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5. El mundo histórico de Píndaro
ОглавлениеLa lectura del principal legado poético de Píndaro, sus odas en honor de competiciones deportivas y atléticas, nos permite percibir por sí misma la sociedad a la que sirvió y estuvo dirigido su arte. Se trata de unas clases sociales cuyos orígenes empiezan a delinearse con claridad en la Odisea y que, a finales del siglo VI y, sobre todo, durante todo el siglo v a. C., están política y económicamente en un momento importante de afirmación y creciente bienestar en las islas del Mar Egeo, en las tierras sobre el golfo de Corinto, en el Peloponeso, en el sur de Italia y en Sicilia. Una misma lengua, estilo de vida y representaciones de lo divino las une espiritualmente, mientras que su estructura cívica se concentra en comunidades relativamente poco numerosas, independientes y, con frecuencia, enzarzadas en conflictos armados. Entre sus más destacadas instituciones comunitarias, espacio de diversión personal y espectáculo al mismo tiempo, están los ejercicios deportivos, tradicionalmente vivos desde la sociedad heroica de la Ilíada y la Odisea . Igual que en la corte de Alcínoo y lo mismo que en torno al cadáver de Patroclo, la juventud se entrena en las más diversas competiciones atléticas. Las ciudades-Estado las organizan constantemente vinculadas al culto de los dioses, que en este tiempo se ven honrados con magníficos templos, signo de la floreciente situación comercial y económica. Los griegos de Poseidonia (Paestum) en la costa sur del golfo de Salerno, los de Selinunte, Agrigento y Siracusa en Sicilia, alzan templos de majestuosa arquitectura. Egina —que con su templo forma el triángulo de oro de los santuarios dóricos frente al del cabo Sunio y el Partenón—, el sacro recinto de Olimpia y, sobre todo, Delfos, que recibe presentes de todos los griegos para restaurar su templo devorado por un incendio, son los puntos culminantes de una nueva era, la más brillante de la historia de Grecia.
Todas estas manifestaciones arquitectónicas adquieren su mayor esplendor humano con motivo de los juegos deportivos, que tienen sentido de servicio y culto a la divinidad. La victoria lograda es señal de que el dios ha aceptado el esfuerzo físico desplegado en el estadio o la palestra como una víctima grata. Las fronteras entre lo profano y lo divino son algo desconocido en ese ámbito de la agonística, que constituye la fiesta griega por antonomasia. Este sentido de fiesta es la principal entraña de la poesía pindárica. Con frecuencia es invitado él a los lugares de la misma, a los centros de la convivencia pacífica más relevante. Esta fiesta tiene en sí el carácter fundamental de mutua pertenencia, de unión y de conciliación radical, más allá de las propias e individuales estructuras políticas. Y las odas de Píndaro, la parte mayor de su obra trasmitida, son para una fiesta en la que se da gracias al dios por el triunfo dispensado también en una fiesta .
Aún no está suficientemente clarificado de dónde procede la agonística deportiva como acto de culto. Su forma más primitiva fue un acto de reverencia a los difuntos. Acaso esos ejercicios suponían una alegría para ellos. También este desarrollo de energías juveniles, además de instrumento para enardecer el vigor físico, podía ser signo de la lucha por la sucesión del nombre y herencia de los antepasados. Ciertamente, en Grecia estuvo siempre el deporte unido al culto de los dioses. Esto explica, precisamente, la supresión de los Juegos, por parte del emperador cristiano Teodosio I, el 399 de nuestra era 13 .
El momento culminante de la poesía lírica coral de Grecia coincide, por obra de Píndaro principalmente, con el noble ejercicio del deporte, cuyo sentido último es cultual , y no el establecimiento de un nuevo récord o rendimiento no alcanzado y deseadamente superable. Cabe imaginar la extraordinaria influencia que en la mente juvenil pudo ejercer el catálogo de victorias deportivas presentadas en las odas de Píndaro. Durante veinte años largos, cualquier atleta gustaría de coronar su victoria con un himno del poeta de Tebas.