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«el puntal emocional»
ОглавлениеA la tarde del segundo día en Mar del Plata, a partir de la nueva situación de estabilidad de mi papá, acepté la invitación de que nos juntáramos los viejos amigos de la secundaria, que quedamos como amigos para siempre. El grupo estaba integrado por el Cabezón, el Enano, Maorito y yo. El grupo de WhatsApp, llamado “Amigos desde hace mucho”, era mi grupo más activo. En Mar del Plata vivían los primeros dos. Coordinamos por el grupo para juntarnos en un bar a media cuadra del Hospital Privado.
A eso de las seis de la tarde bajé a la calle y caminé la media cuadra. En la esquina, en la puerta del bar, estaba el Cabezón, con barbijo. Nos abrazamos y nos miramos un ratito el aspecto. Aunque estábamos en contacto diariamente, hacía más de dos años que no nos veíamos.
—¿Cómo está tu viejo?
—Está mejor que hace unos días. Estuvo bien jodido. Nos habían dicho que estaba en las últimas, cuando decidí venirme. Pero después repuntó y se estabilizó. Ahora está mucho mejor.
—¿Está conectado?
—Sí, está perfectamente orientado, pero perdió los últimos tres días. De eso no se acuerda nada. Se le borraron completamente. Allá viene el Enano —señalé la vereda de enfrente.
Venía caminando el Enano, primo hermano mío, mejor amigo en la infancia, compañero de banco en la secundaria y hermano de toda la vida. Tiró un pucho que venía fumando a la cuneta antes de abrazarse conmigo y después con el Cabezón.
—¿Qué dicen, trolos? ¿Hacemos un cafecito? Ya decretaron la vuelta a fase 3 para Mar del Plata. Desde las cero de esta noche. Aprovechemos que mañana cierran los bares otra vez —dijo el Enano.
Nos sentamos en una mesa al lado de una ventana. El Enano pidió café solo, yo cortado y el Cabezón té. Cuando llegó el servicio saqué una foto a la mesa y la subí al grupo para que Maorito, desde Buenos Aires, adivinara quién había sido el que había pedido té. «El Cabeza erótico pidió el té», escribió en el grupo. Nos reímos mucho.
Hablamos de cómo iban los embarazos de sus parejas. Los dos estaban por ser papás. El Cabezón, por primera vez; el Enano, con nueva gestión, su tercera paternidad. Esta vez, una nena. Expliqué con más detalle la enfermedad de mi viejo, y la posibilidad de que tuviera un diagnóstico relativamente favorable. Quedamos en juntarnos en la casa del Enano, en el bosque Peralta Ramos, para cenar juntos.
Nos despedimos los tres en la calle, subiéndonos los barbijos arriba de la nariz y poniéndonos alcohol en gel en las manos de un dispenser del bar. Yo crucé la calle para volver al hospital, sintiendo en el físico el puntal emocional que mis amigos me habían dado.