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VI. PAULINO Y ESPAÑA

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Llama realmente la atención que Paulino no haya sido traducido al español cuando Hispania ocupa un lugar central en su vida 127 . Sin ir más lejos, aquí tenía una de las propiedades que más debía de querer a juzgar por lo que dice en carta a Sulpicio Severo, como recordábamos antes 128 , «no he abandonado Ebromago por un pequeño jardín (…) sino a cambio del Paraíso». Fue además en nuestra tierra donde buscó refugio cuando fue objeto de aquellas oscuras acusaciones en la vecina Galia. Y si esto pudiera juzgarse de anecdótico, conviene recordar que Paulino, por inspiración de Félix 129 , en uno de sus viajes a Hispania conoce a Terasia. Las ciudades de Hispania no son inhóspitas como dice Ausonio, sino al contrario, son lugares felices habitados por hombres justos 130 y por eso elogia a Bílbilis, Calahorra, Lérida, Zaragoza, Barcelona y Tarragona, junto con las tierras regadas por el Guadalquivir 131 . Paulino es un defensor de Hispania, pues no en vano pasó en ella cinco años cruciales de su vida en los que maduró su proyecto ascético, de tal modo que en nuestro suelo fue donde decidió abandonar la vida mundana y consagrarse por entero a la vida religiosa, vender todos sus bienes y los de su rica esposa y darlos a los pobres 132 .

Por último, fue ordenado sacerdote en Barcelona, como hemos comentado más arriba. Y, siguiendo el hilo cronológico, habría que situar en el momento de su viaje a África una cierta actividad religiosa del santo o seguidores suyos por la costa suroeste de Hispania, como testimonian los nombres de las iglesias de la zona 133 . Hispania está, por todo lo dicho, firmemente asentada en el corazón y en la obra de Paulino.

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