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14. Supervivencia de Píndaro
ОглавлениеLa fama de Píndaro en vida propia fue tan extensa como el ámbito helénico en que se oyó su palabra y su música, portadoras de una fe en lo divino y de su manifestación en las obras excelentes del hombre. El mundo de los dioses, de los héroes, de las energías implantadas por la divinidad, no fue cantado por él como abstracción filosófica, sino como realidad que vinculaba el pasado con el presente y señalaba una orientación en el amor a la tradición, a la familia, a la ciudad propia, al mundo todo que él contempló como algo personal y sagrado en los elementos del cosmos, como las fuentes, los ríos, las montañas, las islas, los héroes y los hombres. Todo lo que pertenecía a la tierra fue para él signo de sacro respeto. Se puede barruntar la fascinación de estos contenidos llegados a sus auditorios en los círculos de las fiestas comunes. Los tiempos que siguieron a su muerte no fueron especialmente favorables a sus creencias e ideas 58 . Al creciente individualismo del pensar democrático y a la triste situación nacida de la guerra del Peloponeso no podía llegar con igual eficacia y convicción la voz de un poeta que proclamó, desde una existencia distinta, un sentido de comunidad y de fe ahora quebrantado. La vida de su poesía se convierte en mera literatura. Monumento de admiración al poeta fue el gesto ateniense de levantarle una estatua en el ágora. El respeto a su nombre está patente en la decisión de que se quiera eximir su casa de la destrucción general de Tebas, cualquiera que sea la autenticidad histórica dispensada a Pausanias de Esparta o a Alejandro de Macedonia. Como maestro insigne de la lírica coral, que tanto interesaba a la tragedia, y como pensador sobre dioses y hombres, ejerció una presencia espiritual en Esquilo, Sófocles y Eurípides, trasmisores de representaciones pindáricas 59 . La lectura de Píndaro fue algo familiar a Platón y Aristóteles, por quien lo conocería Alejandro, igual que al historiador Polibio (201-120 a. C.). Ciertamente influyó la obra musical de Píndaro en Aristóxeno, también discípulo de la escuela aristotélica y gran teórico de la música griega. Cuando los filólogos alejandrinos lo colocan en el canon de los nueve líricos griegos, aseguran para la lectura una parte importante de su obra, aunque su preferente destino sea la educación escolar. Desde esta perspectiva, los siglos III y II a. C. son una verdadera aetas pindarica .
La aristocracia intelectual de la antigua Roma, superada ya la oposición de Catón el Viejo (234-149 a. C.) y de otros reaccionarios contra la apertura cultural hacia Grecia, descubrió a Píndaro como a uno de los autores representativos e ideales. En su obra De finibus II 115, 34, recuerda Cicerón, impulsor del más importante renacimiento griego en Roma, que el poeta Píndaro, junto con Homero y Sófocles, significa con su arte algo más que la mera finalidad estética —a veces útil— en contrastado cotejo con Fidias, Policleto y Zeuxis, puesto que el poeta tebano es educador del hombre 60 . No obstante, la limitada concepción de la poesía lírica, presente en la mente del político Cicerón, no parece haberle permitido una mayor penetración intelectual en la obra del poeta tebano.
Sin duda el encuentro más importante de un romano con Píndaro tuvo lugar en Horacio, quien incorpora a la lírica latina y, con ella, indirectamente a la europea sustanciales elementos y motivos de la poesía pindárica. Éstos son evidentes en su oda a los romanos (Carmina III 1-6). Paralelo al lenguaje de Píndaro es el horaciano en la primera de esas odas que incorpora el espíritu de la Nemea IX. Lo pindárico resplandece sobre todo en la tercera, mientras en otros lugares el poeta latino encuadra sus propias ideas, genuinamente romanas, en un marco pindárico tan lúcido y neto como el de los Carmina I 12, recogiendo el comienzo de la Olímpica II. Aun las alusiones a los propios rivales tienen para Horacio expresivo boceto al estilo de Píndaro (Carmina II 20). Con su gran sentido para la obra exacta, con perfecta ensambladura y sin datos ociosos, redescubre Horacio en Píndaro la imagen vigorosa de la arquitectura con la obra poética (Carm . III 30: Nemea IV 81, Pítica VI 10-14).
