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Оглавление38. El Diluvio de Deucalión
a. El Diluvio de Deucalión, llamado así para diferenciarlo del diluvio de Ogigia y otros, fue provocado por la ira de Zeus contra los impíos hijos de Licaón, el hijo de Pelasgo. El mismo Licaón fue el primero en civilizar la Arcadia e institucionalizó el culto a Zeus Licio, pero enojó al dios sacrificándole un niño. Por esa razón fue transformado en lobo y su casa destruida por el rayo. Algunos dicen que Licaón tuvo en total veintidós hijos; otros dicen que cincuenta.1
b. La noticia de los crímenes cometidos por los hijos de Licaón llegó al Olimpo y el mismo Zeus fue a visitarles disfrazado de viajero pobre. Tuvieron la desfachatez de servirle una sopa de menudos en la que habían mezclado las visceras de su hermano Níctimo con otras de ovejas y cabras. Zeus no se dejó engañar y, derribando de un golpe la mesa en la que le habían servido aquel repugnante banquete —el lugar fue llamado después Trapezo—, los convirtió a todos en lobos, menos a Níctimo, a quien devolvió la vida.2
c. A su regreso al Olimpo, Zeus desahogó su disgusto desatando un gran diluvio sobre la tierra con la intención de borrar de su faz a toda la raza humana. Pero Deucalión, rey de Ptía, avisado por su padre, el titán Prometeo, a quien había visitado en el Cáucaso, construyó un arca, la llenó de avituallamiento y subió a bordo con su esposa Pirra, hija de Epimeteo. Luego empezó a soplar el viento del sur y comenzó la lluvia, y los ríos se precipitaban sobre el mar, que subía con asombrosa rapidez, arrasando y cubriendo cada ciudad de la costa y del interior, hasta que todo el mundo quedó inundado, a excepción de unas cuantas cimas montañosas, y todas las criaturas mortales parecían haber desaparecido, excepto Deucalión y Pirra. El arca estuvo flotando durante unos nueve días hasta que finalmente las aguas retrocedieron y la embarcación se posó en el monte Parnaso, o, en opinión de algunos, en el Etna, o en el Atos, o en el monte Otris de Tesalia. Se dice que Deucalión obtuvo la confirmación del fin del diluvio por una paloma que él mismo había enviado a explorar.3
d. Después de desembarcar sanos y salvos, ofrecieron un sacrificio al Padre Zeus, protector de los fugitivos, y bajaron a orar en el santuario de Temis, junto al río Cefiso, donde ahora hacía frío y el techo estaba cubierto de algas. Suplicaron humildemente que volviera a renacer la raza humana, y Zeus, escuchando sus voces desde lejos, envió a Hermes para asegurarles que todo lo que pidieran les sería concedido. Temis apareció en persona y dijo: «¡Cubrios la cabeza y arrojad hacia atrás los huesos de vuestra madre!». Deucalión y Pirra eran hijos de distintas madres, ambas ya fallecidas, así que dedujeron que la titánida se refería a la Madre Tierra, cuyos huesos eran las rocas que yacían en la orilla del río. Por tanto, se cubrieron las cabezas y se inclinaron para recoger las rocas, tirándolas por encima de sus hombros. Las rocas se transformaron en hombres y mujeres, en función de que las hubiera arrojado Deucalión o Pirra, y de esta forma se renovó la humanidad, y desde entonces «pueblo» (laos) y «piedra» (laas) son la misma palabra en muchas lenguas.4
e. Sin embargo, resultó que Deucalión y Pirra no fueron los únicos supervivientes del Diluvio, pues Megaro, un hijo de Zeus, había sido despertado mientras dormía por los gritos de las grullas que le llamaban para que subiera a lo alto del monte Gerania, que no llegó a ser cubierto por las aguas. Otro que escapó fue Cerambo de Pelión, a quien las ninfas transformaron en escarabajo, pudiendo así volar a la cumbre del Parnaso.5
f. De modo similar, los habitantes de Parnaso —ciudad fundada por Parnaso, un hijo de Posidón que inventó el arte del augurio— fueron despertados por el aullido de lobos, y los siguieron hasta la cima de la montaña. En memoria de estos lobos llamaron Licorea a su ciudad.6
