Читать книгу El Sacro Imperio Romano Germánico - Peter H. Wilson - Страница 26
Paz
ОглавлениеAl igual que en otros imperios, se esperaba del emperador que preservase la paz. Carlomagno, al presentar la paz como el fruto de la justicia, fundió los ideales de merovingios y tardorromanos. Los Hohenstaufen y los salios impusieron un estilo de reinado más activo y revirtieron el argumento de la Iglesia de que una buena gobernanza era condición necesaria para la fe y la justicia.65 Este cambio no debe confundirse con una medida deliberada para la construcción del Estado. Hasta el siglo XVIII, los europeos no asumieron la noción moderna de progreso, que consideraba al futuro una versión mejorada del presente, algo que fomentaba tanto la creación de nuevas utopías como la expectativa de que la política pudiera construirlas.66 Hasta entonces, la gente solía concebir el futuro en términos de salvación y de ideales seculares de fama y reputación póstuma. Podían quejarse de problemas del presente, tales como desorden, enfermedades y mal gobierno, pero los consideraban desviaciones con respecto a un orden idealizado y esencialmente estático. La discrepancia entre ideal y realidad no era demasiado problemática, dado que se consideraba expresión de la imperfección de la existencia humana y terrenal. Se esperaba del gobernante que fuera la encarnación de la armonía idealizada (concordia) y que lo manifestase por medio de acciones cargadas de simbolismo.
El énfasis en el consenso continuó siendo fundamental en la política del imperio hasta 1806, pero sería erróneo reemplazar el relato anterior que retrata a los emperadores como constructores fracasados de Estados por otro que les presente como honestos mediadores de paz.67 Casi todos los hombres que gobernaron el imperio antes del siglo XVI fueron guerreros victoriosos y muchos de ellos debían su posición a haberse impuesto sobre rivales domésticos.