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3. PUSHKIN, EL POETA ETERNO, EL AUTOR SUPREMO
ОглавлениеEs la hora de Pushkin, breve y fragoroso como El pistoletazo, uno de sus relatos cortos más conocidos.
A partir de 1830 se había iniciado una tímida ruptura entre la rima y la prosa y en ambas está presente nuestro escritor.
La lengua de Moscú y San Petersburgo y la lengua de las Estepas y del Cáucaso, adquieren cadencias inusitadas gracias a él. Llenó con sus obras el tiempo del romanticismo en ese país y más allá. La novela en verso Eugenio Oneguin (1823) será la versión eslava del Don Juan de lord Byron.
Su azarosa y aventurera existencia se entremezcla con la de Nikolái Gógol al que precede. Gógol, el inolvidable creador de Almas muertas (1842), quizá la primera auténtica novela rusa. Ese mismo año vio la luz también la epopeya del nacionalismo romántico Taras Bulba.
El poema de Pushkin El jinete de bronce (1833) servirá de inspiración al joven Mihaíl Lérmontov, autor de la premonitoria elegía La muerte del poeta (1837). «Se hace camino al andar», exclamará Machado un siglo más tarde. Cuatro años después morirá también en duelo; duelos que se afanan, implacables, en segar vidas fecundas. Su novela Un héroe de nuestro tiempo apareció en 1840, apurando su breve andadura por las letras.2
Época lúgubre y sombría. El reinado de Nicolás I, inmortalizado en el realismo atormentado, de acentos vitales, de esperanzas soñadas está muy lejos del posterior realismo soviético con su monotonía carente de alma.
Alexandr Serguéievich Pushkin nació en Moscú en 1799, cuando se iniciaba el insólito siglo. Pertenecía a una familia noble, lo que no impidió a su espíritu inconformista integrarse en la visión liberal que habría de socavar el estricto orden conservador hasta entonces imperante. Sus primeros poemas de contenido político le valieron un destierro en Kishinev, en tierras del Cáucaso. Al influjo de Lord Byron, creó el genero conocido como poema narrativo, que conoció un gran éxito en la literatura romántica. A este periodo pertenecen El prisionero del Cáucaso, Los hermanos bandidos y La fuente de Bachtisarai. La lírica de ecos regionales daba paso a la épica nacionalista.
Su temple rebelde le llevó desde su destino en Odesa, a donde había ido a parar en 1823, al destierro de Miháilovskoie, la aldea de su madre. Allí compuso el drama Borís Godúnov (1825), de acentos shakesperianos y partes de la novela en verso Eugenio (Yevgueni) Oneguin, compuesta entre 1825 y 1832.
En 1831 se casó con Natalia Goncharova y solicitó la reincorporación al ministerio del que había sido separado durante su exilio. A ese periodo pertenece la Historia de Pugachev. El legado del cosaco que se extendió a los años venideros.
Entre sus muchas actividades, Pushkin fundó la revista El Contemporáneo (1836-1866, Sovreménnik), que más tarde dirigiría Nekrásov, lugar privilegiado de las letras en el curso del siglo XIX, donde aparecieron, entre otros textos, La hija del capitán (1836), ¿Qué hacer? (1863) y El sueño de Oblómov (1859).
En enero de 1837, a los 38 años, murió en duelo con un oficial francés, cuñado suyo, de quien sospechan que le engañaba con su mujer. Final acorde con el credo romántico que le tocó vivir.
Si su existencia merece atención, su obra literaria ocupa un espacio aún mas importante. En 1822 había escrito con el impulso de sus veintitrés años:
¿Qué podría decir de nuestros escritores que, considerando una vulgaridad expresar con sencillez las cosas más simples, pretenden animar la prosa infantil con muchas palabras y blandas metáforas?... La precisión y la brevedad son las cualidades más importantes de la prosa.