Horacio tiene, sin embargo, conciencia de su propia diferencia de estilo. Su amigo Julio Antonio, impresionado por la sustancia pindarica de Horacio, deseaba animarlo a una emuladora competición con Píndaro 61 . La respuesta horaciana es de suma importancia porque en ella se revela la concepción literaria y estética que domina entonces acerca de los Epinicios . La imitación de Píndaro equivaldría a un suicidio literario. Píndaro es como un río, por la abundancia de figuras, ideas y palabras. Es inmensus en toda la profundidad de lo que dice: desborda toda medida. Por otra parte, es algo insólito, lo alza un viento poderoso y sus ritmos están liberados de leyes. Con estos trazos ha dejado caracterizado a Píndaro como algo fuera de norma y medida, in-mensus , dinámico y elevado.
Sin duda tenemos aquí una imagen de Píndaro desde una concepción propia de la retórica, que vio en él al representante del estilo solemne, megaloprepḗs . El análisis horaciano pesa decisivamente en el retórico Quintiliano, que considera a Píndaro desde la misma perspectiva de la doctrina retórica sobre los estilos 62 , teniendo presente, además, el enjuiciamiento retórico hecho antes por Dionisio de Halicarnaso 63 . La imagen así trazada se populariza en el autor de la obra griega Sobre lo sublime , de la mitad del siglo I de nuestra era, probablemente. Píndaro se ve arrastrado por un ardor impetuoso (¡junto con Sófocles!) y con frecuencia se apaga y cae del modo más infortunado 64 . Una comprensión más allá de los criterios retóricos no fue ya posible.
Interesante, por otro lado, fue la presencia intelectual de Píndaro en escritores eclesiásticos como Clemente de Alejandría, y en otros autores cristianos todavía no bien investigados 65 . El desmoronamiento del Imperio Romano hace que la lectura de Píndaro se pierda en Occidente, hasta que en los siglos XI y XII comienzan a llegar los primeros manuscritos de la obra de Píndaro desde el Oriente a Italia. El interés por el poeta despierta en los humanistas italianos, con influencias evidentes en el poeta Gabriello Chiabrera (1552-1637), pronto llamado el «Píndaro italiano». Curiosa es la admiración de Zuinglio por Píndaro, sobre todo por sus conceptos sobre la justicia, por su moral aristocrática y pensamiento religioso. Los poetas pindáricos comienzan a aparecer por toda Europa. A través de Jean Daurat (1507-1558), «el Píndaro francés», P. Ronsard aprende mucho de Píndaro y escribe quince odas al modo pindárico , para demostrar cómo se puede seguir al poeta de Tebas. No en vano es él el primero que ha pindarizado en Francia. El círculo de poetas franceses que, en recuerdo de los siete poetas trágicos de tiempos de Ptolomeo II (285-247 a. C.), se vuelve a llamar de nuevo «Pléiade» y que dirige el mismo Ronsard, se pone como poeta ideal a Píndaro, mientras se intenta un ennoblecimiento de la literatura francesa en encuentro global con la antigüedad clásica aunando con ella el petrarquismo. Así puede nacer un Píndaro petrarquizado 66 . La admiración por Píndaro en Francia ha sido constante en los círculos de los poetas cultos, gracias a una educación humanística no eclipsada hasta las reformas últimas, poco favorables a los estudios helénicos. El mismo Voltaire lo tuvo presente, aunque se permita ironizarlo en su polémica defensora de las obras francesas 67 .
