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13. Transmisión del texto

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Ningún texto autógrafo de autor griego, tampoco de Píndaro, ha llegado a nuestras manos. Como era costumbre, Píndaro entregaba su texto con notación musical al corego, al director del coro, si no era él mismo quien asumía la dirección y preparación del canto y ensayo de la danza. Los cantores podían hacer sus copias respectivas, así como las familias de los triunfadores en los Juegos y las ciudades patrias de los atletas, conservando tales copias en los propios archivos. Alguno de sus poemas tuvo el honor de ser grabado, como el Himno a (Zeus) Ammón , en una estela triangular junto al altar que el rey Ptolomeo I de Egipto (323-283 a. C.) erigió en Tebas, como testimonia Pausanias 51 . Con letras de oro estuvo esculpida la Olímpica VII, dedicada al púgil Diágoras de Rodas, en el templo de Atenea de Lindos 52 .

Decisiva para la trasmisión del texto fue la labor de los filólogos alejandrinos. Con toda seguridad dispusieron ellos de copias, al menos, con la notación musical. No trasmitieron la partitura, ya que en esa época las agrupaciones corales no ejecutaban tales poemas y sólo se tenía presente a los lectores de texto, no a los auditorios ni a directores de coros. Aristófanes de Bizancio parece ser el primer editor crítico de Píndaro, siguiendo en trabajos de puntuación diacrítica y comentarios Aristarco de Samotracia y Dídimo Calcéntero, contemporáneo de Julio César. A ellos se unen, con su interesante labor, comentarios breves y observaciones sobre datos concretos, los llamados escoliastas.

El texto alejandrino puede considerarse como fundamento de las copias o ediciones medievales. Así, en 1280 edita Máximo Planudes de Nicomedia, el sabio monje precursor del Humanismo, las Olímpicas y Píticas . Unos veinte años más tarde, su discípulo Thomas Magister —su nombre de monje fue Teodulo Mónaco—, consejero en Constantinopla del emperador Andrónico II, publica, igualmente, las Olímpicas y Píticas I-IV, mientras Moscópulo sólo publica más tarde las Olímpicas . Demetrio Triclinio, buen conocedor del texto, con sentido crítico, prepara en la mitad del siglo XIV dos ediciones de Píndaro. La primera comprendía los cuatro libros de los Epinicios; en la segunda sólo ofrecía las Olímpicas . Mucho más precaria es la tradición textual en lo que atañe a las Ístmicas y Nemeas 53 .

Total o parcialmente, el texto nos ha llegado en 186 manuscritos, según la enumeración de O. Schroeder (Philologus LIV, 274 ss.), quien puso los verdaderos fundamentos del texto crítico actual. Los numerosos papiros hallados en Egipto nos proporcionan también fragmentos de obras perdidas y citas muy importantes. El Papiro Oxirrinco núm. 221 nos ha descubierto una porción respetable de los Peanes 54 .

Alexander Turyn ha estudiado la relación existente entre todos los códices, determinando cuáles deben aceptarse para establecimiento del texto pindárico 55 . Según sus conclusiones, los errores comunes de los códices antiguos permiten llegar al arquetipo común, a través de dos recensiones fundamentales: Ambrosiana (A) —Codex Ambrosianus C 222, de últimos del siglo XIII , que contiene, en folios 181r -206r , Olímpicas I-XII con escolios—; y Vaticana (B), siglo XII , núm. 1312. Los otros dos códices principales, de menos valor, son el Parisinus Graecus (C), siglos XII o XIII , y el Laurentianus (D), siglo XIV , de valor muy desigual. A estos cuatro códices se añaden otros de menor garantía en la trasmisión del texto, descritos por Turyn y Bowra 56 .

EDICIONES TIPOGRÁFICAS . — La primera edición tipográfica o editio princeps de los Epinicios salió de la imprenta de Aldo Manucio, en Venecia, el año 1513. Dos años más tarde aparece en Roma la edición preparada por Zacarías Caliergo, en la imprenta de Agostino Chigi, la primera que contiene escolios y el primer libro de texto griego impreso en Roma. Tras otras varias ediciones en los siglos XVI y siguientes en Suiza, Francia y Alemania, el siglo XIX sobresale con unas catorce ediciones, por lo menos, entre mayores y menores. Hito importante significa la de O. Boeckh, ya que es la primera en la que se empiezan a determinar los versos en Píndaro, tratando de fijar en concretos sistemas rítmicos la disposición tradicional de los k la o miembros hecha por Aristófanes de Bizancio 57 . La editio maior de O. Schroeder, en 1900, inaugura el establecimiento más científico y crítico del texto pindárico. En esta misma línea continúan J. Sandys (Londres, 1915-19), Aimé Puech (París, 1923), C. M. Bowra (Oxford, 1935), A. Turyn (Nueva York, 1944) y Br. Snell (Leipzig, 1949), con sus propias ediciones críticas. El texto griego de esta última es el fundamento de la traducción aquí ofrecida, teniendo presente las revisiones del mismo autor crítico en las ediciones de 1953 y 1959 y los fragmentos de papiros ya publicados. Una óptima edición de las Olímpicas , con texto griego y comentarios importantes, la hizo M. F. Galiano (Madrid, 1944).

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