Magistral pintor de caracteres, es un antecesor de Fiódor Dostoievski. Ambos escritores dibujan figuras repletas de impulsos contradictorios, lejos de esas a las que anima una sola pasión, hechas de un único trazo, tal y como en nuestra literatura representan los personajes de los Autos Sacramentales.
Hermann, el protagonista de La dama de pique (1834), es todo un ejemplo de la novela psicológica de comienzos del siglo XIX.
No obstante, la fuerza incomparable de Pushkin se revela ante todo en la poesía. Sus versos llegan a nosotros minorados por la traducción; esa traducción que hizo exclamar a Flaubert al leer la versión que de sus poemas hizo Prospero Merimée: « Mais il est plat, votre poète!». Claro está, sus versos traducidos se antojaban secos y desprovistos de enjundia para el buscador de le mot juste. La traducción de un Merimée, asombrado por la vitalidad de Pushkin, fue incapaz de trasladar sus profundidades al idioma francés.
De entre toda su poesía destaca Eugenio Oneguin, publicada en 1837, un clásico que sirvió de modelo para diversos héroes posteriores de la literatura rusa. El melancólico bon vivant que vive, indolente, su apático amor por Tatiana y que al final, en un impulso amoroso intempestivo propio del espíritu tímido, le confiesa sus sentimientos y será rechazado por ella que permanece leal a su marido, aunque su amor pertenezca a Oneguin.
El Caballero pobre es un poema que, según recuerda Liuvov Dostoievski (1923), hizo llorar a su padre:
Habiendo formado así un poco nuestro gusto literario, empezó a recitarnos las poesías de Pushkin y de Tolstói, dos poetas nacionales a los que tenía particular afecto. Recitaba admirablemente sus poesías; había una que no podía leer sin lágrimas en los ojos, El caballero pobre, un verdadero poema medieval, la historia de un soñador, de un Don Quijote, profundamente religioso, que pasa su vida por Europa y por Oriente combatiendo por las ideas del Evangelio. En el transcurso de sus viajes tiene una visión: en un momento de exaltación suprema, ve a la Virgen Santísima a los pies de la Cruz. Corre desde entonces una cortina de acero sobre su rostro y, fiel a la Madona, no vuelve a mirar a las mujeres…3
Tras la aventura de La dama de pique asoma un relato donde prima la descripción: La hija del capitán (1836), novela histórica que refleja la revuelta campesina del siglo XVIII, basada de nuevo en la rebelión de Pugachev, que inspirará más tarde al Tolstói de Los cosacos (1863). Es también el tiempo de Fragmentos (1819-1834), evocadores de una atmósfera incomparable.
Los hitos continúan: Los invitados estaban llegando a la dacha, sirvió de inspiración a Lev Tolstói para su Anna Karénina, a partir del personaje de Zinaída Vólskaya, la joven coqueta que seduce a los nobles petersburgueses.
Como se ha dicho con reiteración, toda la futura literatura rusa está contenida en ciernes en Pushkin. El protagonista de La dama de pique sirvió a Dostoievski, según su propia confesión, para crear a Raskólnikov. También sugirió a Gógol la idea de El Inspector y más tarde el tema de Almas muertas.
Dostoievski no escapa al magnetismo que inspira el escritor. En un discurso pronunciado en 1880, un año antes de su muerte, ante la Sociedad de Amigos de la Literatura Rusa dirá de él:
Pushkin es un fenómeno extraordinario tal vez, según confiesa Gógol, un fenómeno único del alma rusa. Añadiré por mi parte que es también un genio profético. Aparece a la hora justa donde empezábamos a tomar conciencia de nosotros mismos, un siglo después de la gran reforma de Pedro, y su venida contribuye a esclarecer nuestro camino…
Al salir del liceo fue adscrito al ministerio de Asuntos Exteriores iniciando así una vida de bon vivant: naipes, mujeres del demi-monde, según la expresión de Dumas, y todo tipo de enredos entre los que habría que contar también a los duelos. De talante liberal y celoso de su independencia, frecuentó círculos políticos y en ellos compuso, entre otros, Oda a la libertad. El pulcro e influyente Karamzin fue uno de sus protectores que impidieron que diera con sus huesos en Siberia.
