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Primera parte
LA REVELACIÓN Y EL MENSAJE DE LAS TRES RELIGIONES DEL LIBRO
EL CRISTIANISMO
LA MISIÓN DE JESÚS DE NAZARET
A TRAVÉS DE LOS EVANGELIOS
La infancia de Jesús

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Según los Evangelios, Jesús nació en un simple establo en Belén. Su padre, José, era un modesto carpintero – aunque, según los evangelistas Mateo y Lucas, su genealogía lo hace descender de Abraham y David– y su madre, María, concibió a su hijo conservando su pureza virginal, de ahí el dogma proclamado más tarde de la «Inmaculada Concepción» mariana:

«Jesucristo fue concebido de la siguiente manera. Estando desposada su madre María con José, antes de que conviviesen, se halló que había concebido en su seno por obra del Espíritu Santo. Pero José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla públicamente, deliberó repudiarla en secreto. Estando él en este pensamiento he aquí que un ángel del Señor se le apareció en sueños, diciendo: “José, hijo de David, no temas recibir a María tu esposa, porque lo que se ha engendrado en ella es obra del Espíritu Santo; y dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, pues él salvará a su pueblo de sus pecados”. Todo lo cual se hizo en cumplimiento de lo que había dicho el Señor por el profeta, que dice: Sabed que la virgen concebirá y parirá un hijo, a quien pondrán por nombre Emmanuel [Isaías 7, 14], que traducido significa “Dios con nosotros”. Con eso, José, al despertarse, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado, y recibió a su esposa. Y, sin haberla conocido, ella dio a luz a su hijo primogénito, y le puso el nombre de Jesús» (Mateo 1, 18-25).

San Lucas (1, 27-31), por su parte, evoca la concepción virginal de María mediante la intervención de la Anunciación del ángel Gabriel, que le predijo, acerca de Jesús: «“Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo, al cual el Señor Dios dará el trono de su padre David, y reinará en la casa de Jacob eternamente. Su reino no tendrá fin”. Pero María dijo al ángel: “¿Cómo ha de ser esto? pues yo no conozco varón”. El ángel, en respuesta, le dijo: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por cuya causa el santo que de ti nacerá será llamado Hijo de Dios”» (Lucas 1, 32-35).

De este modo quedó establecido de entrada el destino mesiánico de Jesús.

La tradición cristiana exige que después de que los pastores acudieran a adorar al Niño Jesús en su cuna (Lucas 2, 1-20), tres Reyes Magos procedentes de Oriente y guiados por una estrella vinieran a rendir homenaje a quien consideraban el futuro rey de los judíos, caudillo y pastor de Israel (Mateo 2, 1-6). Sin embargo, frente a la amenaza de un nacimiento así, el rey Herodes decidió exterminar a todos los recién nacidos hasta la edad de dos años: fue la «matanza de los inocentes».

Por fortuna, avisado previamente en sueños por el ángel del Señor, José había tomado la decisión de marchar inmediatamente a Egipto (fue el episodio bíblico de «la huida de la Sagrada Familia a Egipto») hasta la muerte de Herodes. Cuando regresaron, se instalaron en Nazaret, en Galilea.

En conformidad con la tradición judaica, Jesús recibió la circuncisión el octavo día después de su nacimiento (Lucas 2, 21) y le fue confirmado su nombre (Ieshuah, en hebreo: «salvador»).

De igual modo, como niño recién nacido, fue presentado en el Templo de Jerusalén, donde el profeta Simeón vio en él la «luz que ilumine las naciones y la gloria de tu pueblo» (Lucas 2, 32). Al verlo, la profetisa Ana glorificó a Dios; asimismo, habló del Niño Jesús a todos los judíos que esperaban la liberación de Jerusalén (Lucas 2, 36-39).

En su duodécimo año, la Sagrada Familia celebraba la Pascua en Jerusalén, como de costumbre. Jesús permaneció en el Templo mientras sus padres lo buscaban: «Y al cabo de tres días lo hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores [de la Ley], a quienes ora escuchaba, ora les preguntaba. Y cuantos le oían quedaban pasmados de su sabiduría y de sus respuestas» (Lucas 2, 41-47).

El libro de las religiones monoteístas

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