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40. Eos

a. Al término de cada noche, Eos, la de los dedos rosados y túnica color azafrán, hija de los titanes Hiperión y Tía, se levanta de su lecho en el Oriente, monta su carro tirado por los caballos Lampo y Faetonte, y se dirige al Olimpo a anunciar la llegada de su hermano Helio. Cuando éste aparece, ella se convierte en Hémera y le acompaña en sus viajes hasta que, como Hesperia, anuncia la llegada de ambos, sanos y salvos, a las orillas occidentales del océano.1

b. Afrodita se sintió una vez humillada por encontrar a Ares en la cama con Eos, y la maldijo a desear constantemente jóvenes mortales, a los que desde ese momento comenzó a seducir en secreto y de una manera vergonzosa, uno tras otro: primero, Orion; después, Céfalo; luego, Clito, nieto de Melampo. Y todo esto a pesar de estar casada con Astreo, que tenía estirpe de titanes, y a quien le dio no sólo a los cuatro vientos (Norte, Sur, Este y Oeste), sino también a Eósforo y, según algunos, a todas las demás estrellas del cielo.2

c. Finalmente, Eos se llevó a Ganimedes y Titono, hijos de Tros o lio. Cuando Zeus le robó a Ganimedes, ella le pidió que otorgara la inmortalidad a Titono, a lo que aquél accedió. Pero se olvidó de pedirle también la juventud eterna, un don que Selene obtuvo para Endimión. Titono envejecía más y más cada día, su pelo era más blanco, su cuerpo más y más encogido y su voz más chillona. Y cuando Eos se hartó de cuidarle, lo encerró en su dormitorio, donde se convirtió en una cigarra.3

1. La doncella de la Aurora era una fantasía helena aceptada por los mitógrafos como una titánide de la segunda generación. Su carro tirado por dos caballos y su anuncio de la llegada del sol son alegorías más que mitos.

2. Los constantes romances de Eos con jóvenes mortales son también alegorías: la madrugada lleva a los amantes nocturnos un nuevo renacimiento de la pasión erótica, el momento en que más frecuentemente mueren los hombres de fiebre. La alegoría de su unión con Astreo es bastante simple: las estrellas se funden con la aurora en el este, y, como si fuera su emanación, surge Astreo, el viento del amanecer. Luego, como se suponía que el viento era un agente fertilizante, Eos engendró de Astreo y se convirtió en madre del Lucero del Alba, que era el único que quedaba en el cielo. (Astreo era otro nombre de Céfalo, de quien también se dice que engendró en Eos al Lucero del Alba.) De ello se deducía, filosóficamente, que, al ser el Lucero del Alba idéntico al de la Tarde, y dado que la Aurora es la manifestación última de la Noche, todas las estrellas tenían que haber nacido de Eos, lo mismo que todos los vientos excepto el del amanecer. Sin embargo, esta alegoría contradecía el mito de la creación de Bóreas por la diosa-Luna Eurí nome (véase 1.1).

3. En el arte griego, Eos y Hémera son personajes idénticos. El alegorista ha dado a Titono el significado de «garantía de prolongación» (de teiño y one), refiriéndose a la prolongación de su vida a petición de Ea. Pero es bastante probable que se trate de una forma masculina del propio nombre de Eos, Titoné —de tito, «día» (Tzetzes: Sobre Licofrón 941), y one, «reina»—, y que significara «compañero de la Reina del Día». Las cigarras inician su actividad en cuanto empieza a caldear el día, y la cigarra dorada era un emblema de Apolo como dios del Sol entre las colonias griegas de Asia Menor.

Los mitos griegos

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