g. Así pues, el diluvio sirvió de poco, pues algunos de los parnasianos emigraron a Arcadia y repitieron las abominaciones de Licaón. Hasta el día de hoy se sacrifica un niño a Zeus Liceo, y sus visceras se mezclan con otras en una sopa de menudos que se reparte luego entre los pastores junto al río. El pastor que come las visceras del niño (que le tocan por sorteo) aúlla como un lobo, cuelga sus ropas en un roble, cruza el río y se convierte en licántropo. Durante ocho años forma parte de la manada de lobos, pero si se abstiene de comer carne humana durante este tiempo, puede regresar, cruzar de huevo el río y recuperar sus ropas. No hace mucho, un habitante de Parrasia llamado Damarco pasó ocho años con los lobos, pero luego recuperó su condición humana y, el décimo año, después de un intensivo entrenamiento en un gimnasio, ganó el premio de boxeo en los Juegos Olímpicos.7
h. Este Deucalión era hermano de la Ariadna cretense y padre de Oresteo, rey de los locrios ozolianos, en cuya época una perra blanca parió una estaca que Oresteo plantó y que creció convirtiéndose en vid. Otro de sus hijos, Anfictión, dio alojamiento a Dioniso y fue el primer hombre que mezcló vino con agua. Pero su primer descendiente y el más famoso fue Heleno, padre de todos los griegos.8
1. La historia de Zeus y las entrañas del niño no es tanto un mito como una anécdota moral que expresa la repugnancia que provocaban en las zonas más civilizadas de Grecia las primitivas prácticas canibalísticas de Arcadia, que todavía se realizaban en el nombre de Zeus, y que eran consideradas «bárbaras y antinaturales» (Plutarco: Vida de Pelópidas). Cécrope, el virtuoso ateniense contemporáneo de Licaón (véase 25.d), ofrecía solamente tortas de cebada, absteniéndose incluso de los sacrificios animales. Los ritos licaonios, que según el autor nunca contaron con el beneplácito de Zeus, tenían al parecer como fin impedir que los lobos asaltaran los rebaños enviándoles un rey humano. «Licio» significa «de la loba», pero también «de la luz», y el relámpago en el mito de Licaón revela que el Zeus de Arcadia empezó siendo un rey sagrado invocador de la lluvia, al servicio de la Luna, o Loba, a quien aullaba la manada de lobos.
2. Un Gran Año de cien meses, u ocho años solares, se dividía equitativamente entre el rey sagrado y su sucesor; y los cincuenta hijos de Licaón —uno por cada mes del reinado del rey sagrado— debían de ser los que comían la sopa de menudos. El número veintidós, a menos que proceda del recuento de familias que se proclamaban descendientes de Licaón para participar en el banquete de menudos, se refiere probablemente a los veintidós lustros que componían un ciclo: el ciclo de 110 años que constituía el reinado de una línea particular de sacerdotisas.
3. El mito del Diluvio de Deucalión, aparentemente traído de Asia por los hélades, tiene el mismo origen que la leyenda bíblica de Noé. Pero, aunque la invención del vino por Noé es el tema de una fábula moral hebrea para justificar casualmente la esclavización de los cananeos por sus conquistadores semitas y casitas, los griegos han suprimido la invención del vino por Deucalión y se la han atribuido a Dioniso. Sin embargo, a Deucalión se le describe como hermano de Ariadna, que, junto con Dioniso, era la madre de varias tribus seguidoras del culto del vino (véase 21.8), y además ha conservado su nombre «marinero del nuevo vino» (de deucos y halieus). El mito de Deucalión recoge un diluvio mesopotámico del tercer milenio a.C., y también la fiesta otoñal del Año Nuevo de Babilonia, Siria y Palestina. Esta fiesta celebraba que Parnapishtim servía vino dulce nuevo a los constructores del arca, en la cual (según el poema épico babilónico de Gilgamesh) él y su familia sobrevivieron al diluvio enviado por la diosa Ishtar. El arca era un barco lunar (véase 123.5) y la fiesta se celebraba en la luna nueva más próxima al equinoccio otoñal, como una forma de provocar las lluvias invernales. A Ishtar, en el mito griego, se la llama Pirra —nombre de la diosa-madre de los puresati (filisteos), un pueblo cretense que llegó a Palestina pasando por Cilicia aproximadamente en el año 1200 a.C. Pirra en griego significa «rojo vivo» y es un adjetivo que se aplica al vino.
