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9. Elementos de la poesía pindárica

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Si el material de los mayores fragmentos conservados permite inducir una organización sencilla de sus componentes en todos los poemas perdidos, la consideración de los Epinicios nos revela la presencia de unos elementos constitutivos que importa señalar como estructura fundamental de la poética de Píndaro.

El primero de tales elementos consiste en la presentación de los datos concretos sobre el vencedor atlético, sobre su familia, patria y victorias conseguidas en otras fiestas deportivas en honor de los dioses y héroes. Rara vez oímos algún detalle sobre el acontecimiento deportivo en sí, sobre incidentes de la carrera o emoción real del espectáculo. A los datos concretos pertenece también la alabanza del dios en cuyo honor se celebran los juegos, porque el triunfo es una gracia dispensada por la divinidad. En la prestancia muscular y habilidad atlética aparece la luminosa grandeza y hermosura de lo divino en el hombre, que pudo ser encerrada en una familia y se va revelando de tiempo en tiempo, aunque no todos los miembros de una estirpe puedan indefectiblemente mostrarla. A los prados fructíferos, oímos decir en la Nemea VI 8 ss., se asemeja esa fuerza innata que unas veces descansa y otras da vida pujante.

Tras la crítica inteligente contra el fanatismo del deporte, iniciada antes por el poeta itinerante Jenófanes de Colofón, el himno pindárico al atleta ha perdido ingenuidad y ganado un sentido nuevo, metafísico. El esplendor de la victoria humana enraiza en la luz divina. Como don germinal de esa luz, está en el hombre la aretḗ , que entraña nobleza, dignidad, honor, mesura, reconocimiento del propio límite, y exige esforzado cultivo y aviso contra la propia insolencia. Dirigida y espoleada tal energía por el entrenador y cantada por el poeta, el vencedor atlético halla el sentido espiritual de la vida en su vinculación con los dioses y héroes del pasado. Esta significación del deporte, con sentido histórico, no nace para Píndaro de un pensar causal, sino de una concepción del mundo que, como veremos, tiene para él fundamentos en la ética y religión dorias.

Segundo elemento estructural es el mito , que constituye la sustancia más profunda de la poesía de Píndaro. De una manera o de otra, en breve sugerencia o en largo relato, el mito rezuma en todas sus obras. Unas veces tiene que ver con la institución atlética en sí, porque un héroe del pasado la estableciera en honor de un dios; otras, a causa de la vinculación del atleta con el mito evocado; en todo caso, porque en el mito se manifiesta la norma para la acción humana y la plenitud de relaciones entre lo eterno y lo pasajero, entre lo divino y lo humano, entre la actualidad y el pasado. Este elemento mítico, divino, es lo que comunica a esta poesía un ímpetu solemne que no tuvo otro poeta griego en la misma medida que Píndaro mostró 22 .

Después de la crítica de Jenófanes a la teología de Homero y Hesíodo, también tiene Píndaro su propio sentido del mito. Nadie como él hizo tal purificación radical, corrigiendo o reformando visiones homéricas que no fuesen dignas de su concepto de lo divino. Sólo lo bello de los dioses es contable y cantable (Ol . I 35). Sin entrar en abierta lucha contra Homero y Hesíodo, crea Píndaro su propia mitología purificada y prepara históricamente, con su potencia y fama literaria, la tarea más radical de Platón en la misma reforma teológica.

La presentación de los materiales míticos tiene, además, en Píndaro su propia economía. No se trata de una exposición lineal y ordenada de datos, sino que acepta de momento lo que parece más esencial, combinando diversos cuadros del suceso mítico, pasando con rapidez, a veces, de un mito a otro, interrumpiendo la narración para poner de relieve una relación importante con un mundo de valores, según su propia concepción del mundo. Esto hace difícil su lectura, y sólo pudo ser gustado y entendido por un auditorio de entendidos que fuese capaz de mantener en su mente esos atrevidos tránsitos y conectarlos, más tarde, en la visión total de todos los elementos (Ol . I; Pít . IX). Precioso ejemplo de su narrativa, en contraste con la técnica épica ordenada y lineal, es la disposición del mito en la Pítica IV, como se indica en la introducción pertinente. Especial relieve tiene en Píndaro la forma narrativa de composición cíclica o circular. El punto principal del tema abre y cierra el cuadro y el centro está ocupado por los distintos cuadros o pasajes del mito. En música y arquitectura equivale a la disposición ABA, forma sencilla y simétrica y de particular encanto arcaico 23 .