En Inglaterra, según Farnell 68 , el período isabelino no conoce a Píndaro. Gray es el primer poeta inglés que entra en contacto profundo con la obra de Píndaro, enriqueciendo su propia creación poética, aunque Soothern lo haya imitado antes a través de su lectura de Ronsard. Ben Johnson, enardecido en fuego pindárico, imita la estructura de la oda sustituyendo la estrofa, antístrofa y epodo por turn, counter-turn y stand . Los ingleses, con su preciosa e ininterrumpida tradición humanística, no han expulsado a Píndaro del canon literario de su culta lectura.
Por escribir está todavía la historia de la influencia de Píndaro en España y de su resonancia en nuestra literatura. Estudio especial merece y espera, en todos sus pormenores, la obra de Fray Luis de León, quien, aún desde la cárcel de Valladolid, pide las obras de Píndaro, junto con el Libro de Job , y nos legó su preciosa traducción poética de la Primera Olímpica . El influjo ejercido por las traducciones de sólo las Olímpicas en el siglo XVIII , por ej., la de Francisco Patricio Berguizas, en poetas españoles, así como las completas de Albino Mercarini (Barcelona, 1888) e Ignacio Montes de Oca (Madrid, 1893) y otras parciales bien conocidas, exige una labor filológica y estética importante. Muestra valiosa, de suma perfección y gusto, es la versión de la Pítica I, en verso libre, óptimo reflejo del aliento pindárico, aparecida en Estudios Clásicos 58 (1969), Suplem. número 10, y cuyo autor es José M.a Díaz-Regañón.
Un encuentro más profundo con Píndaro comenzó de nuevo en Alemania a partir de Goethe 69 . En su carta a Herder, fechada en julio de 1772, le dice: «habito ahora en Píndaro». Poco antes de esa fecha, Goethe ha leído a Homero, Jenofonte, Platón, Teócrito y Anacreonte y, por último, «algo me ha arrastrado hacia Píndaro, del que todavía estoy pendiente». Sus palabras le traspasan como espadas el alma. La palabra de Píndaro es, para Goethe, no sólo palabra, sino realidad, un puente para un encuentro. Píndaro entra en su vida como una decisión o crisis , que es para él el sentido del nuevo Humanismo. La palabra viva, el saber por naturaleza, la virtuosidad técnica que simboliza el dominio del auriga sobre su cuadriga, la imagen de la flecha que sale disparada hacia las nubes (Ol . II 86; Nem . III 41; Ol . II 149-160) son, para Goethe, los símbolos que apuntan a su comprensión y definición de Píndaro —que se hace en él palabra viva— y que impresionan su propio quehacer poético. Lo más importante en este encuentro es que una vida pasada habla a la vida, porque Goethe vive la existencia de Píndaro y descubre un parentesco hecho consciente en la palabra del poeta antiguo 70 .
Con la edición de Gottlob Heyne (1773) y las reflexiones de Herder y Lessing, el interes por Píndaro adquiere, además, rango altamente científico. Antes de que apareciese esta obra de Heyne el creador de la arqueología científica, H. J. Winckelmann, que ama a los grandes autores griegos como a profetas, empieza a ver a Píndaro como un espíritu sobre todo religioso. Por vez primera es contemplado este poeta desde un punto de vista cristiano, mientras Lessing lo ve como algo esencialmente académico y convierte en común opinión la idea horaciana del «Píndaro tumultuoso y arrebatado». Esta misma idea pasa a Herder, para quien Píndaro queda extraordinariamente lejano. Goethe, el poeta, entendió con más profundidad al poeta, Píndaro. Pero Herder habla por vez primera de Píndaro como arquitecto de su obra, idea presente en Pítica III 113. La tumultuosidad retórica, el vuelo sublime, la mal entendida des-mesura horaciana, encuentran al fin una ruptura, entrando en la consideración y análisis de Píndaro la categoría literaria de la disposición interna, del trabajo riguroso, de la precisión técnica. Con esta interpretación, la influencia y el estudio de Píndaro tomaron una dirección nueva en Europa y han tenido como fruto las más importantes interpretaciones de nuestro tiempo.
