Читать книгу El Sacro Imperio Romano Germánico - Peter H. Wilson - Страница 42
Motivos
ОглавлениеEs improbable que Carlomagno y los francos tratasen de crear un populus Christianus unificado de forma premeditada.7 Esta idea procede sobre todo de clérigos que buscaban dar lustre propio a los actos de los carolingios. La sociedad carolingia estaba organizada para la guerra, no para la oración; su objetivo era obtener riqueza por medio del saqueo y de la imposición de tributo y hacer realidad sus aspiraciones de autoridad por medio de prestigio, reputación y dominación.8 Para canalizar tales ambiciones, el cristianismo identificó a los no cristianos como objetivos «legítimos». Es más, la fundación del imperio coincidió con el resurgir en Europa occidental del tráfico de esclavos, que había menguado tras la desaparición de la antigua Roma y con la formación de una población de siervos rurales para trabajar la tierra. Con el ascenso de los árabes regresó la demanda de esclavos, gracias a su pujante economía y a su paso de un ejército tribal a uno de esclavos.9 Los vikingos cubrieron esta nueva demanda con la toma de cautivos en el norte y oeste de Europa para venderlos en el Mediterráneo. Las campañas más allá del Elba de carolingios y otónidas proporcionaron una segunda fuente de suministro. La palabra «esclavo» proviene de eslavo; fue durante este periodo cuando comenzó a reemplazar al término latino servus.10 Por su parte, tanto sajones como eslavos lanzaban incursiones en busca de mujeres. Tales prácticas cesaron únicamente con el crecimiento generalizado de la población y con la asimilación al imperio de las áreas al este del Elba hacia 1200.
Existían otras razones para que los laicos acudieran a la llamada del clero para predicar la Palabra. Toda la élite del imperio era cristiana y compartía su inquietud por la salvación y la creencia de que Dios intervenía en los asuntos terrenales. El concepto de penitencia resultaba muy atractivo para una élite guerrera que se dedicaba a la matanza, que se regía por una ley consuetudinaria germánica que exigía reparaciones para las víctimas y animaba a legar espléndidas donaciones de bienes materiales a la Iglesia. La aparición de las indulgencias, a finales del siglo XI, permitió a los guerreros obtener la absolución de sus pecados si servían en las cruzadas. La creencia en que las oraciones e intercesiones del vivo beneficiaban el alma del donante mucho antes de su muerte suponía un incentivo adicional para las donaciones. Estas creencias, a su vez, animaban a los seglares a velar por la disciplina monástica y por la buena gestión de la Iglesia, dado que «una comunidad de monjes negligentes y descuidados era una pobre inversión».11
Las donaciones dejaban la riqueza fuera del alcance de los rivales y se la confiaba a una institución transpersonal encabezada por Cristo. El clero gozaba de considerable prestigio social gracias a su proximidad a Dios y a su papel de transmisores de la cultura escrita. La Iglesia ofrecía una carrera atractiva y segura a los miembros de la élite que no encajasen en el mundo secular, ya fuera porque había un excedente de segundones o de hijas solteras, o por una desgracia. Hermann el Cojo probablemente padecía parálisis cerebral. Al ser incapaz de entrenarse para la guerra como sus hermanos, fue enviado a la abadía de Reichenau, donde pudo desplegar sus prodigiosos talentos literarios y musicales.12 Las instituciones eclesiásticas también eran lugares seguros donde confinar a rivales y parientes descarriados.