La represión que sigue a la rebelión decembrista, como era lógico, hirió a muchos escritores del círculo de Pushkin. Pero la fama que mientras tanto se había ganado el poeta hizo que el zar, deseando tenerlo de su parte, le nombrase irónicamente su censor. Escribió por entonces El negro de Pedro el grande, novela histórica, y fue testigo de parte de la guerra ruso-turca.
Vale asomarse a sus descripciones escuetas y precisas.
Una gota del ayer que reverbera:
Su hija tenía diecisiete años. Se quedó sin madre siendo aún una niña. Fue educada a la antigua usanza, es decir, rodeada de amas, nodrizas, amigas y doncellas, bordaba con oro, pero no sabía leer, ni escribir (Ibíd.).
Sobre la políglota existencia de los nobles:
Seguidamente entró el médico alemán con un caftán negro y una peluca de sabio, tomó el pulso a Natasha y anunció primero en latín y luego en ruso que estaba fuera de peligro (Ibíd.).
Indaga en la perpetua ensoñación de la fútil damisela:
María Gavrilovna se había educado en las novelas francesas y en consecuencia estaba enamorada (La nevasca, 1831).
La apoteosis bélica: amor, éxtasis, minutos extensos donde todo se funde en una única pasión:
Nuestros regimientos regresaban del extranjero. El pueblo corría a recibirlos. Los músicos tocaban canciones traídas de la guerra: Vive Henri Quatre, valses tiroleses y arias de Joconde. Los oficiales, que habían marchado a la campaña siendo unos adolescentes, regresaban curtidos por vientos de mil batallas y cubiertos de cruces. Los soldados charlaban entre sí alegremente, mezclando palabras alemanas y francesas. ¡Tiempos inolvidables! ¡Tiempos de entusiasmo y de gloria! ¡Cómo latían los corazones rusos ante la palabra «patria»! ¡Qué dulces eran las lágrimas del encuentro! ¡Con qué unanimidad fundimos los sentimientos de orgullo nacional y de amor al soberano! Y para él, ¡qué momento! (Ibíd.).
La inquietante crítica. La temida subversión de las costumbres:
En realidad, ¿qué sería de nosotros si en lugar de la regla comúnmente aceptada: las jerarquías deben respetarse, se introdujera otra, por ejemplo: la inteligencia debe respetarse? ¡Qué discusiones surgirían entonces! ¿Y a quién empezarían a servir los siervos? (El maestro de postas, 1831).
En La señorita campesina vuelve la eterna cuestión de la verdad y la falsía. También lo natural y el artificioso afeite:
Liza, su Liza de tez morena, estaba cubierta de blanquete hasta las orejas… llevaba unos tirabuzones falsos, de un color mucho más claro que su pelo, cardados como la peluca de Luis XIV; las mangas à l´imbécile se alzaban como el miriñaque de madame de Pompadour; el talle estaba tan ceñido que parecía la letra «x» y todos los brillantes de su madre que todavía no había empeñado, refulgían en sus dedos, cuello y orejas.
Nacerá, desenfadada, La historia de Goriújino, aldea de 63 almas, mecida por brisas de humor.
Al norte linda con Deriújovo y Perkújovo, cuyos vecinos son pobres, flacos y menudos y los altivos señores están dedicados al belicoso ejercicio de la caza de la liebre.
…Los hombres solían casarse a los trece años con mozas de veinte. Las mujeres pegaban a sus maridos durante cuatro o cinco años. Después de lo cual los maridos empezaban a pegar a sus mujeres; con ello ambos sexos gozaban de una época de poder y se conservaba el equilibrio.
Una reflexión que trasciende los estrechos límites del pueblo:
La idea del siglo de oro es común a todos los pueblos y solamente demuestra que los hombres nunca están satisfechos con el presente y, como la experiencia no permite tener puestas esperanzas en el futuro, adornan el irreversible pasado con todos los frutos de su imaginación.