Al mito y a los datos sobre lugares y personas se integra, como tercer elemento, la gnómica , las sentencias, con una diversa función relacionante dentro del poema. La sentencia o proverbio es un modo robusto y plástico de formular lo que el hombre estima como esencia perenne de las cosas, fruto de observaciones logradas por uno mismo o trasmitidas de generaciones anteriores. Su objeto es pronunciar un fallo sobre las cosas, o el intento de alzar un puente entre la realidad y el mundo ideal del poeta. En esa breve fórmula se quiere sorprender la sustancia paradigmática, el valor ejemplar que el mito tiene para el poeta. Constituye también el instrumento más apto para que Píndaro ofrezca su propio pensamiento, sus deseos, su valoración acerca de lo que ha creído descubrir como respuesta a problemas comunes. Encanto y pedagogía son inseparables en Píndaro, porque él es sophós en el sentido pleno: tiene el don de las Musas y vocación de proclamar la verdad y dignidad del mundo. Por esta razón puede hablar y avisar a príncipes y reyes de este mundo, apelar a la mesura, revelar su propia teoría del arte. La tensión intelectual con el mundo que Píndaro representa y con el que se debate, particularmente en torno a lo divino, se refleja de modo especial en esas sentencias, cinceladas en sus elementos más indispensables y enérgicos, y súbitamente incorporadas al fluido mítico y heroico aun a costa de la diafanidad de las ideas. Se introducen como bloques vigorosos y pesados que parecen anunciar una dirección nueva del poema, como estatuas severas que exigieran contemplación urgente cuando otras cosas están convocadas y exigiendo nuestra mirada. Con frecuencia estas figuras graníticas del pensamiento están a punto de dificultar la unidad misma del poema.

Esto nos conduce lógicamente a plantear el problema de los tres elementos apuntados bajo el punto de vista de su integración y unidad en cada epinicio, ya que el arte griego y, en gran parte, el arte occidental estriban en el principio de la unidad. El cambio rápido de un tema a otro, la interrupción repentina, la ausencia de la preparación dramática hacen que la reducción de los elementos señalados a un principio unitario no sea fácilmente captable. Este modo de técnica poética parece ser común a la lírica coral arcaica 24 . Píndaro tuvo clara conciencia de esta particular estructura y naturaleza de su poética. Con plásticas imágenes trató él de clarificar su modo de hacer poesía, como si se viese arrastrado por vientos poderosos y fuese preciso afirmarse en suelo seguro, como la nave a la que urge fijar con el áncora (Pít . XI 39-40). Con el imprevisible vuelo de la abeja, se lanza con ímpetu el poeta de una palabra a otra, de éste al otro tema (Pít . 53-54). La impresión de acumulaciones abigarradas, producto de elementos diversos, por más que sean preciosos, como Píndaro mismo imagina para su técnica poética, podría hacer pensar en una mezcla construida en virtud de relaciones con arbitraria unidad. Bastaría recordar a propósito Nemea VII 77 ss.: «La Musa para ti suelda oro y marfil brillante juntamente y la flor del lirio que escogió del rocío del mar.»

La investigación moderna ha visto esta cuestión de la unidad como el problema central de la poética de Píndaro. El primer filólogo que llamó la atención sobre este tema estructural y unitario en los Epinicios fue A. Boeckh en su edición de 1821 25 . Pero su método de investigación degeneró en una serie de especulaciones muy subjetivas a través de los comentarios de L. Dissen 26 , como enjuició certeramente Wilamowitz 27 Contra tales subjetivismos, mantenidos por la ley de la inercia, A. B. Drachmann condujo la investigación a su recto camino 28 . Los trabajos que siguieron a los del filólogo danés trataron de hallar el principio de la unidad profunda dentro de cuanto aparecía como mera suma asociativa de elementos y miembros diferentes. En este sentido, la obra de Wilamowitz mostró la integrada personalidad de Píndaro como un todo orgánico revelado en su obra. Seis años después del libro de Wilamowitz, un penetrante estudio de W. Schadewaldt recogía toda la discusión anterior y situaba, en su análisis de los elementos subjetivos y objetivos, el tema de la unidad como el único propiamente clave y central de toda la investigación pindárica. ¿En qué consistía esa unidad? 29 .

H. Fraenkel 30 , en la reseña y discusión sobre la obra de Schadewaldt, publicada en Gnomon , lograba liberar de un modo definitivo, en nuestra opinión, al poeta Píndaro y a su poética, del carácter excesivamente pragmático, indicado por Schadewaldt para los Epinicios , así como demostraba la inconsistente separación de elementos objetivos y subjetivos analizados, que antes habían sugerido a Boeckh la presencia de una unidad objetiva y otra subjetiva. En el libro de homenaje a M. Heidegger, el filólogo de Tubinga reformaba sus criterios con un acercamiento sustancial a las soluciones de H. Fraenkel 31 . La unidad del epinicio consiste en la incorporación del acontecimiento del triunfo deportivo a un mundo de valores en el que vive y piensa el poeta. Ese mundo se pone de manifiesto en distintas esferas a manera de ejemplos típicos, en lo divino, en el mito divino y heroico y, de un modo más decisivo, en lo normativo y en la envergadura pensante del poeta. La unidad no reside en el estilo ni en la artística ensambladura de elementos. Su punto fundamental es la orientación de todo a las categorías humanas y divinas, como son lo noble, lo grande, lo bello, lo bueno y lo divino. El fundamento axiológico es el hilo de oro que recorre, de modo inconfundible, todo el variadísimo tejido de la poesía pindárica. La voluntad del poeta, que tiene un mundo claro de valores, es el principio de unidad total. Bruno Snell ha hablado, en este sentido, del paralelismo de la poética de Píndaro con el arte arcaico de la plástica preclásica, en el que cada órgano, puesto de relieve en su individualidad e intensidad vital, no pierde su vinculación con la total corporeidad de las estatuas 32 . La unidad, contemplada en una relación de valores, es lo que, a su vez, constituye el mundo propio de Píndaro.

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