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2. LA CALIBRACIÓN DEL RIESGO EN LA TOMA DE DECISIONES 2.1. El proceso de decisión. Distintos enfoques según las posibles consecuencias

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En un entorno de fuerte competencia e innovación constante, las empresas deben estar dispuestas a tomar ciertos riesgos y adoptar sus decisiones de forma ágil. La cuestión es qué riesgos se pueden tomar, en qué condiciones y con qué grado de información, así como a qué niveles de decisión dentro de la organización.

La Asesoría Jurídica, en su función de guardián de los riesgos de la compañía, debe posicionarse activamente sobre qué condiciones y nivel de información deben concurrir a la hora de tomar decisiones que impliquen riesgo, así como establecer los mecanismos adecuados para garantizar que la información sobre posibles riesgos se incorpore adecuadamente a los procesos de decisión. Además, le corresponde a la Asesoría Jurídica diagnosticar si el apetito de riesgo de la compañía es el adecuado en función de su entorno y las circunstancias concurrentes en cada momento así como determinar si se presentan debilidades o áreas vulnerables que aconsejen rectificar el rumbo.

Pues bien, se observa que con bastante frecuencia las compañías aplican los mismos procesos de decisión independientemente de los potenciales resultados de las decisiones. En mi opinión, esto no es necesario e incluso puede ser contraproducente en la medida que ralentiza y complica el funcionamiento de la empresa. El proceso deberá variar dependiendo de las posibles consecuencias que pueda acarrear la decisión. Hay algunas decisiones –normalmente las menos– cuyas consecuencias son difícilmente reversibles. Una vez se ponen en práctica, ya no hay marcha atrás o ésta es extremadamente difícil o improbable. Este tipo de decisiones deben ponderarse detenidamente, considerarse desde diversos puntos de vista y escalarse a los niveles adecuados dentro de la organización, asegurándose que la información sobre la decisión fluye adecuadamente.

Sin embargo, otras decisiones –las más– no conllevan este tipo de consecuencias pues son reversibles o, al menos, habremos identificado una alternativa razonable para el caso de que las circunstancias vengan mal dadas. Si el riesgo es aceptable puesto que la situación es reversible, debería priorizarse una toma de decisión ágil, asegurándose de que la decisión se adopta por empleados con buen criterio y que se involucra a un número reducido de personas. Es más, en estos casos los miembros de la Asesoría Jurídica deberían sentirse cómodos en ofrecer su recomendación incluso cuando no cuentan con toda la información. Con ello, se trata de primar la agilidad frente al proceso, puesto que la velocidad de decisión es crítica en la mayoría de las estrategias empresariales y este es un aspecto, que sin embargo, no siempre se refleja en los procesos internos, con la consiguiente frustración e innecesaria fricción.

La clave está, en mi experiencia, en saber identificar cuando estamos ante un tipo u otro de decisión, es decir, cómo podemos saber si las consecuencias de una decisión serán irreversibles o no. La experiencia propia o de otras empresas que hayan puesto en práctica decisiones equivalentes en un pasado reciente puede ser un buen indicador, pero no siempre es fiable. Es más, muchas decisiones carecen de precedentes y por tanto el grado de incertidumbre es muy alto. En estos casos, mi recomendación es que tratemos de vislumbrar el peor escenario posible y determinar si tenemos alternativa para restaurar la situación sin un coste serio de cumplimiento, reputacional o en la experiencia del cliente. En caso de obtener una respuesta positiva (es decir, concluimos que incluso si las cosas van mal existe una salida aceptable), probablemente estemos ante una decisión reversible y respecto de la cual, por tanto, es aconsejable que prime la agilidad. Por el contrario, si no somos capaces de vislumbrar esa solución o salida, si el impacto es inaceptable o se corre el llamado riesgo “two steps back” (es decir, el riesgo de retroceder a una situación peor de la que se tenía cuando se asumió la decisión, por ejemplo si provocamos una investigación regulatoria que pueda llegar a prohibir o condicionar severamente un producto o servicio), deberemos considerar la aplicación de un proceso de decisión distinto, más pausado y en el que se incorpore y se valore adecuadamente toda la información necesaria a altos niveles de la organización.

Independientemente del tipo de decisión, otra fórmula para asegurarnos de que se toman decisiones correctas de forma ágil es escalar éstas cuando los equipos a los que corresponde decidir no son capaces de llegar a un acuerdo. En ese caso, es una necesidad escalar al nivel adecuado de la organización y hacerlo ágilmente, de manera que sea un tercero el que tome la decisión y lo haga sin demora. En organizaciones más tradicionales no siempre se entiende bien el papel instrumental que juega la escalación de decisiones como arma para imprimir velocidad y eficacia a los procesos internos, y es importante que la Asesoría Jurídica sea proactiva en este aspecto si quiere prestar un servicio ágil, y por tanto de calidad (un buen servicio, si llega tarde, no es bueno).

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