Desde el punto de vista de la literatura moderna alemana, el encuentro más trascendental con Píndaro, superior al de Goethe, ha sido el de Hölderlin, que comienza el 1800 en Tubinga su traducción de las Píticas 71 . Con mayor eficacia que la mostrada por Winckelmann, la poesía de Píndaro se le reveló a Hölderlin en su profunda sustancia religiosa. Punto culminante fue la visión hölderliana del hombre como una «parusía de lo divino», conducida por el mismo pensamiento fundamental de Píndaro. Las categorías pindáricas, a las que revierte por Hölderlin sustancia cristiana, encontraron así vida nueva reafirmando la vital solidaridad de la cultura europea.
Desde Boeckh, con su primera traducción latina, las versiones de la obra de Píndaro a las lenguas europeas han intentado trasmitir la forma y el estilo del más difícil poeta de la lírica griega. A ningún traductor de una obra griega cuadra más rectamente la afrenta de traditore que a quien se atreva a traducir a Píndaro. Imposible es reflejar la rigurosa medida y arquitectura de su estrofa, que exige una fidelidad sin vacilaciones en la continuidad del mismo sistema polimétrico en todas las tríadas del poema. Su elección de vocabulario, la dimensión material de las palabras, la sintaxis pindárica, son fenómenos del lenguaje inimitables. A Píndaro sólo cabe aproximarse a través de los ritmos libres o de una prosa elevada. Dentro aún de esta aceptable aproximación está la alternativa de reproducir lo extraño y lejano de su estilo, a costa de hacer ardua su lectura, o la de ofrecer su pensamiento del modo más diáfano posible. Frente a esta alternativa, hemos intentado guardar, en límites comprensibles, la forma interna del poema con tenso hipérbaton, con encabalgamientos o desbordamientos, con el mismo fluido de una estrofa a la otra, con ritmos libres de orientación dactílica y anapéstica, desiguales y asimétricos, sin correspondencia en cada una de las antístrofas y epodos. Hemos procurado, además, para el grecista y estudioso del texto original, conservar la numeración de los versos en cada uno de ellos, indicando las tríadas con las abreviaturas Estr., Ant., Epod .
Una versión en ritmos libres, fiel al sistema triádico, en preparación para sazón más remota, nos podrá aliviar de la mala conciencia sobre esta traducción primera.
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1 Léxico reunido en Bizancio hacia el año 1000 de nuestra era, s.v. «Píndaros».
2 Codex Laurentianus 32, 37; 32, 35. Codex Parisinus 2403. En realidad, esta Vita metrica no es más que una amplificación de la Vita Ambrosiana . Cf. I. GALLO , Una nuova biografia di Pindaro (Pap. Oxy. 2438), Introd., testo critico e comm., Salerno, 1968.
3 A. B. DRACHMANN , Scholia in Pindari Carmina , I-III, Leipzig, 1903, 1910, 1927; espec., vol. III, págs. 285 y sigs.
4 Las fuentes sobre las biografías fueron estudiadas por E. J. LEUTSCH , «Die Pindarsbiographien», Philologus 11 (1856), 1 ss.
5 Daifanto, en Anthologiae Graecae Appendix , III, 74, Epigr.
6 Cf. PLUTARCO , Quaestiones Graecae XL, págs. 300 y sigs.
7 Farnell, Puech y M. F. Galiano lo entienden de Píndaro.
8 Cf. TIRTEO , VII 1, que apostrofa a la juventud espartana «descendiente del nunca vencido Heracles», cuando en sentido estricto sólo la familia real podía abrogarse tal abolengo.
