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37. Los Alóadas

a. Efialtes y Oto eran hijos bastardos de Ifimedia, hija de Tríopas. Ella se había enamorado de Posidón y solía agazaparse en la orilla del mar para recoger las olas en sus manos y derramar el agua en su regazo; así consiguió quedarse encinta. A Efialtes y Oto se les llamaba, sin embargo, los Alóadas, porque Ifimedia se casó después con Aloeo, que había sido hecho rey de la Asopia beocia por su padre Helio. Los Alóadas crecían un codo de anchura y una braza de altura cada año, y, cuando aún contaban sólo con nueve años de edad (con nueve codos de anchura y diez brazas de altura), declararon la guerra en el Olimpo. Efialtes juró por el río Estigia que ultrajaría a Hera, y Oto juró otro tanto con respecto a Ártemis.1

b. Habiendo decidido que Ares, el dios de la guerra, debía ser el primer prisionero, los Alóadas pusieron rumbo a Tracia, lo desarmaron, lo ataron y lo encerraron en una vasija de bronce que ocultaron en la casa de su madrastra Eribea, pues Ifimedia ya había muerto. Después comenzaron el asedio del Olimpo: hicieron un baluarte para su ataque poniendo el monte Pelión encima del monte Ossa, y luego amenazaron con arrojar montañas al mar hasta convertirlo en desierto, aunque las tierras bajas quedaran inundadas por las olas. Su confianza era total porque se les había profetizado que ningún otro hombre, ni tampoco ningún dios, podría matarles.

c. Por consejo de Apolo, Ártemis mandó un mensaje a los Alóadas: si abandonaban el asalto, se reuniría con ellos en la isla de Naxos y allí se sometería a los abrazos de Oto. Oto rebosaba de júbilo, pero Efialtes, que no había recibido un mensaje similar de Hera, se sintió celoso y se enfadó. Estalló una pelea brutal en Naxos, adonde llegaron juntos, pues Efialtes insistía en que, por ser el mayor de los dos, tenía derecho a disfrutar primero de Ártemis. La discusión estaba en su punto culminante cuando Ártemis hizo su aparición en forma de paloma blanca, y cada uno de los Alóadas tomó su jabalina, dispuesto a demostrar quién era el mejor tirador atravesando a la paloma con su lanza. Cuando la paloma se lanzó en picado y pasó en medio de ellos, veloz como el viento, soltaron sus jabalinas y se atravesaron uno al otro. Así perecieron ambos, y así quedó justificada la profecía de que ningún hombre o dios podía darles muerte. Sus cadáveres fueron llevados a Antedón, en Beoda, para ser enterrados allí, pero los habitantes de Naxos aún les rinden honores de héroes. También son recordados como fundadores de la beocia Ascra y como los primeros mortales que adoraron a las Musas del Helicón.2

d. Una vez levantado el asedio al Olimpo, Hermes fue en busca de Ares y obligó a Eribea a liberarlo de la vasija de bronce, cuando ya estaba medio muerto. Pero las ánimas de los Alóadas descendieron al Tártaro, donde fueron firmemente atadas a una columna con cuerdas anudadas hechas de víboras vivas. Allí siguen sentados, espalda contra espalda, mientras la ninfa Estigia acecha severamente desde lo alto de la columna para recordar sus juramentos incumplidos.3

1. Ésta es otra versión popular de la rebelión de los gigantes (véase 35 .b). El nombre de Efialtes, el asalto al Olimpo, la amenaza a Hera y la profecía de la invulnerabilidad de los Alóadas se dan en ambas versiones. Efialtes y Oto, «hijos del campo de trilla» con «la que fortalece los genitales», nietos de la «Tres Rostros», a saber, Hécate, y adoradores de las Musas salvajes, personifican el íncubo o pesadilla orgiástica que oprime y ultraja a las mujeres durante el sueño. Al igual que la Pesadilla de la leyenda británica, están asociados con el número nueve. El mito se confunde con un oscuro episodio histórico del que informa Diodoro Sículo (v.50 y ss.). Dice que el tésalo Aloeo envió a sus hijos a liberar a su madre Ifimedia y a su hermana Páncratis («todafuerza») de los tracios, que se las habían llevado a Naxos. Su expedición fue un éxito, pero se pelearon entre ellos por el reparto de la isla y se mataron el uno al otro. Sin embargo, aunque Estéfano de Bizancio menciona que la ciudad tésala de Aloeo se llamó así por los Alóadas, antiguos mitógrafos dicen que son beocios.

2. El asesinato mutuo de los hermanos gemelos recuerda la eterna rivalidad por el amor de la Diosa Blanca entre el rey sagrado y su sucesor, que alternativamente se van matando uno a otro. El hecho de que se les llamara «hijos del campo de trilla» y que escaparan a la destrucción del rayo de Zeus los relaciona más con el culto del cereal que con el del roble. El castigo al que fueron condenados en el Tártaro, al igual que el de Teseo y Pirítoo (véase 103.c), parece deducirse de un antiguo símbolo calendario en el que aparecen las cabezas de los gemelos, unidas por la parte de atrás, a ambos lados de una columna, tal como se sientan en la Silla del Olvido. La columna, en la que está posada la diosa de la Muerte-en-Vida, marca el apogeo del verano en el que acaba el reinado del rey sagrado y comienza el de su sucesor. En Italia, este mismo símbolo se convirtió en el Jano de dos cabezas, sólo que allí el Año Nuevo se celebraba en enero, no en el orto helíaco del bicéfalo astro Sirio (véase 34.3).

3. El encarcelamiento de Ares durante trece meses es un fragmento mítico inconexo, cuya datación exacta se desconoce, y que se refiere quizás a un armisticio que duró un año entero —el año pelasgo tenía trece meses— acordado entre los tesalobeocios y los tracios, con objetos bélicos de ambos bandos guardados en un recipiente de bronce en un templo de Hera Eribea. Pellón, Osa y Olimpo son todas montañas al este de Tesalia, desde las cuales se tiene una visión distante del Quersoneso tracio, donde es posible que se librara la guerra a la que puso fin este armisticio.

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