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11. Lengua y estilo

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Sobre un fondo de lengua común, tiene cada poeta su propio lenguaje y estilo, producto intelectual y temperamental en el que se funden los recursos materiales que ofrece la palabra. El de Píndaro no lo habló ningún griego más que Píndaro, igual que el de Sófocles sólo lo habló el propio Sófocles. De ahí la necesidad de penetrar en la individualidad de cada poeta plasmada en su propio estilo.

Como hemos apuntado antes, el lenguaje o dialecto beocio, en cuyo clima fónico y representativo nació Píndaro, resultaba ridículo y tosco a la sensibilidad de los griegos. Componer una canción en beocio habría constituido un encarcelamiento provinciano para todo aquel que, como Píndaro, aspirase a ser poeta de todos los helenos. Los elementos de colorido local, en la obra de Píndaro, son reconocibles en proporciones muy limitadas, a diferencia de su compatriota la poetisa Corina, su maestra, como pretende sin decisivos argumentos el artículo de Suidas. Para los círculos sociales de orígenes fundamentalmente dorios escribe Píndaro su lírica coral en una combinación artística de dialecto eólico y dórico. Los elementos dóricos son más fuertes en él que en los poetas Simónides y Baquílides, que escriben para destinatarios comunes. Pero tampoco esto prueba una personal inclinación de Píndaro a la forma dórica dialectal, aunque a veces nos ofrezca formas dóricas que no aparecen en los poetas jonios de Ceos. La clara distinción y seguridad de tales elementos presentes en su obra depende, en mucho, de la garantía que pueda atribuirse a la tradición manuscrita y a la posible reforma introducida por los filólogos alejandrinos.

Como los demás poetas de la lírica coral, también Píndaro recoge una parte notable del tesoro de vocablos homéricos trasmitidos de la epopeya jonia, anterior a Homero mismo. En su sintaxis el uso de los modos está más cerca de la tradición épica que del ático, conocido y estudiado por él durante su educación en Atenas. A todo importa añadir la firme voluntad artística de ofrecer, por su parte, un lenguaje personal, fruto del propio gusto y de su intelectual labor inconfundible 37 .

Más perceptible, en el marco de una traducción de Píndaro, son los demás elementos constitutivos de su estilo. Fácil es comprobar la presencia de todas las figuras de dicción, los ornatos del lenguaje, los tropos o figuras, los procedimientos, en suma, que hacen de su poesía la más brillante y ornamental del Parnaso helénico 38 .

De modo especial se revela la propiedad estilística de Píndaro en la infatigable magnificencia de sus comparaciones e imágenes, sugeridas y abiertas más que desarrolladas. Metáforas nuevas, osadas, nunca oídas hasta entonces, nacen con él para la literatura griega. Por vez primera se escucha en Grecia la comparación de un poema con una obra arquitectónica: «Áureas columnas erigiendo bajo el bien amurallado pórtico de una sala, como cuando se alza un admirado palacio, vamos a construir: a una obra que empieza es preciso poner fachada que a lo lejos resplandezca» 39 . La intensidad de imágenes adquiere su máximo relieve cuando éstas aparecen en una serie continua, como en Nem . IV 79 ss.: «Y si me pides aún que a tu tío materno, a Calicles, una columna levante más blanca que el mármol de Paros, (escucha). Como el oro hirviendo en el crisol todos rayos revela, así el himno sobre nobles hazañas pone a un hombre en dicha pareja a los reyes» 40 . Las asimilaciones entre cosas diversas son tan atrevidas a veces que el ser de cada una de ellas parece desmoronarse: «contra el aguijón dar coces es… resbaladizo camino» 41 . En ocasiones no es el caminante, sino el mismo camino lo que es barrido y desviado de la meta: «A veces… llega del olvido una nube, sin que nadie lo advierta, y aparta el recto camino…» 42 . Brillantes y eficaces son aquellas imágenes por las que un vendedor atlético no triunfa simplemente, sino que cae en brazos o en las rodillas de Níkē , de la diosa Victoria, como un amante 43 ). Nadie, antes de Píndaro, llamó al vino «profeta intérprete del canto y la danza», o «vehemente hijo de la vid» 44 .

Múltiples son, asimismo, las comparaciones en las que Píndaro intentó descubrir la esencia y función de la poesía. Todos los elementos sustanciales del mundo son convocados en la imaginación del poeta para sugerir el ser y la eficacia del arte de la palabra anudada al ritmo. La poesía, el canto, es agua, fuego, sol, éter —los vocablos claves de la filosofía jonia—, néctar de los dioses, barco cargado de flores, miel y vino. La poesía es un camino que lleva a los dioses y al origen de las cosas, gráficamente indicado en los confines y fronteras del mundo, «más allá de las fuentes del Nilo y por los Hiperbóreos» del Norte 45 . Su difícil tarea y medida esencial está siempre amenazada, como un navegar por el mar, junto al acantilado y en oleaje incesante 46 .

Particular dificultad se ofrece a la lectura, en esta crepitante abundancia de imágenes, por la ausencia frecuente de partículas, tan esenciales a la lengua griega. Los pensamientos quedan una y otra vez yuxtapuestos, sin trabazón aparente, poderosamente colocados unos junto a otros. Constantemente se ve uno obligado a buscar la relación entre los conceptos y cosas a medida que van apareciendo, separados de una lógica aproximación local en el verso. Es ésta la característica más relevante del estilo de Píndaro en su estructura formal. Dentro de las varias posibilidades que el hipérbaton, propio de la lengua griega, ofrecía a sus poetas, Píndaro representa la situación límite. Ésta consiste en una configuración dura y tensa para la mente, al evitar una diáfana sucesión de relaciones sintácticas que nos permita caminar cómodamente en la lectura. La palabra tiene en Píndaro una disposición táctica, que es difícil entender inmediatamente. Por su especial colocación, los vocablos quedan aislados, como bloques, en la estructura de la frase, trasformando constantemente lo convencional, y los miembros de la frase se unen de modo insólito. Pero esta estructura formal hiere lo usual y corriente, no las leyes del lenguaje.

Píndaro fue el gran maestro de la configuración dura y tensa del pensamiento. Técnica suya fundamental es el aislamiento de la palabra. Quien lee su texto original, ha de oír primero cada palabra en sí, que adquiere, precisamente por tal aislamiento, su máximo poder significativo. Se pretende apresar cada sustancia de cada cosa, proyectada en la palabra, reduciéndola a un lugar estratégico donde una a una se vayan presentando en su propia sustancia. Es un estilo eminentemente óntico. Se comprende que Píndaro no pueda ser leído aprisa. Exige un lento caminar de la mente en el que no es posible saltar sobre las palabras acuciados por la idea general. Palmo a palmo hay que descubrir el sentido, en constante tensión de la inteligencia, como si estuviésemos acompañando el esfuerzo muscular de atleta, alerta el espíritu hasta llegar a la última claridad de las ideas en el ritmo y en la música, por desgracia irreparablemente perdida. En esta forma hizo el lenguaje humano una ascensión difícilmente imitable. Píndaro fue consciente de que con ello estaba haciendo «literatura», el primero de todos los griegos, como él mismo asevera cuando, a modo de preciosa mercancía fenicia, envía su canto a Hierón de Siracusa 47 .

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