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7. LA ABOLICIÓN DE LA SERVIDUMBRE
ОглавлениеEl acontecimiento fundamental del reinado de Alejandro II fue la abolición de la servidumbre, hecho capital en la historia rusa en particular y para la propia condición humana universal. Careció de la efímera grandeza que proporcionó Espartaco a la esclavitud romana y solo sirvió de preludio a revueltas más radicales que protagonizaron los propios oprimidos. La servidumbre, una forma escondida de esclavitud, llevaba consigo el peso de los siglos y chocaba con el doble obstáculo de los pretendidos derechos de los señores y la resignada actitud de los siervos.
La pausa ganada en el escenario exterior dejó las manos libres al zar en la tarea de emancipar a los siervos, que pudo ver cumplida seis años después tras innumerables obstáculos.12
A principios del siglo XIX la sociedad rusa era ante todo campesina. La servidumbre había surgido a finales de la Edad Media y en 1649 fue sancionada por decreto del zar Alejo I (1629-1676), padre de Pedro el Grande, para evitar los frecuentes casos de fuga de campesinos de las tierras de sus amos. Según el ucase, estaban obligados a permanecer para siempre en sus haciendas, estas podían venderse junto con sus habitantes.
Con el paso del tiempo, las obligaciones de los siervos hacia los señores, lejos de disminuir, habían crecido. Existían diversos tipos de servidumbre: siervos domésticos, siervos sometidos al trabajo no remunerado, siervos obligados al pago de una renta, etc. Además de su mala situación económica y de su condición analfabeta, recibían envilecedores castigos corporales y si eran llamados al servicio militar, tenían que servir en él media vida.
La estructura social estaba bien definida. En la cúspide, la nobleza terrateniente y los boyardos, que monopolizaban, a su vez, la oficialidad del ejército y los principales cargos en la compleja administración imperial rusa. Poseían casi toda la tierra, gozando de numerosos privilegios. Era la más poderosa de toda Europa, aunque su poder disminuía a medida que aumentaba el del zar. Este estado de cosas se agudizó con Pedro el Grande. Al omnímodo zar le acechaban dos insidiosos enemigos: la nobleza misma y los siervos; ambos se aliaban contra su poder absoluto.
Tras la institución de la servidumbre en 1597 bajo el reinado de Borís Godúnov (1552-1605), la riqueza del terrateniente se medía por el número de almas, un calificativo espiritual que ocultaba la más grosera y prosaica realidad económica.
Por fin, el 19 de febrero de 1861 llegó la abolición, pero la odisea no había terminado: para conseguir su propia tierra habrían de comprársela a los señores que seguían siendo sus propietarios. A pesar de todo, se emanciparon cerca de veinte millones de almas, aunque el antiguo orden continuó en innumerables aldeas. El gobierno emitió finanzas para compensar a los terratenientes. En suma, la medida, sin el oportuno reparto del suelo, no solucionó los problemas de los campesinos por el alto precio que tuvieron que pagar como indemnización para lograr una precaria libertad. En muchas comunidades de campesinos reinaba un claro descontento hacia el zar y sus tímidas reformas, malestar que se extendió también a la nobleza, que perdía privilegios seculares, significando el caldo de cultivo donde germinó el nacionalismo populista.
Desde el punto de vista económico, la pseudoliberación no trajo consigo una modernización del campo, ya que no introdujo la mecanización en los cultivos.
El protagonismo industrializador corrió a cargo del Estado zarista con la ayuda del capital exterior, se desarrollaron los sectores de la industria pesada y del ferrocarril, pero el atraso económico y social siguió siendo abrumador. De todas formas, hizo su aparición un minúsculo proletariado.
La enorme extensión del imperio ruso, que había significado una gran ventaja contra Napoleón, en forma del «general invierno», ofrecía ahora su lado oscuro lleno de inconvenientes con vistas al desarrollo.
1. El duro deseo de duración.
2. Aquellos que deseen profundizar en esta problemática pueden consultar a F. Volpi, 2007.
3. También influyó en la noción freudiana de Pulsión de Muerte.
4. La voluntad de poder, Madrid, Edaf, 1996, p. 30.
5. Nicolás V. Riazanovsky, A History of Russia, 1960, p. 381. Citado por J. Serrano Martínez, 2006, p. 55.
6. H. Arendt, La condición humana, Barcelona, Paidós, 1958, p. 116.
7. Este último conspiró contra el anticonstitucionalista Fernando VII. La constitución española de 1812 fue abolida por él.
8. A este respecto véase H. Arendt, Los Orígenes del totalitarismo, 1951.
9. Los llamados Coloraos, por el color de sus uniformes, fueron un grupo de 49 liberales liderados por el antiguo coronel Pablo Iglesias González que embarcaron desde Gibraltar hacia Almería, donde veinticuatro de ellos fueron capturados y fusilados el 24 de agosto de 1824 en la rambla de Belén. Perseguían los mismos ideales que los decembristas.
10. En realidad, ni Herzen ni Dostoievski sabían demasiado del pueblo ruso; pero mientras que Herzen, conocedor de las teorías democráticas occidentales, solía utilizar al pueblo como una contundente cachiporra para fustigar a la autocracia rusa, Dostoievski, cuyo modo de pensar era ruso y no europeo, se estaba acercando rápidamente a la opinión ortodoxa que veía en el campesino idealizado el fundamento de todo el sistema autocrático, bajo la férula de la Iglesia y el Estado (E. Carr, p. 89).
11. La guerra en su conjunto fue presentada por las potencias occidentales como el deseo de frenar el despotismo eslavo. Para Rusia y en particular para Nicolás I, significaba una suerte de cruzada para defender a la cristiandad ortodoxa de los otomanos (Figes, 2010).
12. Rusia contaba por entonces con veintiún millones de siervos de entre una población total de ochenta millones, a los que había que añadir veintiséis millones de campesinos dependientes de la corona. Pero, la tímida reforma no satisfizo a nadie. Los eslavófilos se unieron como compañeros de viaje a los estratos más conservadores y los occidentalistas lamentaron el carácter incompleto de la medida: los siervos liberados no adquirían de facto los mismos derechos que el resto de la población del imperio. Saint Pierre (1969) afirmó que Alejandro II se encontraba atrapado entre una extrema derecha esclavista y una extrema izquierda anarquista. Mezquino para unos y débil para otros.