9 Peán VII, fr. 52f.
10 I 8, 4.
11 IX 25, 3.
12 Se trata de su hija Perséfone, no de Deméter; cf. PAUSANIAS , IX 25, 3.
13 Cf. infra , n. 15, y E. N. GARDINER , Greek Athletic Sports and Festivals , Londres, 1910; B. B. BILINSKI , L’agonistica sportiva nella Grecia antica , Roma, 1961; L. MORETTI , «Olimpionikaia, AANL (1957). Sobre catálogos de atletas vencedores, cf. PAULY- WISSOWA , Realencyclopädie der classischen Altertumswissenschaft, s . vv.: Olympia , XVII, 2, 2520 y sigs.; Olympioniken , XVIII, 1, 322 y sigs.; Delphoi , IV, 251, 7; Nemea , XVI, 2, 2310 y sigs.; Isthmia , IX, 2248 y sigs.
14 Cf. H. FRAENKEL , Dichtung und Philosophie des frühen Griechentums, Nueva York, 1951, págs. 218 y sigs.
15 Los Juegos Olímpicos se celebraron por última vez (ver supra) el año 399 d. C., en que los prohíbe Teodosio I. La destrucción de los centros deportivos con sus templos tiene lugar el 426 por mandato de Teodosio II.
16 Cf. Anthologia de PLANUDES , 3, en un epigrama dedicado a la victoria del atleta Daifanto.
17 Cf. información detallada en GARDINER , Greek Athletic Sports…
18 Cf. P. FRIEDLAENDER , «Die Echtheit der Melodie zu Pyth . I», Hermes 70 (1935), 463 ss., y A. LESKY , Griechische Literaturgeschichte , Berna, 1963, pág. 243, con bibliografía sobre la polémica.
19 Cf. U. VON WILAMOWITZ -MOELLENDORFF , Einleitung in die Griechische Tragödie, Euripides: Herakles, vol. I, Berlín, 1889 (reimpr. Darmstadt, 1959); G. PASQUALI , Storia della tradizione e critica del testo, Roma, 1934 (19632 ); H. ERBSE , en Geschichte der Textüberlieferung der antiken und mittelalterlichen Literatur, vol. I, Zurich, 1961, págs. 216 y sigs.; A. TURYN , De codicibus Pindaricis, Cracovia, 1932; J. IRIGOIN , Histoire du texte de Pindare, París, 1952.
20 Cf. papiros núms. 1063-1081. Información sobre los papiros en IRIGOIN , op. cit. , pág. 77; catálogo, en la edición (1963) de BRUNO SNELL , pág. VII.
21 Cf. LESKY , Griech. Literaturgeschichte , pág. 186.
22 Cf. BR . SNELL , Die Entdeckung des Geistes , Hamburgo, 1955, pág. 134; FRAENKEL , Dichtung und Philosophie… , pág. 552. Tales relaciones pueden verse, por ejemplo, en Ol . I 3, Pít . XII —invento de la flauta—, Ístm . V 1 y ss., y fr. 33b, etc.
23 Cf. L. ILLIG , Zur Form der pindarischen Erzählung , Berlín, 1932; LESKY , Griech. Literaturgeschichte , pág. 188; W. A. A. VAN OTTERLO , Untersuchungen über Begriff, Anwendung und Entstehung der griechischen Ringkomposition , Amsterdam, 1944.
24 Cf. LESKY , op. cit. , pág. 188.
25 Editio maior , Leipzig, 1811-1821; ed. minor , 1825.
26 Ed. simultáneamente aparecida en Gotha y Erfurt (1830).
27 Cf. ULRICH VON WILAMOWITZ -MOELLENDORFF , Pindaros , Berlín, 1922, págs. 7 y sigs.
28 Moderne Pindar fortolgning , Copenhague, 1891.
29 W. SCHADEWALDT , Der Aufbau der pindarischen Epinikien , Halle, 1928.
30 Gnomon 6 (1930), 1-20.
31 M. Heidegger Festschrift , Pfullingen, 1959, págs. 256-263; cf. H. FRAENKEL , Wege und Formen frühgriechischen Denkens , Munich, 19602 (reseña por A. ORTEGA , en Helmántica XIII, 40 [1962], 130-132).
