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6.1. El decembrismo. La revolución occidentalista fracasada

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El decembrismo constituyó la prehistoria ideológica y el origen próximo de los conflictos sociales de la época de Dostoievski.

Nuestro hombre vio cruzar por su existencia tres zares: en su primera infancia a Alejandro I, después a Nicolás I, que le llevó al patíbulo y más tarde a la kátorga y, para terminar Alejandro II, en el curso de cuyo zarato escribió lo más importante de su obra.

La muerte del contradictorio Alejandro I (1777-1825) tímido librepensador y autócrata a un tiempo y la sucesión de este por su hermano, el rígido absolutista Nicolás I (1796-1855), fue la coyuntura que los decembristas aprovecharon para su torpe levantamiento. El 26 de diciembre de 1825 tuvo lugar la timorata y engañosa asonada contra el nuevo zar bajo el pretexto de defender los derechos del «legítimo» heredero, su hermano menor Constantino Pávlovich Románov (1779-1831). Tras varias escaramuzas, las tropas leales a Nicolás I dispersaron a los indecisos decembristas, más firmes en sus ideas que con las armas, concluyendo así esta efímera revuelta que, no obstante, tendría sensibles consecuencias en el siglo XIX ruso. Los sublevados demandaban una constitución al estilo del código napoleónico de 1804; eran casi todos miembros de la Guardia Imperial. Su estrepitoso fracaso supuso una durísima represión; unos fueron ejecutados y otros deportados a Siberia. Representó, dado su corte liberal, un inesperado y paradójico impulso para el nihilismo y el incipiente socialismo bolchevique, que habría de llegar de manera plena casi un siglo después.

El poeta Alexandr Pushkin fue incriminado en el levantamiento y colocado bajo vigilancia por el propio zar, aunque no tomó medidas drásticas contra él.

Un año después se pronunciaron cinco penas de muerte contra Pável Pestel, Kondrati Ryléyev, Serguéi Muraviov-Apóstol (1796-1826), Mihaíl Bestúzhev-Ryumin (1801-1926) y Piotr Kajovsky, el oficial que mató de un disparo de pistola al conde zarista Milorádovich.

Más tarde, en tiempos de Alejandro II, fueron amnistiados los supervivientes de aquellos hechos. Lenin comentó a este respecto: «Estrecho es el círculo de estos revolucionarios. Están terriblemente alejados del pueblo».

El decembrismo, de objetivos prematuramente ambiciosos, fue algo más que una algarada, obró de caldo de cultivo político en el que se desenvolvió Dostoievski y con él gran parte de la juventud ilustrada rusa que nació por aquellas fechas. En esta atmósfera de tendencias encontradas, con flujos y reflujos, tuvo lugar la occidentalización política y social de Rusia.

El reinado de Nicolás I abarca la época romántica de la literatura (1830-1850) y coincide con la explosión de brillantes literatos: Pushkin, Lérmontov y Gógol sobre todos ellos. Los últimos años contemplan los inicios de Dostoievski (que en ese periodo escribirá Pobres gentes, El doble, La patrona, Niétochka Nezvánova, Noches blancas), de Turguéniev, el autor de Diario de un hombre superfluo, Dama de provincia, Memorias de un cazador y del primer Tolstói, con Infancia, Adolescencia y Relatos de Sebastopol.

Pushkin será un azote para la conciencia de su tiempo, proclamó que «nuestra libertad política no puede separarse de la liberación de los campesinos»; contra Alejandro I había escrito un demoledor epigrama:

Criado al son de los tambores

Nuestro zar fue un bravo capitán:

Huyó en Austerlitz

Y tembló en 1812.

Pero era en cambio

un maestro en los desfiles.

(Citado por M. de Saint Pierre, 1969, T. II, p. 32)

Nicolás I le hizo volver de su destierro en 1826 y al referirse a los decembristas no tuvo empacho en reconocerle, como buen soldado, que «si hubiera estado allí, ¡me habría puesto de su lado!».

Lérmontov escribe mientras tanto en su célebre y sombría Predicción (1830):

Llegará esa edad, edad negra de Rusia,

y caerá la corona de la cabeza de los zares.

Gógol, menos impulsivo, arremete también contra el régimen en su conocida comedia El inspector (1836). Como sucederá más tarde con Dostoievski, su vida se debate entre el occidentalismo y lo eslavófilo; vencerá este último. Así se verá reflejado en su obra Almas muertas (1842), un buen exponente de esa situación.

Pero para completar de manera cabal esta proteiforme situación política es necesario ampliar la perspectiva, incluyendo el enfrentamiento histórico entre las generaciones de los años cuarenta y sesenta, un abrupto corte generacional. El socialismo de la época engloba a los llamados socialistas utópicos, como Charles Fourier (1772-1837), Louis Blanqui (1805-1881), el revolucionario admirado por Marx, Louis Blanc (1811-1882), también el líder estudiantil Necháiev.

El panorama político ruso se polariza entre los intelectuales: «hombres de las ideas», pagados de la cultura europea, a quienes los nihilistas consideran «hombres superfluos», y, en el otro extremo, los «auténticos rusos», inclinados a la acción, donde figuraron multitud de sociedades secretas. Sirvieron de guía el ya mencionado Catecismo (1868) y la novela ¿Qué hacer?

Herzen, quien para Dostoievski era básicamente un poeta, no aceptará estos argumentos; Lo superfluo y lo bilioso (1860) recoge lo esencial de sus propuestas. Los hombres superfluos se rebelan frente a la bilis de la siguiente generación. Herzen piensa en «aquellos monjes que, por amor al prójimo, han llegado a odiar a todo lo que es humano y que maldicen a todo el mundo, por el deseo de bendecir algo».

En 1846 se conocieron ambos, tres meses antes de que Herzen se marchase de Rusia. La impresión que a este le causó Dostoievski no fue demasiado favorable. En 1862, volvieron a encontrarse en Londres. La figura de Fiódor Mijáilovich se había agigantado, era ya el autor de Memorias de la casa muerta, que había recIbído un veredicto más favorable, dirá entonces: «ingenuo, un poco confuso, pero muy agradable; es un entusiasta creyente en el pueblo ruso»:10

Sin entrar por ahora en la polémica acerca de la naturaleza de las ideas dostoievskianas, comprenderlas resulta clave para entender su posterior trayectoria tanto literaria como filosófica, política y religiosa.

El enfrentamiento entre ambas generaciones alcanzó su punto álgido en 1867 tras el atentado del estudiante Dimitri Karakózov (1840-1866), contra la vida del zar Alejandro II, que mereció la repulsa de Herzen.

Dostoievski en las mazmorras del espíritu

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