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2. Educación y primeras obras

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La niñez de Píndaro discurrió, como testimonia el fr. 198a, en Tebas, donde comenzó su primera educación artística, ya que en Beocia, a pesar de su fama de tosca entre los griegos, se cultivaba la música, que entonces comprendía también poética y danza, en especial el virtuosismo de la flauta u oboe (aulética). Siendo todavía adolescente, fue enviado a Atenas en un momento en que el ditirambo se hallaba en pleno apogeo. La educación suya debió de correr paralela con la amistad de los jóvenes de la alta sociedad ateniense, a la que por situación económica se consideraba vinculado. Aquí nació su amistad con la familia noble de los Alcmeónidas. Píndaro, que, por razones políticas, no profesó afecto a Atenas, compuso precisamente una sola oda a un ateniense, al alcmeónida Megacles (Pít . VII), condenado al destierro, si prescindimos de la Nemea II dedicada a Timodemo, nacido a 13 kilómetros de Atenas. Píndaro, gran cantor de ciudades, no sintió excesivo amor por Atenas. La victoria de Maratón, cuatro años antes de dicha Pítica , no halló mención alguna en esos versos que son un canto de gracias a los Alcmeónidas, restauradores del templo délfico de Apolo, incendiado el 548.

La tradición le da como maestros de música a Apolodoro y Agatocles. En realidad, sólo el segundo parece tener relevancia para el poeta, ya que fue también maestro de Damón, el gran teórico de la música griega. Con entusiasmo pudo contemplar ya las magníficas intervenciones de los coros de hombres, creados en Atenas el 508 y reconocidos por el Estado como parte oficial de las fiestas de Dioniso. Sin duda, el espectáculo dejó huellas profundas en el espíritu del joven poeta. El gran configurador del ditirambo en Atenas había sido, por aquel tiempo, Laso de Hermíone. La tradición le hace, asimismo, maestro de Píndaro. Si se tiene presente que Laso fue un gran colaborador cultural de Pisístrato y de sus hijos, difícilmente puede admitirse que pudiera sostenerse en Atenas tras la muerte y huida de los hijos del tirano, Hipias e Hiparco (514 y 510 a. C.). Con ello parece problemático el magisterio de Laso de Hermíone.

Muy joven, con la potencia de su arte, comienza Píndaro a conquistar un prestigio que le permite hablar de igual a igual a reyes y nobles. Título para ello le daban su fuerza poética y la inmensa fortuna de contar como auditorio con el pueblo que más ha valorado y admirado a sus poetas. Píndaro es el poeta de las grandes ocasiones, que en su tiempo eran los triunfos pacíficos del estadio. Para ello, viajó sin cansancio y se puso en contacto con los diversos ambientes del poder y de la cultura griega de su tiempo. Conservó, sin embargo, amor y fidelidad inquebrantable a Tebas. El himno más antiguo que tenemos de Píndaro nos lo muestra relacionado con la corte de Tesalia, que tan buena acogida había siempre ofrecido a los poetas. Se trata de la Pítica X, compuesta cuando el poeta contaba veinte años (498), para celebrar la victoria de Hipocles de Pelinna en los Juegos de Delfos. Aquí comenzaron sus grandes esperanzas, aunque el momento decisivo para la cimentación de su prestigio le aguarde en el viaje a Sicilia.

Las poesías de contenido religioso, dedicadas al culto de los dioses, prevalecieron en su primera actividad literaria, aunque poco sabemos de ellas, a causa de los pocos fragmentos conservados. Se ha perdido, por tanto, la más honda sustancia de su espíritu, su poesía religiosa. Los papiros nos han trasmitido algunos versos de los peanes de esa época (Pap. Ox. , núms. 1069-1701), entre ellos, pasajes del Peán cantando en las Theoxenia de Delfos del 490 9 . En la década siguiente debió de entrar en relación con su querida y admirada isla de Egina, como se deduce de la Nemea V y la Ístmica VI.

El año 479, cuando Píndaro contaba ya cuarenta años, fue nefasto para Tebas y difícil para el poeta. La nobleza oligárquica de la ciudad había tomado partido por Jerjes contra los demás griegos. El propio Píndaro no podría superar su particularismo regional frente a la amenaza asiática, por estar espiritualmente ligado a los ideales de la sociedad aristocrática, mejor representada en el invasor que en Atenas. El general persa Mardonio fue bien acogido en tierras tebanas. La derrota crucial de Jerjes, y de su aliada Tebas, hizo sonar una terrible amenaza, al quedar diezmados los aristócratas tebanos y caer el mismo Mardonio en Platea (479; cf. Heródoto, IX 22 ss.). Sólo la entrega de los tebanos responsables de la alianza con los persas libró a la ciudad del saqueo y de la destrucción. Píndaro estaba ideológicamente con esa nobleza, partidaria de Jerjes. Este error político frente al espíritu de una nueva época de voluntad democrática gravó mucho la existencia del poeta después de Platea, aunque le consolara la acogida en Egina por parte de Lampón, cuyos hijos Píteas y Filácidas había celebrado él por sus triunfos en Nemea (Nem . V y VI). Polibio, el historiador ajeno a partidismos, acusó de grave traición a Píndaro, que por aquellos tiempos, según su conocimiento de la obra, cantaba la neutralidad y la paz (fr. 110.109). No es la primera vez en que un gran poeta fracasa en la visión política de su tiempo.

Ligado a su patriotismo local, Píndaro no sintió emoción alguna por el panhelenismo político. Antes bien, debió de llenarle de terror el imperialismo de la Atenas democrática después de la victoria sobre los persas. La grave represalia contra miembros de su propia ciudad, después de Platea, aumentaría en él el resentimiento y las reservas. No obstante, reconciliado más tarde con las heridas del pasado, reconoció los méritos de Atenas en la lucha por la libertad griega (Pít . I 75 s.). Tampoco deja de tener emoción su apóstrofe a Atenas en el perdido Ditirambo (frs. 76-77). Pero la concepción política basada en la isonomía , la igualdad ante la ley, sustancia de la democracia ateniense, jamás desplazó de su espíritu el ideal de la eunomía , de la convivencia ciudadana bajo la «Buena Legislación» representada por un selecto grupo de hombres de bien que, apelando a su mítica procedencia de los dioses y a su parentesco con pasados héroes, procuraba el bien de la pólis con un gobierno justo y prudente.

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