero hacen una clara distinción entre su trabajo clínico y su actividad dentro de A Cor da Letra. Ellas conocen los poderes de la literatura por experiencia y gusto personal y citan a un crítico, Antonio Cândido, quien escribe:
Así como no hay equilibrio psíquico sin sueños durante el sueño, tal vez podríamos decir que no hay equilibrio social sin literatura. […] La literatura aparece claramente como una manifestación universal de todos los hombres, de todas las épocas. […] No hay pueblo ni hombre que puedan vivir sin ella, sin entrar en contacto con una especie de fabulación. […] Desde ese momento, si nadie puede pasar veinticuatro horas sin sumergirse en el universo de la ficción y la poesía, la literatura, en la acepción amplia a la que hago referencia, parece corresponder a una necesidad universal, cuya satisfacción constituye un derecho.41
Su forma de trabajo se basa en tomar en cuenta las aportaciones de la literatura al desarrollo psíquico, con la convicción, sustentada en la experiencia y el seguimiento de observaciones, de que en particular el arte del relato permite organizar la historia propia y transformarla. Fue primero con René Diatkine, de la Unidad Nocturna de la Fundación Martine Lyon, que forma parte del dispositivo de salud mental del distrito XIII de París,42 y con la asociación ACCES,43 donde Patricia Pereira Leite se formó. Allí aprendió que, sean cuales fueren las dificultades de la vida social o psíquica de un sujeto, siempre se puede esperar un nuevo despliegue de sus posibilidades si se le sabe escuchar y modificar la óptica desde la cual se ve a esa persona; y comprendió que el horror al texto que sienten algunos niños o adolescentes, para quienes lo escrito ha sido sinónimo de exclusión, es reversible, “sobre todo si no se reconstruye una situación de examen, si no se plantean preguntas destinadas a verificar que el oyente entendió bien lo que se deseaba que entendiera”.44
Algunos de los jóvenes mediadores de A Cor da Letra hablan del reconocimiento que adquirieron, particularmente entre los habitantes del lugar en el que viven, como esta joven que dice: “Con este trabajo, ya no soy una muchacha más de esta comunidad, soy una referencia para los niños; cuando paso por la calle, todos me reconocen”. O esta otra: “Ya sabes, la gente te escucha. ¡Alguien se fijó en mí!”
Otros hablan del sentimiento de responsabilidad, de la importancia que ha tenido para ellos el hecho de sentir que participaban en algo más vasto que ellos, como este muchacho: “Fui responsable de algo que no era solamente mi vida, de algo que nos sacaba de nosotros mismos”. OVal, que ahora trabaja en la asociación y reanudó sus estudios: “Trabajando con jóvenes insertos en la misma realidad que yo había vivido, sentía que tenía una responsabilidad muy grande: abrir caminos que hicieran posible la transgresión” “la transgresión que consiste en salir de los puestos sociales asignados y en apropiarse de lugares u objetos a los cuales por sus circunstancias no estaban destinados”.
Es cierto que no harán eso toda su vida; su participación en A Cor da Letra será sólo por una temporada, pero una temporada importante. Y está siempre la idea de la multiplicación. Por ejemplo en el marco de un proyecto titulado Mudando a historia (Cambiando la historia), se formaron 338 jóvenes en Sao Paulo, Río y otras dos ciudades. A su vez, transmitieron lo que sabían a 2 459 nuevos mediadores y, en definitiva, se benefició a cerca de 30 000 niños y adolescentes. “Se abren claros en el bosque, otros se apoderan de esos objetos y los llevan más lejos”, dice Patricia.