Su estructura social al descubierto:
El mujik, cuanto más rico, más vicioso y cuanto más pobre, más manso. Con lo cual se desveló por la mansedumbre (krotost) de las gentes, considerándola la virtud principal del campesino.
Juguetea, displicente, con la cotidiana tragedia de las innumerables aldeas de la estepa. Humor ácido envuelto en monótona eternidad.
Un año más tarde escribe la inmortal Dama de Pique, anuncio anticipado de El jugador, solo que en este caso su Hermann posee un tinte siniestro del que carecerá Aléksei:
Puede usted asegurar la felicidad de mi vida: sé que puede nombrar tres cartas seguidas… piense que la felicidad de un hombre está en sus manos.
La vieja no decía ni una palabra.
Hermann se puso de pie.
—¡Bruja! —dijo apretando los dientes—. ¡Te haré hablar…!
Sacó del bolsillo una pistola.
Al ver la pistola, la vieja por segunda vez dio muestras de una gran agitación… Luego rodó hacia atrás y quedó inmóvil.
La condesa no contestaba. Hermann vio que estaba muerta.
Como dos ríos, la ciega avaricia del jugador y la agitada y fría determinación del asesino parecen unirse, un lejano preludio de Raskólnikov:
A pesar de no sentir remordimiento alguno, no pudo acallar totalmente la voz de su conciencia, que repetía sin cesar: ¡eres el asesino de la vieja!
Más tarde llega la mesa de juego y al tercer día:
—¡Gana el as! —dijo Hermann descubriendo su carta.
—Su dama pierde —dijo suavemente Chekalinsky.
En lugar del as tenía en la mano una dama de pique. Tuvo la impresión de que la dama de pique le guiñaba un ojo y sonreía.
Hermann perdió el juicio y repite con asombrosa rapidez:
—¡El tres, el siete, el as! ¡El tres, el siete, la dama!
Pushkin reivindica la gloria para el ruso literario:
Pese a que nada nos agradaría más que leer en ruso, nuestra literatura no parece tener más años que Lomonósov y todavía es sumamente limitada… En prosa solo tenemos la Historia de Karamzin… Nos vemos obligados a aprenderlo todo en libros extranjeros; con lo cual también pensamos en un idioma extranjero.
Pólina se inflamaba en sus sueños y no podía dejar de pensar en Charlotte Corday, que se había formado también a través de sus lecturas de Montesquieu y Rousseau. Ahora el objetivo es Napoleón, embriaguez suprema:
Llegó la noticia de la batalla de Borodinó, cada cual conocía la noticia más fidedigna.
Mas ante el incendio de Moscú nos abrazamos y mezclamos nuestras lágrimas de noble alegría con apasionadas oraciones por la patria.
—¿Sabes? —dijo Pólina con aire inspirado—, tu hermano es feliz, no está prisionero, alégrate: ha muerto por la salvación de Rusia.
Di un grito y caí en sus brazos sin sentido.
Y llegó la muerte, con su implacable y fría indiferencia. Nadie merece morir de un pistoletazo.
1. Curso de literatura rusa de Vladímir Nabókov, Barcelona, Ediciones B. S. A., 2016.
2. El tiempo describe innumerables bucles. Años antes y muy lejos de allí, en el distrito 13 de París, hacia las primeras horas del 30 de mayo de 1832, resonó otro disparo; al escucharlo un campesino corrió hacia el lugar de donde provino el sonido. Encontró a un joven retorciéndose en agonía, desangrándose hasta la muerte por la herida recIbída en un desafío, se llamaba Évariste Galois (1811-1832), inmortal matemático de incómodas ideas republicanas, que solo tras su muerte pudo hallar la duradera fama. Triunfó en el abrumador enigma de las ecuaciones, pero fue derrotado por la prosaica y cotidiana intriga.
3. Aimée Dostoievski, Vida de Dostoievski por su hija, Madrid, El buey mudo, 2011, pp. 224- 225.