32 Cf. SNELL , Die Entdeckung des Geistes, pág. 131.
33 Obra fundamental sobre el tema, H. GUNDERT , Pindar und sein Dichterberuf , Francfort, 1935.
34 Cf. W. HAEDICKE , Die Gedanken der Griechen über Familienherkunft und Vererbung, tesis doctoral, Halle, 1936.
35 Los escolios quieren ver en estos lugares pensamientos polémicos contra Simónides y Baquílides. Curiosamente habla con modestia Baquílides acerca de su arte, aprendido de otros, en fr. 5.
36 Véase el importante capítulo «Die Wesenheiten bei Pindar», en FRAENKEL , Dichtung und Philosophie… , págs. 613 y sigs.
37 Cf., sobre la lengua de Píndaro, una excelente síntesis en M. F. GALIANO , Olímpicas , vol. I, Madrid, 1944, págs. 30-50. Estudios detallados, en las ediciones de O. SCHROEDER , A. PUECH , y en W. SCHMID , Handbuch der Altertumswissenschaft , vol. VII, 1, Leipzig, 1912, págs. 546 y sigs.; A. MEILLET , Aperçu d’une histoire de la langue grecque , París, 1913; G. FATOUROS , Index verborum zur frühgriechischen Lyrik , Heidelberg, 1966. Datos útiles, en J. RUMPEL , Lexicon Pindaricum , Hildesheim, 1961 (reimpr.).
38 Obras fundamentales sobre el estilo, cf. nuestra Bibliografía.
39 Ol . VI 1 ss. Cf. Pít . VI 10-14; Nem . IV 81.
40 Ol . III 42 ss.
41 Pít . II 94.
42 Ol . VII 45-46.
43 Nem . V 41-42; Ístm . II 25-27.
44 Nem . IX 50-52.
45 Ístm . VI 22-23.
46 Pít . X 51-52; XI 37-45.
47 Pít . II 67-68. En Nem . V 2-5, con la misma idea de propagación literaria, oímos: «…dulce canto, en toda nave de carga y en esquife cualquiera zarpa de Egina». Cf. Nem . III 76-80, IV 15 ss.; Pít . III 68; Ol . IX 23-26.
48 Cf. PSEUDO -PLUTARCO , De musica 20 y 30.
49 Hefestión, metrólogo y gramático del siglo II d. C., habla ya de este verso, aunque no lo denomine con ese término. Tal designación procede de R. WESTPHAL , Griechische Rhythmik , I: Metrik , Leipzig, 1867, págs. 483 y sigs.
50 Esquemas detallados, en PUECH antes de cada oda, así como en BR . SNELL , en su edición crítica de 1963 (Leipzig); de este mismo también, cf. Metrorum conspectus , Leipzig, 1953, págs. 305-321. Esquemas de Olímpicas , en M. F. GALIANO (cit. supra , n. 37).
51 IX 16, 1. Cf. frs. 36 y 29.
52 Cf. A. B. DRACHMANN , Scholia in Pindari Carmina , vol. III, Leipzig, 1927, págs. 195, 13 y sigs.
53 Cf. ERBSE , Geschichte der Textüberlieferung… , I, págs. 216 y sigs.
54 BRUNO SNELL , que ha estudiado el papiro, nos ofrece el catálogo general de Peanes en su edición crítica de 1963, pág. VII. Para su enumeración, cf. M. F. GALIANO , en Emerita 16 (1948), 165-200. Cf. IRIGOIN , Histoire du texte de Pindare , ant. cit., págs. 77 y sigs., con detallada descripción de la trasmisión literaria.
