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Primera parte
LA REVELACIÓN Y EL MENSAJE DE LAS TRES RELIGIONES DEL LIBRO
EL JUDAÍSMO
EL TALMUD

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Así pues, se hizo necesario hacer frente a las dificultades evocadas, a las que se sumaban las de una transmisión oral unificada de las reglas, a causa de la dispersión de las poblaciones judías, o de las persecuciones. El patriarca Judá el Santo decidió así codificar lo que había sido enseñado en Palestina. Así fue como surgió la Mischná (principios del siglo III d. de C.), que se prosiguió hasta el siglo V en Tiberíades y también en Sura y Pumbedita, dos grandes academias babilonias situadas bajo la autoridad de «gaonim» (dirigentes). Los comentarios de la Mischná constituyeron la Guemará. Había nacido el Talmud.

Se trata de una obra impresionante de unos veinte volúmenes, que constituyen el código legislativo, moral y religioso en el que se apoyan fielmente la mayoría de los judíos practicantes.

Hay opiniones muy distintas y libres al respecto, con muchas digresiones, hasta el punto de que se ha podido hablar de «mar del Talmud». Tanto es así, que el propio Talmud afirma que «la Torá posee setenta caras». Además, existen dos versiones del Talmud: la de Jerusalén y la de Babilonia.

La Mischná se presenta más como una obra legalista (halakhah) que como una obra teológica (haggadah). Finalizada a principios del siglo III y redactada por maestros (los tannaim), contiene un mínimo de sesenta y tres tratados que incluyen seis secciones (sedarim): Semillas (Zeaim), Festividades (Moed), Mujeres (Nashim), Daños (Nezikim), Objetos sagrados (Kdoshim) y Pureza (Teharot). Además, se añade a la Mischná un suplemento de nombre Tosefta, acabado hacia el año 400 d. de C., que incluye otras tradiciones y reglas (beraitot). Todo aparece sembrado con abundantes comentarios que constituyen la Guemará. Los mandamientos de la Torá son 613 (365 prohibiciones y 248 preceptos) que el Talmud ha dividido en dos categorías: los deberes para con Dios y las obligaciones para con el prójimo.

La redacción por parte de esos maestros (los amoraim) del Talmud de Jerusalén acabó a principios del siglo V, mientras que la del Talmud de Babilonia es más reciente (siglo V-finales del VI d. de C.). Esta última versión es tres veces más voluminosa y menos tosca que la anterior. Se insiste aquí en la cuestión de la santificación y de la salvación, haciendo alusión a la redención de Israel por un «Mesías» dotado, por definición, de una gran sabiduría.

El corpus legalista del Talmud constituye tan sólo una parte de la literatura rabínica; la otra está constituida por Midrashim (de midrash: «exégesis») alegóricas en forma de parábolas, de tipo teológico o legalista. Estas últimas hacen referencia al Éxodo, al Levítico, a los Números y al Deuteronomio. Las Midrashim de tipo teológico (haggadah) constituyen numerosas colecciones de comentarios de épocas diversas y a veces recientes, hasta el siglo XIII de nuestra era. Los más importantes son: el Gran Midrash (Midrash Rabbah), que contiene el comentario del Génesis (Bereshit Rabbah), la literatura litúrgica (Pesikta de Rav Kahana), el Midrash Tanhuma, que emana de un rabino palestino del siglo IV, etc. Los exegetas fueron muy abundantes, como los célebres rabinos Ibn Ezra y Rashi.

Así, gracias a la importante literatura talmúdica, que cubre casi un milenio de historia religiosa y que, en realidad, se adapta a las transformaciones de la civilización, el judaísmo pudo mantener una notable unidad, a pesar de algunas disensiones internas inevitables y, sobre todo, a pesar de la amplitud de la diáspora por el mundo. La codificación de las leyes talmúdicas (Sulhan Arukh) de Joseph Caro (en 1965), universalmente adoptada, marcó la unidad religiosa judía.

El libro de las religiones monoteístas

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