Читать книгу Los días del piano - Ramón Ferro - Страница 8

4
«con un trapo»

Оглавление

A la mañana siguiente Matu me mandó un mensaje para pedirme que la llamara cuando pudiera. Vi el mensaje en la pantalla de la computadora. Le apagué el volumen. Yo estaba atendiendo en el consultorio. Cuando terminé con la consulta que tenía en curso y despedí al paciente, cerré la puerta y llamé a Matu. Me dijo que le habían cambiado la bocha. Que la resonancia no mostraba fracturas ni problemas relacionados con la caída, pero que sí se veían muchas manchitas. Me dijo que el neurocirujano quería hablar conmigo, que en un rato me volvería a llamar y me pasaría con él.

Seguí atendiendo a algunos pacientes más, haciendo un esfuerzo por concentrarme. En medio de una consulta el teléfono volvió a sonar. Me disculpé con el paciente y salí del consultorio para atender la llamada afuera. Me fui a la sala de reuniones del instituto y abrí la ventana. El colega, con mucha amabilidad y solidarizándose conmigo, me contó que se veía una enfermedad oncológica diseminada en varios puntos, varias vértebras, hígado, por lo menos. Que no había nada de resorte quirúrgico en lo inmediato, y que mi papá iba a ser visto por el servicio de oncología. Que lamentaba tener que darme esa noticia y que la cosa venía difícil. Le agradecí por la molestia que se había tomado en llamarme y por su sinceridad.

Sorprendido, me forcé por volver a concentrarme en el paciente que me esperaba, a quien todavía no había revisado. Le pedí que se sentara en la camilla para hacerle el examen físico neurológico. En cada punto del examen, además de registrar los hallazgos, pensaba en qué encontraría en mi papá si estuviera revisándolo a él. Lo imaginaba con su cuerpo flaco, hundido en el colchón de la cama de hospital, desconcertado. Al finalizar la consulta me fui a la cocina a servirme un café, aprovechando el tiempo que había dejado el faltazo de otro paciente. Al volver a mi escritorio con la taza, con la cabeza procesando los datos médicos recién recibidos, en un movimiento torpe volqué el café sobre el escritorio y mi computadora. La levanté y la dejé en el aire de costado, chorreaba café sobre el escritorio, a la vez que le sacaba el cable y apretaba el botón de apagado. Llamé a Lili para que me ayudara; se fue y volvió con un trapo. Empezó a limpiar el lío que yo había hecho.

—Parece que mi viejo está muy enfermo, Lilita.

—¡Uy, no, qué macana!

Los días del piano

Подняться наверх