55 De codicibus Pindaricis (Polska Akademja Umiejetnosci. Archivum Filologiczne 11), Cracovia, 1932.
56 Véanse ediciones críticas.
57 Leipzig, 1811-1821 (editio maior), 1825 (editio minor) .
58 Cf. D. M. ROBINSON , Pindar, a Poet of eternal Ideas , Baltimore, 1936. Sobre la popularidad de Píndaro, cf. PLUTARCO , De gloria Atheniensium 4.
59 Cf., en FARNELL , Critical Commentary of the Works of Pindar , vol. II, Londres, 1932 (reimpr. Amsterdam, 1961), págs. XIII y sigs., citas de Píndaro en los trágicos, y en Heródoto, págs. 379 y sigs. Esquilo era siete años mayor que Píndaro; Sófocles y Eurípides, veintidós y treinta y ocho años más jóvenes, respectivamente.
60 Cf. Orator I 5; Cartas a Ático XIII 38.
61 Carmina IV 2. Cf. E. FRAENKEL , Das Pindargedicht des Horaz , Sitzungsberichte der Heidelberger Akademie, 1932-1933, 2. Abhandlung; con ligeras modificaciones reproducido en su libro Horaz , Darmstadt, 1967, págs. 506-515. Cf., asimismo, T. SMERDEL , «Horace sur le poète Pindare», Z. Ant . 8 (1958), 21-25; P. STEINMETZ , «Horaz und Pindar», Gymnasium 71 (1964), 1-17; J. H. WASZINK , «Horaz und Pindar», Antike und Abendland 12 (1966), 111-124; N. T. KENNEDY , «Pindar and Horace», A. Class . 18 (1975), 9-24; H. THILL , «Horace et Pindare», en Alter ab illo , París, 1979, págs. 160-223.
62 Inst. Oral . VIII 6, 71; X 1, 61.
63 Lo recomienda especialmente a los oradores en De imitatione II 2, pág. 205.
64 Cf. cap. 33, 5, 9-10. No obstante, se dice en ese lugar, hay que preferir Píndaro a Baquílides.
65 Un excelente trabajo en esta dirección, respecto de la presencia de Píndaro en Clemente de Alejandría, Sinesio de Cirene y Apolinar de Laodicea, nos lo ofrece ILONA OPELT , «Die Christliche Spätantike und Pindar», Bizantinische Forschungen 2 (1967), 284-298.
66 Cf. H. CHAMARD , Histoire de la Pléiade, vol. IV, París, 1938-1940; G. WYNDHAM , Ronsard and «la Pléjade», Londres, 1906; J. VIANEY , Le pétrarquisme en France au 16. siècle, Montpellier, 1909.
67 Cf. ROBINSON , Pindar, a Poet… , págs. 31 y sigs.
68 The Works of Pindar , vol. I, Londres, 1930, pág. 382; ROBINSON , op. cit. , págs. 13 y sigs.
69 Cf. ERNST GRUMACH , Goethe und die Antike , vol. I, Berlín, 1949, págs. 226-227. Sobre Herder, véase R. NEUENLIST , Homer, Aristoteles und Pindar in der Sicht Herders (Studien sur Germanistik, Anglistik und Komparatistik 9), Bonn, 1971, págs. 91-112.
70 FARNELL , The Works…, vol. I, pág. 294, sugiere que el estudio de Píndaro inspiró a Goethe el «Canto de los Ángeles», Preludio del Fausto . Bajo su influencia escribió Goethe: Prometheus, Mahomet, Gränzen der Menschheit, Der Wanderer, Elysium, Pilgers Morgenlied, Felsweihe-gesang an Psyche, Das Göttliche z. Wandress, Sturmlied .
71 Cf. NORBERT VON HELLINGRATH , Hölderlingsübertragungen des Pindars , tesis doct., Jena, 1911; M. B. BENN , Hölderlin und Pindar , Gravenhage, 1962.