Читать книгу Todo aquello que nunca te dije - Miguel Aguerralde - Страница 19

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CAPÍTULO 14

DESIREÉ.

La nueva novela se resiste. Sé que he escrito algo bueno, me ha llevado meses hacerlo y creo que en ésta he sabido poner lo mejor de mí. Lo mejor de mi talento, lo mejor de lo aprendido hasta ahora.

Quizá por eso se resiste. La presión por terminarla y mi obsesión porque sea especial es mayor que con cualquier otra.

No recuerdo la última vez que me quedé sentado en el sillón frente a la tele para relajarme después de la cena. Desde mi escritorio en un rincón del comedor veo a Desireé, aburrida, pulsando los botones del mando a distancia con una cadencia rítmica cambiando de un canal a otro. Uno, dos, tres. Sé que dejará cualquier tontería con tal de no irse a la cama sola. Y me siento culpable porque sé que tendrá que hacerlo. Cuánto desearía tener tiempo para estar con ella, para hablarle, para rozar su piel. Pero no lo hay. No hay tiempo. Ni tiempo ni cabeza. Ahora mismo esta novela es lo más importante. Debe serlo. Tiene que quedar mejor que ninguna otra.

Tecleo casi furioso intentando terminar un párrafo con los dedos al mismo tiempo que lo termino en mi mente. Es difícil escribir tan rápido como pienso. No creo que sea un buen párrafo, ni siquiera un buen capítulo, pero la consigna es continuar, avanzar, intentar acercarme de una santa vez al dichoso rótulo FIN. Ya tendré tiempo de cambiar cosas en la posterior corrección. Sólo quiero terminar y sentarme con Desireé a ver cualquier cosa.

Me encuentro tan harto, tan cansado. Han sido tantos meses metido en esta ciudad irreal, en este universo inventado, en compañía de estas personas de papel, que ni siquiera existen. Vamos, me digo. Teclea un poco más. Vence al sueño y termina antes de que Desireé se harte de verte siempre tan ocupado.

Como si hubiera adivinado que pensaba en ella, mi mujer apaga la televisión y se levanta del sofá con gesto somnoliento.

—Me voy dentro —murmura.

Yo no me incorporo ni tampoco la contesto. Estoy atascado en un final de capítulo que no quiere salir. Por el rabillo del ojo percibo apenas cómo ella alza los brazos y tuerce el gesto, cómo pone cara de resignación y se marcha al dormitorio.

Todo aquello que nunca te dije

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