4. Xisuthros era el héroe de la leyenda sumeria del diluvio recogida por Beroso, y su arca fue a posarse en el monte Ararat. Todas estas arcas estaban construidas con madera de acacia, utilizada también por Isis para construir la barcaza mortuoria de Osiris.
5. El mito de un dios airado que decide castigar las maldades del hombre con un diluvio parece ser un préstamo tardío tomado por los griegos de los fenicios o de los judíos. No obstante, el número de los distintos montes de Grecia, Tracia y Sicilia en que se dice que fue a posarse el arca de Deucalión parece indicar que se ha sobrepuesto un antiguo mito del Diluvio sobre una leyenda posterior en el norte de Grecia. En la primera versión griega del mito, Temis renueva la raza humana sin haber sido autorizada previamente por Zeus, por lo que es probable que el Diluvio se le atribuyera a ella y no al dios, como en Babilonia.
6. La transformación de piedras en personas es quizás otro préstamo helénico tomado de Oriente. San Juan Bautista aludió a una leyenda similar en un juego de palabras con los términos hebreos banim y abanim, declarando que Dios podía dar hijos a Abraham incluso de las piedras del desierto (Mateo iii.3-9 y Lucas iii.8).
7. La historia de una perra blanca, la diosa-Luna Hécate, que parió una rama de vid en el reinado de Oresteo, hijo de Deucalión, es probablemente el mito griego más antiguo sobre el vino. Se dice que el nombre ozoliano se deriva de ozoi, «sarmientos» (véase 147.7). Uno de los malvados hijos de Licaón también se llamaba Oresteo, lo cual puede justificar la obligada conexión que han establecido los mitógrafos entre el mito de la sopa de menudos y el Diluvio de Deucalión.
8. Anfictión, nombre de otro de los hijos de Deucalión, es una forma masculina de Anfictionis, la diosa en cuyo nombre se había fundado la Liga Anfictiónica, famosa confederación del norte. Según Estrabón, Calimaco y el escoliasta sobre el Orestes de Eurípides, la liga fue regularizada por Acrisio de Argos (véase 73.a). Los griegos civilizados, a diferencia de los disolutos tracios, se abstenían de tomar vino puro, y su costumbre de aguarlo en las asambleas de los estados miembros, que se celebraban en la época de vendimia en Antela, cerca de las Termopilas, debió de ser un modo de prevenir sanguinarias disputas durante el acontecimiento.
9. Heleno, el hijo de Deucalión, era el antecesor epónimo de toda la raza helénica (véase 43.b). Su nombre demuestra que era el representante real de la sacerdotisa de Hele, o Helén, o Helena, o Selene, la Luna. Según Pausanias (iii.20.6), la primera tribu llamada helena llegó de Tesalia, donde se adoraba a Hele (véase 70.8).
10. Aristóteles (Meteorológica i. 14) dice que el Diluvio de Deucalión tuvo lugar «en la antigua Grecia (Graecia), a saber, en un distrito cercano a Dodona y el río Aqueloo». Graeci significa «adoradores de la Vieja», presumiblemente la diosa Tierra de Dodona, que aparecía en tríada como las Grayas (véase 33.c). Y hay quien insinúa que los aqueos fueron obligados a invadir el Peloponeso porque unas fuertes lluvias, nada habituales en la zona, habían anegado sus pastizales. El culto de Hele (véanse 62.3, 70.8 y 159.1) parece haber sustituido al de las Grayas.
11. El escarabajo era un emblema de la inmortalidad en el Bajo Egipto porque sobrevivía a los desbordamientos del Nilo —el faraón como Osiris embarcaba en su barco del sol como escarabajo— y su uso sagrado se extendió a Palestina, el Egeo, Etruria y las Islas Baleares. Antoninus Liberalis menciona también el mito de Cerambo, o Terambo, cuando cita a Nicandro.